Javiera Mena, en una foto promocional de su sexto disco, ‘Inmersión’, producido por el sello independiente Geiser Discos, del que es socia.Rodrigo Pérez
“Yo aspiro a eso, sí. Pero no me resulta (risas). Me cuesta encontrar, porque mi estilo de vida es medio loco. Mucho viaje. Yo vivo entre Chile y España. Entonces, aunque tenga una novia en uno de los dos países, tengo que estar yendo y viniendo. En algún momento he tenido una relación larga, pero es complejo. Es difícil tener un nido. Aunque, para el que lo tiene, tampoco es fácil mantenerlo. Por algo hay tanto Instagram y reels de eso”, comenta la artista, que dedica el que se ha convertido en el hit del disco, Mar de Coral (en colaboración con el músico argentino conocido como Santiago Motorizado), a esta cuestión del amor a distancia que tan de cerca conoce.
Por otro lado, sobre la inspiración para escribir, la chilena cuenta que tiene una táctica infalible. “Cuando estoy con mis amigas tomando un vermú y ellas empiezan a hablar de sus historias amorosas, lo típico aquí en Madrid, yo estoy ahí calladita agarrando data para hacer canciones. Si tuvieran que hablar todas sobre mi vida, me agotaría. No quiero ser esa artista que termina en un hospital psiquiátrico. Es muy cansado escribir solamente de ti. Y hay gente que lo hace”, dice, y se enorgullece del componente simbólico de las letras de sus canciones. “Soy una defensora de la metáfora. Queda poquito de ellas en la música que está en auge actualmente. Es como una obsesión que tengo. ¿Por qué se están perdiendo tanto?”, pregunta, no en clave retórica, sino como si de verdad esperase escuchar una explicación al respecto.
La mención a la capital en la que reside de manera intermitente desde hace seis años, no es casual. Inmersión contiene un tema, Esta ciudad, en el que se recoge la ambivalencia de los habitantes de las grandes urbes, en las que el individualismo y el encarecimiento de la vida está causando cada vez más dificultades. “Vas a eventos, vas a fiestas, pero, de repente, llega un domingo e igual te sientes sola. Y también es rico sentirse así. A veces, voy caminando por las calles de Madrid y me siento muy afortunada de vivir aquí, pero, a la vez, algo desolada”, ahonda y concede: “Además, yo soy una artista independiente, un porcentaje muy alto de lo que voy ganando lo voy reinvirtiendo en mi proyecto. La gente piensa que, por tener un videoclip en el que sales con ropa de marca, eres rica. Y no es así. Es todo una fantasía que tú vas generando; que es muy bonita, pero hay que recordar que uno también es un trabajador, un artesano más. Si te suben el alquiler, lo notas”, defiende.
De naturaleza introspectiva, Javiera Mena no siente la urgencia de compartir en tiempo real en Instagram o en TikTok todo que hace. Sin embargo, en ambas plataformas, su figura vive un inesperado renacer. “Lo que más visibilidad me ha dado en redes son entrevistas de archivo que han subido jóvenes de hoy. Frases que he dicho a lo largo de mi carrera. Siempre he dicho que soy lesbiana [es considerada un referente del colectivo LGBTIQ+ por haber sido tan vocal al respecto] o he hablado de drogas. Hubo un tiempo en el que me metí mucho en el LSD. Lo encontraba como una herramienta para abrir las puertas de la percepción y conectarse con el cosmos. Eso lo han agarrado ahora chicos de 20 años. Y he tenido como un revival, ¡sin buscarlo, cachai! Un periodista me preguntó hace tiempo que qué tal esta vida de sexo, drogas y rock & roll, y yo le contesté que, más bien, solo ‘tecno y drogas’. Y esa respuesta se ha quedado como un meme”.
¿Mantienes ese binomio, ‘tecno y drogas’, a día de hoy? “No, ya no… no se puede mantener mucho. De vez en cuando, un porrito para salir a bailar, pero los químicos ya son too much. Empecé a salir a los 13 años, ¡vengo de retirada!”, revela la artista, que aún profesa un gran interés por la cuestión de la espiritualidad. “Estuve metidísima en el budismo tibetano. La gente a veces asocia a la meditación a algo esotérico y, al final, todo se reduce a estar lo más aquí presente, que es lo más incómodo: sentarte y no hacer nada… Es muy revelador enfrentarte a tu neurosis”, concluye.
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