Resulta extraño, tras tantos años viéndola en pantalla y al ser una persona que se prodiga poco en la vida pública, compartir espacio físico y algo de oxígeno con Julia Roberts. Tras casi cuatro décadas de carrera y más de medio centenar de apariciones en pantalla, con un aura de estrella que la envuelve desde aquella Pretty Woman de hace 35 años, Roberts, de 57, hoy sigue siendo esa mujer magnética de sonrisa inmensa que siempre logra que el público ponga atención a todo lo que hace.
En su trabajo más reciente interpreta a una profesora de filosofía, Alma Imhoff, bajo las órdenes del director italiano Luca Guadagnino, con quien rueda por primera vez. Caza de brujas se estrena en salas españolas el viernes 17 de octubre tras su presentación en el festival de Venecia. Actriz y director llegan juntos al bar de un lujoso hotel de Los Ángeles para charlar sobre la película, un reto profesional para la actriz, porque no resulta fácil empatizar con su fría protagonista y porque toca incómodos temas. Cuando el personaje de Maggie (Ayo Edebiri), una de sus pupilas más brillantes (¿o no tanto?), le confiesa haber sufrido abusos por parte de su colega favorito de Yale, el también profesor Hank (Andrew Garfield), su vida profesional, personal y también moral se tambalean. Alma se pregunta muchas cosas. Los espectadores, también. Roberts lo sabe y, como cuenta con un reflexivo sentido del humor, le gusta que la película genere esa clase de conversación.
Caza de brujas gira alrededor de lo que sucede cuando hay un caso de abusos, cómo cada víctima y cada persona de su entorno lo asimila, lo vive y lo gestiona. Los matices son infinitos. Tantos que, como en la vida real, ni siquiera los protagonistas saben bien qué ocurre. ¿Saben ellos, como actores, qué pasa exactamente en la película? Para el director, no era demasiado importante; de hecho, lo importante era “no imponer un punto de vista definitivo: que el público vaya al cine y decida”. Además, el director de Rivales y Call Me By Your Name alaba cómo los grandes actores conocen el comportamiento humano: “Son casi psicoanalistas: llámalo intuición, llámalo observación, llámalo vida, arte… pero cuando un intérprete actúa, hay muchas capas y profundidad sobre el comportamiento humano, es increíble”. Roberts cree que cada uno verá la situación según su propia óptica, como “un reflejo de nuestra propia experiencia vital”.

Sentados juntos y charlando con complicidad —en una mesa redonda con prensa extranjera donde participó EL PAÍS como único medio en español—, se escuchan atentamente el uno al otro. Roberts y Guadagnino explican que no buscaban sacar de Hollywood el Me Too y la conversación que genera, sino usar el mundo de la élite universitaria como otro escenario. “No me gusta compartimentar el MeToo, diría que todos somos muy conscientes de que incidentes como estos suceden en el ámbito académico”, explica la actriz, y el director la reafirma: “Nuestra intención no era declinar el concepto de Me Too en la academia. Es otro escenario donde plantear esta búsqueda universal del poder, de derechos, de imponer tu propia versión de las cosas al otro sin escuchar realmente al otro”.
Pero el hecho de que la película genere ese tipo de conversación resulta muy positivo para la actriz. En su paso por el festival de Venecia, Roberts lamentó que se esté “perdiendo el arte de la conversación”. Ante la agitada charla, parece recuperar un poco la fe. “Como amante del cine, tengo mucha confianza en la inteligencia de los espectadores. Creo que cuando haces el esfuerzo de sentarte en la oscuridad con otras personas, te estás abriendo completamente a lo que se comparte contigo”, reflexiona. Y también sabía que, “en manos de Luca, todo saldría como debía”.

Esa confianza máxima es lo que la hace salir de su casa, de la comodidad de su hogar, y apoyar proyectos así. “Todos tenemos esa voz, esa pequeña sensación en algún lugar dentro de nosotros que nos hace sentir atraídos por otra persona o nos hace dar un pequeño paso atrás. Y yo tengo plena confianza en esa vocecita dentro de mí. Me ha funcionado muy bien en la vida”, reconoce sin tapujos. “Y la primera vez que estuve realmente cara a cara con este hombre, cada célula de mi cuerpo me dijo: ¡Sííííí!”, ríe.
Reconoce que, además de la posibilidad de trabajar con Guadagnino, le enganchó el guion de Nora Garrett, a la que ayudó a hacer algunos cambios durante el rodaje. Y también el ambiente, “ese polvorín que era la escuela, ese pueblo tan pequeño”: “Me gustaba ese escenario, me parecía muy intrigante y con mucho potencial y, sobre todo, Luca y nuestras conversaciones sobre lo que podría ser, y Alma”.

Alma es el centro del metraje. El personaje de la profesora aparentemente encantadora pero fría en su interior, con un complejo matrimonio, le resultó fascinante. “No necesito quererla. Pero siento una gran empatía por ella. Creo que lleva un gran peso sobre los hombros y se protege constantemente. Y había algo realmente interesante en cómo desentrañarla y cuándo dejar que la luz brillara un poco a través de las grietas. Sin duda fue algo muy profundo que explorar, porque tiene un instinto natural completamente diferente al mío. Eso es lo que hace que sea divertido interpretarla, divertido de una forma perversa”, ríe. En una secuencia, la académica aparece en el suelo de su casa junto a un póster enmarcado de La flor de mi secreto. “A Alma le encanta esa película”, explica Guadagnino sobre el filme de 1995 de Pedro Almodóvar. “Siente una gran admiración por el personaje de Leocadia. Creo que tiene algo del estilo de Marisa Paredes. Y le encanta la banda sonora: en otra secuencia, escucha Soleá, de Miles Davis [también en La flor de mi secreto]. Tiene una mente muy vívida».
Su marido está interpretado por Michael Stuhlbarg, a ratos encantador, a ratos insoportable. Esa bicefalia es una constante en los personajes, muchos de ellos rostros talentosos. A Roberts le llamaba especialmente trabajar con esos compañeros. “Reunimos un reparto de ensueño. He seguido hablando con ellos todas las semanas desde que acabamos”, desvela. ¿Y de veras le ponía nerviosa conocer a Chloë Sevigny? ¿A la mismísima Julia Roberts? “Y trabajar con ella”, reconoce. “Hay mucha gente que me pone nerviosa, es esa especie de emoción cuando alguien que admiras y no has conocido antes está a punto de entrar en tu casa”. También le entusiasmó trabajar con Ayo Edebiri, a la que pone por las nubes y califica de “extraordinaria”. “Es muy reflexiva e innovadora, realmente una gran representante de su generación. Es muy inteligente y lo pasamos muy bien juntas. Se toma muy en serio su trabajo y también sabe cuándo dejarlo a un lado, disfrutar del momento y ser feliz, que es como a mí me gusta hacerlo. No quieres estar sentada en ese lugar tan serio todo el día, todos los días. Ella es muy hábil en eso”.

La estrella procura mantener su vida personal fuera de los focos. Casada desde hace 23 años con Daniel Moder, con quien tiene tres hijos —Hazel y Phinnaeus, mellizos de 20 años, y Henry, de 18—, reconoce que para ella la privacidad es un derecho sagrado y que todo el mundo tiene “derecho a ella, incluso las personas con una vida pública, solo hay que decidir a qué nivel”. “Creo que cambia a medida que te haces mayor”, reconoce, “al menos en mi caso, ya que me siento más cómoda con lo que quiero guardarme para mí y no creo que sea una ofensa para el otro decirle que prefiero guardármelo, mientras que cuando eres más joven sientes que es de mala educación no responder a todas las preguntas que te hacen. Pero me he dado cuenta de que no es una cuestión de modales, sino de lo que quiero hacer con esa información”.

Sus hijos ya están en las edades de los protagonistas de su película, en ese complejo ambiente universitario. ¿Cómo gestiona las cuestiones de la violencia sexual, como madre de una hija y dos hijos? “Haces lo mejor que puedes, pero no quiero que ellos ni yo vivamos en un estado constante de preocupación y miedo, porque eso disminuye nuestra calidad de vida”, reconoce. “Me preocupo por todos mis hijos por igual, y por los jóvenes, en general. Es una parte del mundo que nunca he sido capaz de entender. No puedes protegerles, solo llenarles de conocimientos, comprensión y conciencia y, como siempre dice mi hija, estar atentos”, reconoce sobre la joven, de 21 años, de la que afirma que es “una chica muy fuerte”: “No me preocupo más por ella por ser mujer”.