Juego de ladrones Pantera (2025) opinión. En tiempos de desastres u obras maestras, es el momento de reivindicar las películas que, simple y llanamente, «funcionan»


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Da igual que el tema de conversación sea el fútbol, la música, la cocina, cuántos gramos son los óptimos para preparar una buena taza de espresso o, por supuesto, la política. Vivimos en una era marcada por la polarización en la que los grises ya no parecen ser una opción a tener en cuenta, y en lo que respecta al séptimo arte todo parece haber quedado reducido a dos mínimos denominadores: los desastres absolutos o las obras maestras sin paliativos.

Es por ello que, en medio de este escenario, debemos tener más estima que nunca al buen sabor de boca que nos dejan esas películas que, simple y llanamente —y sin desmerecer esto en absoluto—, funcionan. Esas cintas que, en el momento de compartir impresiones sobre ellas con un amigo, terminan siendo descritas con una expresión que podría reducirse a un escueto «¡Ta bien!».

Es precisamente en estos olvidados e injustamente menospreciados terrenos en los que se mueve ‘Juego de ladrones: Pantera’; la secuela de la ‘Juego de ladrones’ de 2018 que vuelve a ofrecer un thriller de atracos de la vieja escuela que, sin inventar la rueda, vuelve a desplegar un par de horas resueltas a la perfección —pero sin florituras— por su realizador y guionista Christian Gudegast.

El gran sabor de un cinco pelado

Con su segundo largometraje como director, el californiano firma otro ejercicio que, tal y como ocurrió con su predecesora, se las apaña para entretener como pocos con un equilibrio más que decente entre intriga y acción y para, en última instancia, sobreponerse a uno de los grandes peligros a los que puede enfrentarse una producción: moverse por prácticamente todos los lugares comunes de un subgénero.

Por suerte, esto no quiere decir que Gudegast haya optado por la vía rápida y ofrecer un «más de lo mismo». Para la ocasión, el cineasta se ha desviado del espíritu de la ‘Heat’ de Michael Mann que marcó la original, alejándose considerablemente del juego del gato y el ratón entre polis y cacos para guiñarle el ojo, salvando las distancias en lo que a tono se refiere, a la saga ‘Ocean’s’ y sus robos de alto riesgo.

Hay que reconocer que, durante el visionado de ‘Pantera’, la sensación de haberlo hecho antes está presente en casi todo momento. La planificación del atraco sobre el que gira el relato, la ejecución del mismo, las dinámicas entre personajes, las resoluciones… Todos los puntales narrativos sobre los que construye la película son tremendamente familiares, pero cuando se ha demostrado mil veces que algo funciona, ¿para qué vas a cambiarlo?

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No obstante, en su favor hay que subrayar que la nueva ‘Juego de ladrones’ no se limita a ser una simple y llana fotocopia de mil y un cintas congéneres. Gudegast ha salpimentado su thriller de alto voltaje con su buena mano para mover la cámara —mucho más sólida que la que da dimensión a sus personajes—, engalanando sus decentes y algo sobreeditadas escenas de acción con un recurso infalible: la supresión de la música durante unos tiroteos secos y contundentes que tan bien funcionó en la setpiece de la autopista hace siete años.

Pero entre virtudes no de notable, pero sí de un más que digno aprobado, ‘Juego de ladrones: Pantera’ no puede evitar manchar su expediente cuando nos centramos en el desarrollo de su historia. Y es que su trama, pese a ser lo suficientemente sólida como para no ponerle demasiados peros y arrancar con un McGuffin algo vago y deslavazado, necesita escudarse en un par de escenas de lo más tramposas para poder sostener la no tan sorprendente pirueta de su tercer acto.

Pero esto, en última instancia, es algo perdonable dentro de uno de esos largometrajes que no te van a cambiar la vida y que puede que olvides a los pocos días de haberlos visto, pero que pueden salvarte de un mal día como pocos sin exigirte nada a cambio, además de recordarnos lo bien que sienta un cinco pelado cuando todos se esfuerzan por sacar dieces con mayor o menor éxito.

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