Cometemos a menudo el error de considerar el impacto futuro de una película en base a su éxito o fracaso inmediato, cuando todo el rato vemos como el tiempo pone ciertas cosas en su lugar. No todas, porque siguen habiendo factores poniendo techo a determinadas obras que no se amoldan a lo canónico, pero sí que ha engrandecido maravillas como ‘La fiera de mi niña’.
Huesos de dinosaurio y tigres
Katharine Hepburn y Cary Grant buscaban ascender como estrellas en una comedia romántica de carácter screwball que dirigió un maestro artesano como Howard Hawks. Fracasó inicialmente en taquilla, no recuperando al comienzo su presupuesto de 1,1 millones de de dólares, pero las reposiciones la colocaron como lo que es, una de las mejores películas para reírse de todos los tiempos. Y hoy se va a poder ver en televisión a través de La 2 a partir de las 22 horas de la noche (también en streaming en FlixOlé o gratis en PlutoTV).
El paleontólogo David Huxley se prepara para dos de los proyectos más importantes de su vida: la reconstrucción de un esqueleto de brontosaurio y un matrimonio anodino con una secretaria tan pan sin sal como él. Todo se trastocará cuando le falte un hueso central clave y una alocada potencial mecenas, Susan Vance, lo conduzca hacia una aventura impredecible.
A pesar de todo este buen torrente de elementos, hubo todavía cierta resistencia a ver una combinación ganadora como la de Hepburn, Grant y un tigre de bengala. Fue ‘La fiera de mi niña’ la que empezó a establecer términos como “veneno para la taquilla” para una estrella como Hepburn (lo terminaría revirtiendo) y retraso ligeramente el establecimiento de su co-protagonista como galán irresistible.
No es sorprendente que terminase reivindicada por crítica y por audiencia que la fue encontrando por otros medios como la televisión. El ritmo de la comedia es ejemplar, haciendo una estupenda gala de la dirección de actores de Hawks, el carisma de sus estrellas y los ajustes finos del montaje. También hace un gran compendio del absurdo como motor para acercar a los personajes y hacer que los espectadores se encariñen con ellos.
Hay también una fabulosa reversión de los roles tradicionales del cine romántico, permitiendo a Hepburn ser una bomba impredecible y atractiva con respecto al torpe seducido de Grant. Su dinámica funciona a la perfección, y hasta queda realzada cuando les meten un tigre a la ecuación. Todo ello la ha ayudado a sostenerse con el paso de las décadas como una de las mejores comedias de todos los tiempos.
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