Casi la mitad de los 196 grupos y pueblos indígenas en aislamiento del mundo se enfrentan a peligros inminentes que, si no se controlan, podrían destruirlos en 10 años. Esa es la principal conclusión de un informe que Survival International ha publicado hoy y que supone el cálculo más exhaustivo y actualizado sobre estas comunidades. La organización, que desde 1969 lucha por los derechos de los pueblos indígenas, incluidos aquellos que viven en aislamiento, advierte sobre los peligros de las actividades extractivas como la minería y tala, los misioneros o la violencia de bandas criminales. También sobre amenazas crecientes, como los influencers y turistas en busca de “aventura” que intentan adentrarse en sus territorios.

Amenazas letales
Los pueblos aislados, no contactados o en aislamiento son aquellos que evitan el contacto con foráneos y no mantienen una relación permanente con ellos. El 95% viven en la Amazonia, especialmente en Brasil, donde hay 124 comunidades, y en Perú, Colombia, Bolivia, Venezuela, Paraguay y Ecuador.
Según el informe, el 99% de estos pueblos se enfrentan a amenazas contra sus territorios, ya sea por parte de gobiernos, industria o grupos criminales. La tala es la más común, afecta al 65% y allana el camino a otras formas de explotación, como la minería, que perjudica al 40%, y la agroindustria (al 20%). Y al menos 37 pueblos se encuentran directamente amenazados por planes de infraestructura impulsados por los Estados.
“Las consecuencias son absolutamente devastadoras”, afirma en una entrevista por videollamada Callum Russell, responsable de investigación y defensa de Asia y el Pacífico en Survival International y uno de los autores del estudio.
Cuando entran forasteros que traen enfermedades, y además se destruyen sus bosques por la tala o la minería, el riesgo de que sean aniquilados es altísimo
Callum Russell, responsable de investigación y defensa de Asia y el Pacífico en Survival International
Explica que los pueblos indígenas no contactados tienen poca o ninguna inmunidad frente a enfermedades externas como la gripe, la tuberculosis o el sarampión, y cuando estas irrumpen en sus comunidades, las consecuencias son terribles. En la Amazonia brasileña, por ejemplo, más del 80% de los pueblos indígenas recién contactados suelen morir a causa de las enfermedades nuevas que contraen. Si a eso se añade el impacto de las actividades extractivas dentro de sus territorios, la amenaza se multiplica. “Cuando entran forasteros que traen enfermedades, y se destruyen sus bosques por la tala o minería, el riesgo de que sean aniquilados es altísimo”, destaca.
Russell menciona el caso del pueblo Hongana Manyawa de la isla Hamhera en Indonesia, que cuenta con unos 500 miembros aislados y unos 3.000 con algún tipo de contacto con el mundo exterior, y se enfrenta a la “devastadora actividad de las empresas mineras de níquel en sus territorios”. “Eso ha llevado a algunos de sus miembros a salir de la selva y apuntar con sus flechas a las excavadoras, porque están aterrorizados”.
“Nos han contado que están huyendo, que tienen dificultades para encontrar alimento. Es solo cuestión de tiempo antes de que una epidemia mortal arrase su comunidad”, relata. “Hace poco se grabó a una familia saliendo de la selva hacia un campamento minero, básicamente suplicando comida a la misma empresa minera por la que su selva había sido destruida. Es una catástrofe”, añade.
‘Turistas aventureros’
A estas amenazas se suman otras crecientes, como los influencers, que acuden a estos lugares en busca de “un primer contacto” con el que lograr suscriptores para sus redes sociales, “los turistas aventureros” y las agencias de viajes que organizan tours enfocados en encontrarse con estos pueblos. “Aunque es posible que no vengan a destruir el entorno, se arriesgan a exponerles a enfermedades contra las que no tienen inmunidad, lo que podría acabar con ellos”, explica Russell.
El investigador menciona el caso de unos turistas que intentaron entrar en contacto con el pueblo Mashco Piro, aislado en Perú, o de un youtuber detenido en abril de este año por intentar ponerse en contacto con el pueblo indígena aislado de la isla Sentinel del Norte. “También hemos visto a gente que llega a las islas Andamán y Nicobar, [en el archipiélago de India], para intentar fotografiar a sus pueblos indígenas como si se tratara de una especie de safari humano”, menciona. “Es algo realmente deshumanizante y una amenaza que no deja de crecer. Estamos profundamente preocupados porque ningún ‘me gusta’ en TikTok ni suscripciones en YouTube podría justificar la destrucción de todo un pueblo”, asevera.
Estamos profundamente preocupados porque ningún ‘me gusta’ en TikTok ni suscripciones en YouTube podría justificar la destrucción de todo un pueblo
Callum Russell, responsable de investigación y defensa de Asia y el Pacífico en Survival International
La investigación también advierte sobre los grupos religiosos y misioneros, que suponen un riesgo para más de uno de cada seis pueblos indígenas en aislamiento. Muchos de estos evangelizadores pertenecen a organizaciones religiosas cristianas evangélicas que recaudan fondos con los que adquirir tecnología, mapas, sistemas de cartografía, aviones, helicópteros o embarcaciones para encontrar y rastrear a estas comunidades aisladas. También se han detectado grupos musulmanes que tienen en el punto de mira a los hongana manyawas de Indonesia.
“Recientemente, se ha denunciado que unos misioneros estaban lanzando equipos de audio en áreas no contactadas para intentar transmitir mensajes evangélicos a los pueblos sin contacto”, relata Russell. “Son todo tipo de ideas descabelladas, pero que deben tomarse muy en serio debido a la amenaza que suponen”, añade. En abril de este año, Survival recibió una alerta del grupo baihuaeri del pueblo Waorani, de reciente contacto, que les informaba de que la misionera estadounidense Karen Duffy intentaba contactar con el pueblo Taromenane, que vive en aislamiento en Ecuador.
Una de las organizaciones más conocidas y controvertidas, explica Russell, es Ethnos360, un grupo misionero cristiano evangélico estadounidense, anteriormente conocido como New Tribes Mission. En 2022 gastaron 74 millones de dólares (unos 63,7 millones de euros) en su misión de “evangelizar grupos no contactados”, incluidos los indígenas en aislamiento, indica el informe.
Además, muchos misioneros obtienen los datos del Proyecto Josué, que se define en su página web como “una iniciativa de investigación destinada a identificar los grupos étnicos del mundo con menos seguidores de Jesús”. En su base de datos, advierten desde Survival, figuran pueblos no contactados como los mashco piro y los sentineleses.
Otro de los riesgos en aumento es el de las bandas criminales, cuya presencia afecta a casi un tercio de los pueblos no contactados. “Muchas operan en sus territorios, especialmente en la Amazonía, y gran parte se dedican al cultivo de coca y tráfico de drogas. Esto supone un riesgo para los pueblos indígenas, no solo por el contacto con los traficantes, sino también porque sus bosques se ven sometidos a una intensa presión”, detalla Russell.
“Debemos recordar que han dejado muy claro, una y otra vez, que no quieren que entren extraños en sus territorios, ya sea para perforar en busca de petróleo o para ‘perforar’ sus almas mediante la conversión forzosa. Por tanto, ninguna organización religiosa ni ninguna otra persona tiene derecho alguno a intentar entrar allí”, recalca Russell.
Para el investigador, “las soluciones son claras y obvias: si se les protege a ellos y a sus bosques, estos pueblos pueden prosperar. No necesitan nada del mundo exterior”. “Lo más importante es que los gobiernos de todo el mundo delimiten sus territorios y establezcan lo que se conoce como una zona de exclusión o zona intangible”, explica. “Los territorios indígenas deben ser demarcados e impedirse toda actividad de forasteros, especialmente de empresas”, detalla. Además, “los organismos que fijan estándares, como el Consejo de Administración Forestal o el Consejo Internacional de Minería y Metales, deben rendir cuentas y contar con directrices firmes. Si hablan de ‘minería responsable’ o ‘madera responsable’, solo puede considerarse así si no está vinculada a la destrucción de los territorios de los pueblos no contactados”, finaliza.
