En dos etapas pasadas, UAE le pidió a Jay Vine, pinganillo mediante, que bajara las revoluciones, que dejara de remar, que se regodeara con los Alpes italianos sin llegar fuera de control. Táctica tan lícita como fructífera porque en Andorra se vio al Vine de la Vuelta de 2022, cuando se descubrió al mundo tras venir de competiciones de carreras virtuales con Zwift, cuando se coronó con dos etapas en Pico Jano y Colláu Fancuaya. Le alcanzó ayer con meterse en la fuga y, después, con un ataque demoledor en la bajada antes de la última ascensión, riesgo de topetazo y promesa de oro. Abierta la brecha, puso el molinillo en marcha y ya nadie le pudo toser, escalador puro, tan jinete solitario como ganador. Poco le importó a Torstein Tréen (Bahrain), nuevo líder de la carrera porque Visma y el resto de los equipos decidieron que no era día para rifirrafes ni garrotazos, acaso en el último kilómetro.
Llovió con ganas durante la noche en Olot y amaneció con bruma, encaminado el pelotón hacia Andorra y sus montañas, biruji del bueno. Era la primera etapa que miraba hacia arriba de verdad, la que pondría a todos en su sitio. Al menos, definiría quién está para luchar por la gloria y quién se quedará con las ganas, como Landa y Ayuso, que evidenciaron su falta de ritmo.
Ya en la primera ascensión, sin embargo, se dio la fuga con corredores como Vine y Castrillo (Movistar; Manzaneda y Cuitu Negro), que ya saben lo que es ganar en la Vuelta, además de Vervaeke y Garofoli (Soudal), Debruyne (Alpecin), Ryan y Shaw (EF), Armirail (AG2R) y Tréen (Bahrain). Pasaban por la Cerdaña, tierra donde la burguesía catalana disfruta de las vacaciones, casas de piedra y tejados negros, verde por todos lados cuando no hay nieve. Y pueblos maravillosos en el preludio como Ripoll, Ribes y Planoles, donde el verano es fresco y la bici una extensión de las piernas, donde la retorcida Collada de Toses, 42,1 km de ascensión, ahí es nada, quema piernas y pulmones, por más que su pendiente media sea de 3,5%. De ahí a la frontera.
Abrazada por grandes riscos, Andorra es el boulevard de las marcas, el país vecino donde comprar más barato [aunque cada vez menos], sobre todo tecnología, tabaco y alcohol. Pero también es la casa para cientos de ciclistas, que encuentran en el valle las mejores carreteras para entrenarse (también buenas condiciones fiscales), esas que los aficionados, inmunes al desaliento porque por momentos cayó una buena granizada, copaban las cunetas con sus caravanas, mesas y picnics. Aunque para gallardos los escapados, el décimo de caballería, que, con la connivencia de Visma [cómodo con un día de asueto camino de Cerler, la etapa de este viernes], pronto entendió que tendría premio.
Faltaba, claro, la ascensión al Alto de Comella y el de Pal, 9,6 kilómetros con una pendiente media de 6,3% y tramos al 12%. Así, entre la frondosa naturaleza, pinos y abedules, musgo y muretes de piedra, además de la lluvia, Vine decidió jugarse el órdago y le salió a las mil maravillas. Todos por el retrovisor y que me pille quién pueda. O sea, nadie. Gloria para él. Nada que inquietara a los favoritos, que cuando pusieron ritmo se quedaron solos, pero que no fue hasta falta de un kilómetro y medio cuando atacó Ciccone. Cosquillas para Vingegaard, que explicó que es el más fuerte. Pero, por ahora, ya no es líder. Queda tiempo y montañas.