Muy pronto será posible hacer un Bizum para pagar en el supermercado, en una tienda de ropa o en una cafetería. Lo que nació como una forma rápida de enviar dinero entre particulares quiere dar el salto al comercio y convertirse en el método de pago del futuro. La Unión Europea impulsa los pagos instantáneos como un sector estratégico para reforzar su soberanía financiera, los grandes operadores trabajan en una plataforma común y el calendario ya está marcado: 2026 es el año en el que Bizum y otras soluciones europeas prevén desplegar los pagos inmediatos en tiendas físicas.
Las transferencias inmediatas se inauguraron en 2017. Se trata de un medio de enviar dinero que permite transferir fondos de una cuenta bancaria a otra en menos de 10 segundos. El servicio está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana. Y su uso se ha multiplicado: de los 31,8 millones de transferencias inmediatas realizadas en 2018 en España se pasaron en 2024 a los 1.187 millones. Parte de ese éxito se explica gracias a Bizum. La plataforma se ha consolidado como un estándar nacional, pero hasta ahora su uso ha estado limitado a los pequeños pagos entre particulares. Aunque ya se pueden hacer algunas compras en el comercio electrónico, el gran reto pendiente es el salto al comercio físico. Y la solución ya está en pruebas.
“Estamos trabajando en una solución de pago, basada en transferencias inmediatas, a través del teléfono móvil, donde basta acercar el teléfono al terminal de pago. En estos momentos esta es una de nuestras prioridades y esperamos poder extenderla, de la mano de nuestros bancos, a lo largo de 2026”, explica Fernando Rodríguez Ferrer, director general adjunto de expansión internacional de Bizum. La idea es que pagar con Bizum sea tan sencillo como lo es con Apple Pay o Samsung Pay. La diferencia es que detrás de esa cartera digital no habrá una tarjeta, sino una transferencia instantánea que viaja de cuenta a cuenta en segundos.
Para que esa transformación sea posible, es necesario que la infraestructura por la que circulan los pagos esté preparada. Y en España, el sistema ya lo está. Iberpay, la plataforma que conecta a los bancos para procesar transferencias, ha alcanzado un 63% de operaciones instantáneas y espera llegar pronto al 90% o incluso al 100%. “Estamos preparados para que todas las transferencias del sistema sean instantáneas cuando ocurra esta transición”, asegura José Luis Encinas, consejero delegado de Iberpay.
La red española no solo está lista, también está plenamente integrada en Europa. Iberpay conecta a más de 4.500 bancos en 41 países y procesa más de 300.000 transferencias transfronterizas instantáneas cada día, detalla Encinas.
Una apuesta tecnológica y política
El impulso a los pagos instantáneos no responde únicamente a cuestiones técnicas. La Unión Europea los considera un elemento estratégico para reforzar su autonomía en un mercado dominado por compañías globales como Visa o Mastercard. “Estos pagos ofrecen mayor elección a los consumidores, impulsan la innovación y la seguridad y refuerzan la autonomía estratégica de Europa en el ámbito de los pagos”, explican portavoces del Banco Central Europeo (BCE).
El supervisor también cuenta con el lanzamiento del euro digital como uno de los grandes proyectos en el ámbito de los pagos y que complementaría las soluciones de envío de dinero instantáneo. “El euro digital también se contempla como una herramienta para reducir esta dependencia de soluciones privadas no europeos, actuando como contrapeso al dominio de mercado de estos actores. No está pensado para competir con estas iniciativas, sino para cubrir objetivos de política pública como garantizar el acceso a dinero del banco central en la era digital y reducir la fragmentación”, detallan las mismas fuentes.
Con un mercado financiero global sujeto a tensiones geopolíticas, Bruselas quiere asegurarse de que los sistemas críticos de pago estén bajo control europeo. “El Eurosistema reconoce los riesgos de una dependencia excesiva de un número reducido de grandes proveedores de pagos no europeos, cuyos intereses pueden no alinearse con los de los grandes agentes europeos. Esta concentración puede reducir la competencia y facilitar el abuso de poder de mercado, en perjuicio de los consumidores y los comercios”, advierten desde el BCE.
Más allá de la comodidad para el consumidor, los pagos instantáneos también pueden tener un impacto macroeconómico significativo. La UE estima que, al liberar fondos que hoy tardan en circular, se podría acelerar la velocidad del dinero en la economía europea, aumentando eficiencia y competitividad. “Europa calcula que hay hasta 200.000 millones de euros bloqueados en transferencias ordinarias. Si se generalizan los pagos instantáneos, esos fondos podrían moverse de manera inmediata, generando eficiencia y crecimiento”, detalla Encinas.
Unir todos los Bizum en uno
Bruselas ya ha aprobado un reglamento para obligar a todos los bancos a ofrecer pagos instantáneos y que su precio no sea más caro que una transferencia normal (en el caso de España es gratuito). También está impulsando las soluciones locales para que ganen escala y puedan formar una gran plataforma europea. Uno de los principales escollos para lograr esa interoperabilidad es que cada país ha desarrollado su Bizum particular y es necesaria una conexión que permita conectar esas soluciones para que cualquier ciudadano europeo pueda pagar con su app en cualquier país de la UE.

Actualmente, existen dos grandes bloques. En el sur, liderados por Bizum, España, Italia, Portugal y Andorra ya han conectado sus sistemas y negocian extender la interoperabilidad hacia el norte, con países como Noruega o Suecia. En el centro del continente, la solución líder es Wero, que integra a las plataformas de Francia, Alemania y Bélgica. Ambas partes negocian un acuerdo para que cualquier ciudadano europeo pueda pagar con su aplicación en cualquier país de la UE. “Este hito permitirá que más de 300 millones de personas en todo el continente puedan realizar pagos instantáneos de manera segura y eficiente”, destaca Rodríguez Ferrer.
Modelo de negocio
Más allá de la voluntad política y de los avances de la industria, hay una cuestión latente por resolver que tiene que ver con los costes. Para los usuarios, Bizum es gratuito. Enviar dinero a un amigo para dividir la cuenta de un restaurante no cuesta nada, pero tampoco genera ingresos a los bancos. En cambio, con las tarjetas sí los hay: cada operación en un supermercado incluye una pequeña comisión que los comercios pagan a las entidades. Aquí aparece un delicado juego de equilibrios. La normativa europea impulsa los pagos instantáneos a bajo coste, obligando a los bancos a ofrecerlos. Pero, al mismo tiempo, mantener la infraestructura, reforzar la seguridad y garantizar la disponibilidad de los sistemas implica fuertes inversiones.
“La única fuente de ingresos para los bancos van a ser los comercios, pero van a ser menores que con las tarjetas. Cuando usamos una tarjeta de crédito, los bancos pueden cobrar una comisión de emisión. Pero el pago instantáneo no requiere emisión porque es la cuenta bancaria y va a tener una tasa de intercambio bastante baja. La complejidad va a estar para quien autoriza todas las transacciones, que es el banco. La banca va a tener activadas muchas plataformas cuyo volumen de operaciones va a ir subiendo y bajando. Pero la infraestructura tiene que mantenerse y la seguridad mejorarse. Eso significa que el coste por transacción va a ser más alto para los bancos”, explica Elias Ghanem, de Capgemini.
El futuro de los pagos no se plantea como una sustitución radical de tarjetas o efectivo. Más bien se perfila como un ecosistema en el que conviven múltiples soluciones. “Lo único cierto es que hay varios factores para que un método de pago sea bueno. Lo primero, que sea conveniente. Lo segundo, que sea económico. Y luego hay un punto de simplicidad, en el sentido de que un pequeño comercio no va a querer tener 20 terminales distintos”, advierte Alberto Martín, de McKinsey.
En ese sentido, los analistas coinciden en que las tarjetas seguirán teniendo un papel relevante. Cuentan con décadas de uso, sistemas de seguridad muy maduros y aceptación universal. Los pagos instantáneos, en cambio, todavía deben demostrar su solidez y ganar confianza entre consumidores y comercios. “La tarjeta tiene un sistema de seguridad ya establecido, mientras que los pagos instantáneos todavía tienen que evolucionar. Por eso no va a haber un único método ganador, sino que la clave será la convivencia”, concluyen desde la consultora.
De todas formas, la dirección parece clara. En pocos años, acercar el móvil al terminal para pagar un café con Bizum podría ser lo más habitual. Europa, esta vez, quiere ser protagonista en la construcción de un sistema de pagos propio y soberano. Y los principales actores están dando los pasos para que los pagos del futuro sean instantáneos.