Periódicamente aparecen en internet personajes que obsesionan a quienes existen crónicamente online, un público que ama a sus pequeñas estrellas con la misma intensidad con la que luego las cancela (y luego las vuelve a reivindicar). En este periodo de campañas electorales, le ha tocado el turno al nieto-nietísimo, nepobaby con mayúsculas, único descendiente hombre de John F. Kennedy y Jackie O. (la pareja estadounidense por antonomasia): John ‘Jack’ Schlossberg Kennedy.
¿Cómo es este chico para desatar furor? Tiene treinta y un años, se crió entre la crema neoyorquina, estudió historia en Yale y derecho en Harvard y, por algún motivo, se le perdona ser el pijo supremo. Cuando la carga genética y generacional es de un nivel tal que trasciende, Twitter observa como si se tratara de un personaje de novela, divirtiéndose frente al espectáculo sin enredarse en demasiados discursos sobre clase y privilegios. Jack está comprometido con la causa demócrata y ha llegado a enfrentarse a su tío segundo, Robert, candidato presidencial a quien nuestro protagonista encuentra ridículo. Pero lo que lleva ya unos meses ganándole el estatus de celebridad viral no es esta guerra interna entre los miembros de la dinastía con mayor pedigrí, sino su combinación de atractivo y excentricidad. Es guapo (a su manera), es listo (a su manera), es gracioso (a su manera) y es, por qué no decirlo, un tipo bastante particular. Su contenido genera vergüenza ajena unas veces, deseo otras y perplejidad casi siempre. Acaba de ser contratado por Vogue USA para cubrir asuntos políticos, pero continúa mostrándose en redes con esa falta de pudor que en ocasiones le catapulta a la cima de la comedia (y en ocasiones le precipita a los subsuelos).
Pese a que la curiosidad sobre su vida aumenta día a día, no se sabe demasiado acerca de la intimidad de Jack. Todos los indicios apuntan a que en la actualidad está soltero (incluso hay quien asegura haber visto su perfil activo en Raya —la aplicación de ligue de los VIPs—). La última novia que se le conoce es Krissy Jones, yoguini enterpeneur con la que estuvo hace ya cinco años. Lo que sí sabemos es que le gusta leer, hacer deporte y llenar su apartamento de flores frescas. En 2018 interpretó un pequeño papel en el episodio de una serie, algo que no sorprende en absoluto, pues en sus vídeos tiktokeros acostumbra a imitar acentos y encarnar diversos personajes. Tal y como él mismo explica, su objetivo con esos pequeños sketches es presentar temas serios de un modo divertido: admirador acérrimo de Joe Biden (y ahora firme defensor de Kamala), Jack considera este momento de vital importancia para la democracia de su país y pretende usar todos los medios a su disposición (su influencia sobre sus seguidores) para evitar la desgracia (la victoria de Trump).
El apellido Kennedy suscita en todo el mundo, pero sobre todo en los Estados Unidos, una suerte de fascinación morbosa. Es habitual que las jóvenes de esos lares atraviesen una ‘fase kennedy’ en la que, con devoción minuciosa, recopilan datos sobre los miembros destacados de la exitosa (y malograda) familia. Cualquier poseedor del apellido Kennedy nace, en consecuencia, con poder y responsabilidad; la carga de un legado que permite y obliga. Jack ha heredado ese halo que dota a sus virtudes y defectos de una connotación especial. Difícil saber cómo le percibiríamos si no fuera hijo y sobrino y nieto de quien es, aunque no hay duda de que su cotización en la bolsa del molar encuentra justificación en un único hecho: es un Kennedy. El tiempo dirá si se trata de una mera fantasía, construida con la fuerza de las miradas de los demás, o Jack tiene, efectivamente, cosas valiosas que ofrecer. Por ahora, goza del beneficio temporal de ser el novio de internet.