Imagen de dos ‘grisettes’ de la calle Mont Cenis, en Montmartre (París), en 1913.Credit ©Rue des Archives / Cordon Press
Su atuendo, raído y remendado, no era una forma de describir su estilo, sino más bien su procedencia social. Se incidía en su pobreza, y en sus esfuerzos por mantener pulcras tanto su apariencia como la buhardilla que habitaba. Cuenta Jules Janin en The Grisette que su perfil era el de una laboriosa “hormiga” trabajando incansablemente: “Bajo sus manos activas, tejidos como el terciopelo o la seda se van formando sin cesar […] Piensen en lo universal que debe ser el gusto francés, para que estas niñas, las hijas de los más pobres, se conviertan así en todopoderosas intérpretes de la moda”. Otro rasgo que a menudo se suele citar es su papel como amantes de los estudiantes de medicina o de derecho que vivían en el Barrio Latino de París, y a los que veían solamente los domingos, cuando ellas libraban y ellos dejaban los libros por un día.
Viñeta de ‘La vie de bohème’, de Henri Murger.The Granger Collection, New York/ Cordon Press
Viñeta de ‘La vie de boheme’, de Henri Murger.Cordon Press
Muy (muy) a grandes rasgos, con estos ingredientes se acabó creando un arquetipo femenino presente en la cultura francesa del s. XIX. Como señala Daniel Cottom en International Bohemia, las viñetas sobre la vida bohemia del novelista Henri Murger fueron la base para una novela suya, Escenas de la vida bohemia (1851), que daría el salto a la ópera con La bohème de Puccini. Las referencias no faltan: Émile Souvestre las cita en La escalera de las mujeres, Eugène Scribe hizo una comedia sobre ellas y el novelista superventas de la época Paul de Kock fue uno de sus cronistas más entusiastas. También es posible rastrearlas en la obra de Mark Twain, en la Mimi Pinson de Alfred de Musset o en la Marthe de George Sand. Hacia mitad de siglo, la idea de ‘grisette’ adquirió un cariz de añoranza melancólica que a menudo se vincula con Los Miserables, de Víctor Hugo. En particular, con su Fantine, una chica que se queda embarazada de un estudiante y se ve forzada a la prostitución para mantener a su hija. En arte, la grisette fue retratada en una de las primeras acuarelas de Edward Hopper en París. También la representó James McNeill Whistler a través de Héloïse, una sombrerera del Barrio Latino que fue amante suya durante dos años.
Héloïse (apodada Fumette) encarnó a la grisette en este retrato de su amante, el artista James McNeill Whistler.Heritage Images/Getty Images
Otro boceto de Fumette.Heritage Images/Getty Images
Siempre a través de la mirada masculina
Existe un largo listado de arquetipos femeninos que destacan en la cultura popular por ejercer como una tentación constante, siempre en términos establecidos desde una perspectiva masculina. Si la femme fatale es uno de los más antiguos, el despliegue que presenció el París del siglo XIX no se quedaba atrás. La premisa, grosso modo, era siempre poner en relieve la imagen pasiva de la mujer. La fascinación fue especialmente reseñable en los estratos sociales más humildes. Valerie Steele sostiene que en la literatura de la época la poesía y la romantización de la mano de obra femenina eran temas habituales, más aún cuando estaba vinculada a un sector como la moda: “Este era un retrato de la mujer trabajadora como artista y como fantasía erótica”, apunta.
Cartel del musical The Gay Grisette (La grisette alegre) de George Dance (1899).Alamy/Cordon Press
Las grisettes se asociaban a una moralidad relajada y una cierta disponibilidad sexual, alejada del ideal maternal (y puritano) de la burguesía. De hecho, Louis Huart subrayó su naturaleza “facilona”, y cómo no hacía falta “llevarlas a un baile” para seducirlas. La belleza, la modestia o la alegría eran conceptos reiterados que ejercían una atracción entre los hombres que buscaban un entretenimiento pasajero: “Otra de sus grandes ventajas es la de que no nos persiguen porque, clavadas a una silla de la que no han de moverse, les es imposible ir tras los pasos de su amante, como hacen las damas de la alta sociedad”, escribió Musset en Mimi Pinson. “Se las puede contentar saciando sus deseos con un vaso de cerveza y un cigarrillo, cualidad preciosa que muy raramente se da en el matrimonio”.