‘Joy’, una nueva película de Netflix, saca a la luz la controvertida historia del origen de la fecundación in vitro

McKenzie comenta también que desde que tiene uso de razón ha sido consciente de la presión que sienten las mujeres para dar a luz y ser madres. Como actriz, es consciente de su “reloj biológico” y se pregunta cuándo podría tener el tiempo y la ocasión de tener un hijo; incluso describe con agudeza los periodos en los que se afanó por controlar su peso y cómo, posteriormente, le preocupaba que eso pudiera haber afectado a su salud reproductiva. Cuando era niña no tenía ni idea de si alguna de sus amigas había sido concebida mediante FIV, pues nadie hablaba de ello. «La FIV es algo que instintivamente, avergüenza a las mujeres: sentimos que no estamos bien hechas, que nuestro cuerpo no funcionan bien. Hasta se nos culpa por ello».

La dinámica que describe McKenzie se refleja con gran dramatismo en Joy: «La película cuenta de forma fidedigna y excepcional cómo se produjo este avance crucial en la medicina reproductiva», señala Nighy. Las mujeres que recluta el personaje de McKenzie llevan su desesperación en silencio: la ciencia es su salvavidas, su última esperanza. McKenzie describe cómo su personaje, que sufría endometriosis y no podía tener hijos, evitaba las relaciones sentimentales, pues creía que sus problemas de salud la invalidaban como pareja.

Aunque Joy muestra una lucha común que hasta ahora no había recibido el tratamiento que merecía, también subyace en ella otra lucha: la de las mujeres científicas por obtener el reconocimiento que les corresponde. No hace mucho, la novela superventas Lecciones de química y su adaptación a la pantalla ponían de relieve la misoginia, a menudo virulenta, que existía en los entornos científicos. Joy, por su parte, desvela una dinámica más sutil por la que se restaba importancia al papel de las mujeres en los descubrimientos científicos. «Esta película subraya la contribución de Jean Purdy», siguiendo una lamentable tradición, fue ninguneada, incluso excluida, solo por ser mujer».

Y tanto: en la placa conmemorativa que se colgó en el hospital donde se practicó la primera intervención exitosa del la FIV figuraban los nombres de Robert Edwards y Patrick Steptoe, pero no el de Jean Purdy. El propio Edwards expresó su enérgica objeción: “Me parece muy mal que entre los nombres de las personas que ayudaron a concebir a Louise Brown no figure el de Jean Purdy”, escribió. Una apreciación que se refleja en la película. En una de las escenas finales, vemos cómo Norton mete a McKenzie en el encuadre mientras un fotógrafo conmemora el exitoso nacimiento del primer bebé fruto de la FIV. Ese momento, revivido para un público nuevo, debería arrojar más luz sobre las extraordinarias personas que hay detrás de este notable descubrimiento.

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