La escala de tus piezas tiene un papel determinante a la hora de provocar movimiento en los espectadores. Hay un juego constante de descubrimiento, algo que no ocurre con otro tipo de prácticas, como la pintura, ¿qué papel juega el público en relación con tus piezas?
Mis obras terminan en la persona, es decir, si no hay una interacción con el público la obra no está terminada. El movimiento en torno a la pieza y la percepción que tienes de ella la finaliza. Con la pintura llegas, te pones delante, la miras y ya está, no pasa mucho más, no hay una relación física –con algunas pinturas monumentales, sí–, pero muy pocas veces el espectador es invitado a formar parte de ella. Como mis piezas no es que estés invitado, es que es obligatorio, porque no las puedes ver parado, tienes que andar alrededor para captarlas en sus múltiples dimensiones. El público elige cómo va a relacionarse con ellas.
Tus exposiciones baten récords de visitantes y, en ocasiones, la alta cultura lleva mal eso de ser popular, ¿crees que tiene sentido seguir midiendo la calidad del arte en función de lo minoritario que es?
Yo soy una blockbuster. A veces la gente del mundo del arte dice despectivamente ‘estas exposiciones blockbusters’, pero la realidad es que los museos se han convertido en catedrales del [arte] contemporáneo. El turismo ha provocado un cambio descomunal, la gente se mueve sin parar y quiere ver cosas tradicionales, comer, ir a espectáculos, a conciertos… Y también a museos, y estos se han visto obligados a cambiar. Ya no les vale pensar eso de ‘solo deben venir las personas que entienden quiénes somos’, esto quizá servía cuando te dirigías a una población que conocías, pero ahora tienes todo el mundo en todas partes. El Palacio de Liria tiene que adaptarse al mundo contemporáneo y para mí es un honor y un privilegio poder ayudar porque tengo público y soy conocida y eso genera dinamismo y curiosidad. Habrá gente que piense que está bien y otra que piense que no, pero para evolucionar tienes que cuestionar las cosas y estar abierto al cambio.
Por otro lado, esa visión freudiana del artista problemático haciendo cosas raras que nadie entiende es una imagen romántica, pero Velázquez no era así, sino que tenía un gran estudio que trabajaba para la corte y para la esfera social de España, y viajaba por todo el mundo.
Es posible encontrar una fuerte herencia del barroco portugués en tu obra, pero al mismo tiempo tu lenguaje es global, ¿cómo traduces todas tus influencias locales a una escala planetaria?
Lo único que hago es continuar lo que los portugueses y los españoles empezaron hace 600 años. Son varios siglos de multiculturalismo, de viajes y de mezclas. El barroco, que en Portugal tiene una existencia muy particular con el trabajo del azulejo, es el resultado de todo ello. Que yo sea un artista barroca es natural porque es la línea histórica en la que existo.
Tu estudio es como un enorme patio de juegos: hay diferentes estaciones de trabajo especializadas en textiles, bordados e incluso hay una línea de mecánica porque todo se hace íntegramente a mano, ¿qué opinas de la nueva ola de arte digital?
Lo veo bien pero no lo encuentro muy interesante. Mucha gente del mundo de los NFTs [acrónimo de non fungible token, activos digitales basados en criptografía que garantiza que cada pieza es única e irrepetible] ha venido a hablar conmigo para hacer cosas, pero el mundo del arte digital viene principalmente de los videojuegos y el manga, que es una esfera que no es ni muy intelectual ni muy evolucionada a nivel de dibujo. O sea, puedes utilizar las mejores técnicas y los ordenadores más potentes del mundo pero un Caravaggio es mucho más interesante que cualquier imagen digital. La creación digital no ha llegado aún a un punto de interés que esté al nivel del mundo del arte.
Has practicado kárate durante muchos años y haces yoga con tu equipo en tu estudio, ¿qué le aporta este tipo de prácticas tan disciplinadas a alguien con un universo tan loco como tú?
[Vasconcelos se ríe] Es un contraste que tiene que ver con las tres dimensiones que todos tenemos: la física, la mental y la espiritual. Con el kárate y el yoga cuido mi cuerpo; con mis dibujos, mi mente; y con mi trabajo, mi espíritu. A través de mi obra puedes trabajar las tres dimensiones: si eres muy mental puedes hacer una crítica de arte profunda y hablar de Duchamp, del nuevo realismo, del pop art, del barroco… pero si no entiendes nada de eso y eres una persona espiritual, puedes meditar sobre la obra y disfrutarla por la mera experiencia sensorial. Y si eres alguien que disfruta haciendo cosas también te va a gustar. Hay gente que ve mis piezas y dice ‘yo sé hacer este ganchillo’, ‘¡mira, esto es una cacerola! o ‘¡esto está hecho con tampones!’. La gente muy física entiende la intensidad del trabajo manual que hay ahí. Entonces dependiendo de cómo seas, disfrutarás mi obra de una manera u otra.
Vivimos en una época muy convulsa y compleja desde el punto de vista histórico, ¿qué papel tiene (o debería tener) el arte contemporáneo en la sociedad actual?
Uno muy importante porque el arte contemporáneo va de compartir y comunicarse. En este momento tengo exposiciones en Francia, Brasil, Malta… Esto significa que mi obra, que es europea y está hecha aquí en la península, puede viajar a todas partes. El mundo es solo uno, nosotros somos una sola raza humana, las fronteras son una idea intelectual. Creo que el arte contemporáneo se puede compartir a gran escala y promueve una idea que está en las antípodas de dividir y especificar. Mi obra me permite viajar a sitios que nunca pude imaginar, ahora me han invitado a formar parte de la bienal de Guinea-Bisáu y me encanta. No puedes estar siempre solo en Madrid, París, Londres… El arte contemporáneo no tiene un lenguaje escrito o hablado como ocurre en otras disciplinas y por eso no tiene límites.
Tú que estás acostumbrada a hacer obras monumentales que rompen con lo establecido, ¿cuál es la mayor locura que aún te queda por hacer?
[Responde de manera inmediata] Exponer en la luna. Si empieza a haber turismo lunar, alguien tendrá que exponer allí. Yo quiero ser parte del first group show [rompe a reír].
Estilismo: Patricia López.
Maquillaje y peluquería: Júlia Kraemer (Solve Agency).