El mes pasado, Justin Bieber salió a pasear por Nueva York con su versión de lo que viene siendo un atuendo veraniego fácil de llevar: un chaleco vaquero acolchado con cremallera, pantalones cortos sueltos de Ouer y zapatillas de felpa como las que dan en los hoteles, de Drew House. El conjunto mezclaba el perfil alto con el bajo, y lo remató con unas gruesas gafas de sol de Off-White y una gorra de los Ángeles Angels. Ni decir tiene que este estilo ligeramente andrajoso y grunge no es nada nuevo para Bieber: la estrella del pop lleva años puliendo la técnica de la mugre arty. Pero este verano resulta especialmente inspirador su sostenido ahínco en la elaboración de looks ligeramente pasados de rosca. Y lo digo en el buen sentido.
Me explico. Cuando de moda veraniega se trata, los mejores estilismos siempre son los desenfadados e informales: nada demasiado recargado ni perfecto. Porque cuando el calor aprieta, lo último que quiere uno es ir recargado: sencillez, por favor. Y esa es justo la apuesta de Bieber esta temporada. El cantante tiene debilidad por los diseñadores emergentes y por transformar prendas recién salidas de la pasarela haciendo que parezcan totalmente desenfadadas, como si acabara de levantarse de la cama. Por ejemplo, en su reciente cita nocturna con su esposa, Hailey Bieber, Justin lució una camisa azul de Maison Margiela (bastante sofisticado, ¿no?), pero la compensó con unos vaqueros muy anchos, zuecos negros de cuero y gafas deportivas de Prada. El conjunto resultaba naturalmente cool, como quien no quiere la cosa.
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