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En vida, David Lynch llegó a ser la iluminación para muchos fans del cine y también la frustración de muchos (ocasionalmente, en varios se daban ambas cosas a la vez). Sus crípticas películas desafiaban el cine tradicional hasta el punto de resultar incomprensibles para muchos, por lo que demandaban explicaciones. Lynch se negaba en redondo queriendo preservar la experiencia del espectador, dejándole que interpretase las imágenes cómo considerase. “La película es la conversación”, en lugar de tener la conversación tras la película.
Puede sonar a respuesta barata para justificar lo injustificable, pero nace de una necesidad imperiosa de que algo tenga significado real y tangible. Cosa que tiene ese cine, pero hay que realizar un auténtico ejercicio de lectura. Muchos herederos de Lynch no sostienen semejantes lecturas y, aunque parezca mentira, en el cine americano quien verdaderamente puede aproximarse a ese nivel son los hermanos Coen.
No sin mi sombrero
Parece mentira, ya que los hermanos cineastas tienen películas mucho más accesibles y más próximas a una idea de entretenimiento de lo que hace Lynch. Pero aunque no caigan en el surrealismo, más allá de cierta querencia por la lógica de dibujos animados que a veces sigue su humor, sus mejores películas emplean la imagen con cierta ambición abstracta que invita a la interpretación para desgranar la película en toda su extensión.
‘Muerte entre las flores’, la primera de sus obras maestras, tiene esa cualidad a pesar de que en apariencia es mucho más lógica y terrenal. Un homenaje al cine de gánsters vía adaptación de Dashiell Hammett, maestro de la clase de novela negra que la pareja tiene como pilar de referencia. En principio, el mayor misterio es la serie de intrigas y tejemanejes que los personajes intentan mantener para sostener poder e incluso la vida en el peligroso mundo criminal.
No obstante, por encima de ello está un símbolo que muchos todavía intentan descifrar: el sombrero. O, mejor dicho, la omnipresencia de imágenes de ellos en solitario, en ocasiones rodando por el suelo, y cómo los personajes están casi en constante búsqueda de ellos. Como es el caso de Tom Reagan (al que da vida Gabriel Byrne), el lugarteniente irlandés que trabaja para el mayor gángster de la ciudad y al que ocasionalmente traiciona por varias vías, intentando hacer movimientos estratégicos que no signifiquen su muerte.
‘Muerte entre las flores’ y un círculo metafísico


La multiplicidad de los sombreros, no sólo los de Reagan que se despierta buscando el suyo y muchas veces la intriga principal le lleva a perseguirlo, adquiere aquí casi tintes metafísicos. Pero los directores, al estilo de Lynch, no consideran que la imagen del sombrero represente nada. “Es una imagen que nos vino, que nos gustó y que se implantó sola” afirmó Joel Coen en una entrevista, algo que se podría comprar si los sombreros no tuvieran esa forma ovalada. El cine de los Coen está compuesto de círculos o figuras redondas, desde monedas hasta bolas de bolos, que representan en parte los deseos no confesos de sus personajes o las demónicas amenazas de conceptos como el capitalismo.
Es apropiado tener el sombrero presente a lo largo de ‘Muerte entre las flores’ dado que era un accesorio imprescindible en la época. No tenerlo implicaba presentar disidencia, o incluso estar desnudo. En la película, cada momento donde Reagan está en especial vulnerabilidad frente al peligro, le falta su sombrero. Cada vez que un personaje muere, ha perdido el suyo hace tiempo.
Que el personaje de Byrne tenga tanta fijación con el suyo, aunque se presente casi de manera casual en la historia, muestra su necesidad de seguridad ante la compleja empresa que quiere acometer. Una manera de agarrarse a la masculinidad convencional de la época, pero también de no exponerse en un juego donde los pasos en falsos suponen ser tiroteado en una carretera lejana.
Sea esta la auténtica explicación de la presencia recurrente del sombrero en ‘Muerte entre las flores’ o no, la realidad es que los Coen van dejando elementos que muestran una concepción mayor y madura del género mafioso que es la que propulsa a esta como una obra maestra del género. Y parte de lo que los hace cineastas esenciales.
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