La norteamericana Indigo de Souza titula su cuarto álbum ‘Precipice’ porque durante un tiempo se ha sentido al borde de un precipicio, como si algo muy bueno o muy malo estuviera a punto de pasar todo el tiempo, algo que cambiara su vida de una forma o de otra para siempre. Una sensación de urgencia que se palpa en el single ‘Heartthrob’, que en verdad ha escrito contra los abusones.
Esa sensación de peligro a veces ha sido literal, pues el año pasado se vio afectada por el huracán Helene, que provocó graves inundaciones en el sureste de Estados Unidos. Otras veces ha sido más metafórico, como cuando ha tenido que afrontar una ruptura.
En este disco encontramos lo bueno y lo malo, el miedo y el alivio. La euforia de conocer a una persona, y la decepción de que esa persona se vaya. La pizpireta ‘Crush’, empapada de los Fleetwood Mac de los 80, sería la ilusión de haber conocido a alguien, y unas pistas después ‘Heartbreaker’ narra la ruptura con esa misma persona, ahora en clave de country. «Cuando me despierto, todavía siento que estás aquí», dice.
Indigo de Souza no está (solo) para llantos, y se nota por la vibración tan positiva que tienen muchas de las canciones. También en la aceptación que se desprende de las letras. En contra de lo que aparenta, ‘Dinner’ no es una balada intimista, sino todo lo contrario: «¿Hay algo mejor que simplemente saber que estás a salvo, sintiendo el amor rodeándote y y simplemente encajar en tu lugar?». La canción final y titular sí nos habla de la «oscuridad» de encontrarte en un «precipicio», con algún truco a lo Blake/Rosalía, pero por cada canción de este palo que nos ha dejado este álbum, hemos encontrado una pincelada de color.
La acústica ‘Clean It Up’ se llena de esperanza y propuestas de futuro, ‘Be Like the Water’ va sobre ser valiente y escucharse a una misma, y la propia artista es quien sitúa ‘Not Afraid’ como la canción que mejor explica esta era, siendo una de sus favoritas. «No tengo miedo a morir, ni tampoco a vivir», canturrea en el estribillo.
Así, pese a su título, ‘Precipice’ deja una sensación muy positiva, incluso cuando los vientos no son nada favorables. Melódicamente y en cuanto a producción, Indigo de Souza ha construido su álbum más pop en compañía de Elliott Kozel, quien había trabajado con gente tan variada como SZA, Yves Tumor o FINNEAS. Como artista de la década de los 20, se siente cómoda en registros más underground y canciones más ambientales, como la intro ‘Be My Love’ o ‘Be Like the Water’; pero también en píldoras pop tan monas como ‘Pass It By’, otro brillante tema sobre salir adelante. No me voy a atrever a compararla con Taylor Swift, pero su registro vocal en muchos momentos sí me ha recordado a la universalidad de O’Riordan o Dido.