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Recuerdo los veranos de mis años 90 con olor a filetes empanados, raspones en las rodillas de caerme en la bici, helados novedosos viendo la televisión en el bar de mi pueblo, partidos de fútbol y tazos. Días interminables e infinitos donde todo podía pasar (y de hecho, pasaba) en tan solo 24 horas, y que culminaban, un día a la semana, con el ‘Grand Prix’. Los troncos locos, la patata caliente, las vaquillas tirando dados… Era un momento especial, un día en el que poder irse a dormir un poco más tarde riendo con mi abuela ante la sucesión de golpes tremendos y disfraces disparatados. Era, verdaderamente, el programa del abuelo y del niño. Algo más que simple nostalgia.
El programa del parado insomne
El inicio de la programación veraniega, en los 90, marcaba el inicio del periodo estival, y el final, el momento de volver a clase y a la vida real. Era otra España, mucho más inocente, donde los veranos tenían un matiz especial y el mundo audiovisual, en general, estaba volviendo a despertar tras la Ley Miró. El ‘Grand Prix’ es un testimonio de otro tiempo, en el que los niños cogían el timón de la televisión durante un par de meses, sin dejar cabida a debates políticos y aburridas noticias: durante unos meses todo eran toboganes, agua, vaquillas, golpes, pringue, Aquaparks, dibujos animados y risotadas.
Poco queda de aquella televisión. Pero, de alguna manera, el ‘Grand Prix’ se las ha arreglado para seguir adelante contra viento y marea, tras un periodo de 14 años de asueto (contando las ediciones autonómicas). Solo hay un problema: ni la sociedad ni la televisión de ahora son las de antes, y ser un refugio de nostalgia no es tan fácil cuando ‘La Revuelta’ (o el access que toque) obliga a retrasar el estreno hasta las once de la noche. Con la cena ya más que digerida y la mayoría de niños en la cama, ¿para quién está realmente pensado el programa?
Sé de buena tinta que el programa presentado por Ramón García tiene muchísimo tirón entre los niños (sigue teniendo, al fin y al cabo, espíritu infantil, de tirar bolos gigantes y lanzar pingüinos al suelo de cabeza), pero, ¿qué chaval se puede quedar despierto hasta la 1:35 de la mañana para ver el desenlace semanal? Es, una vez más, la pescadilla mordiéndose la cola de la televisión lineal: para un programa que triunfa más allá del público avejentado habitual, no tienen claro cómo cuidarlo sin salirse de la loca idea moderna de que es necesario ampliar el access prime time hasta más allá de las once de la noche. Spoiler: no, no es necesario. No siempre, al menos.
La vaquilla no te da un buen revolcón
Que el ‘Grand Prix’ empiece pasadas las once de la noche es un fracaso, incluso aunque sea un éxito. Sí, ha liderado con 915.000 espectadores y un 13,8% de share, pero el año pasado, sin ‘La Revuelta’ empujándolo hasta horas intempestivas, consiguió 600.000 espectadores más y un 1,4% extra. Si no fuera por la promoción que le han dado, cualquiera diría que TVE quiere matar el formato una vez más. No porque haya dado síntomas de decaimiento, sino porque no saben qué hacer con él sin romper por completo con su idea de lo que debería ser una programación «moderna».


La competencia entre ‘La Revuelta’ y ‘El Hormiguero’ ha llevado a que el prime time se aleje cada día más. Ya se da por hecho, como algo completamente normal y aceptado, que ‘Masterchef’ termine en un día laborable a las 2 de la mañana (obligando al insomnio o a recuperarlo después en RTVE Play). Es, al fin y al cabo, un programa para adultos emitido a lo largo de la parrilla habitual anual. Pero el ‘Grand Prix’ no puede terminar a esas horas. No, porque su target, tal y como dice la canción, es «el abuelo y el niño». El abuelo y el niño, a las dos de la mañana, no están viendo a los bebés gorditos, por más que en el ente público se empeñen.
Tienen que hacer algo de manera inmediata. El próximo lunes, La 1 estrenará su nuevo access veraniego, ‘La garita’ (un programa de zapping, vaya) y deben pensar si realmente quiere seguir desplazando los programas familiares hasta horarios imposibles en lugar de razonar un poco: tienes un target que se ha ido por completo de tu público habitual buscando pastos mejores en el streaming e Internet. Dale una oportunidad para seguir contigo en lugar de expulsarle a patadas obligándole a quedarse levantado hasta casi las dos de la mañana para ver si se lleva el gato al agua Celanova o Alagón.
TVE tiene un diamante entre las manos, y ha tomado la decisión consciente de destruirlo a martillazos. Ellos sabrán.
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