Hace ya más de 20 años del matrimonio entre Britney Spears y Kevin Federline, y casi lo mismo de su divorcio, pero el nombre del bailarín y DJ ha quedado asociado para siempre con el de la archifamosa princesa del pop, con quien tuvo dos hijos, ya mayores de edad. Aunque Federline prefirió alejarse de los focos tras ese divorcio, ahora vuelve a colocarse en el centro de los mismos con un libro de memorias que llegará a las librerías a finales de octubre, y con alguna entrevista en la que habla de lo que sabe que más ejemplares le va a hacer vender: su relación con Spears.
El bailarín californiano se ha sentado a hablar con The New York Times, donde ha explicado que lleva años sin hablarse con la cantante, pero que la observa desde la distancia, como madre de sus hijos, y teme por su comportamiento errático. En su biografía, llamada You Thought You Knew (que puede traducirse como “Creíste saberlo”) y que saldrá a la venta desde el próximo martes 21, editado por Listenin en Estados Unidos, Federline llega a afirmar que “la situación con Britney parece estar avanzando rápidamente hacia algo irreversible”. “Resulta imposible seguir pretendiendo que todo va bien”, asegura. “Desde mi punto de vista, el tiempo se acaba y nos estamos acercando a la hora decisiva. Si las cosas no cambian, va a pasar algo malo, y lo que más me preocupa es que nuestros hijos se queden con los problemas”.
Federline tiene ya 47 años y parece lejos aquel veinteañero que en septiembre de 2004, cuando ella tenía 22 años y él 26, se casaba con la entonces absoluta reina del pop. Para ella era su segunda boda, tras un fallido matrimonio en Las Vegas que duró 55 horas; y aunque llevaba apenas seis meses saliendo con Federline, decidió dar el paso. Sin embargo, como cuenta él en otra entrevista con el medio Entertainment Tonight, en la noche antes de la boda Spears llamó a su expareja, el también cantante Justin Timberlake. A él se le encendieron todas las alarmas y le dejó claro a su entonces novia que no se iba a casar si seguía sintiendo algo por el vocalista de N’Sync. Ella aseguró que solo era una llamada para despedirse de él, una última vez. Confió en su palabra y hoy, echando la vista atrás, afirma que no tiene claro si ella seguía enamorada de Timberlake, pero tiene claro que no lo estaba de él.
Un año después nacía su primer hijo, Sean Preston, y en otoño de 2006 el segundo, Jayden James. El anuncio del divorcio llegaba en noviembre de ese mismo año, por “diferencias irreconciliables”. Él se quedó con la custodia de los dos niños desde el año 2008. Después, se volvió a casar con la jugadora de voleibol Victoria Prince y tuvo otras dos hijas.
La batalla por aquella custodia fue dura, tal y como ambos han contado en sus respectivas memorias. En la entrevista sobre las mismas, el bailarín asegura: “Nunca, jamás, ni una sola vez, he estado contra Britney”. “Solo he tratado de ayudar a mis hijos a tener una relación increíble con su madre. Y es duro porque cuando reflexiono sobre todo lo que ha ocurrido, veo que mis hijos no saben quién es la mujer con la que me casé. He pasado dos décadas tratando de cerrar ese hueco”. Ahora, en los últimos años, Spears muestra en sus redes fotografías y vídeos con sus hijos, con los que poco a poco va recuperando la relación.
Pero durante años los hoy jóvenes no vieron a su madre. En alguna ocasión, como cuenta Federline en el libro y siempre según su versión, los chicos le llegaron a rogar que no les hiciera pasar tiempo con ella. Tenían miedo. “A veces se despertaban por la noche y la encontraban de pie en silencio en la puerta, mirándolos dormir —‘Oh, ¿estás despierto?’— con un cuchillo en la mano. Luego se daba la vuelta y se marchaba sin dar explicaciones», escribe en sus memorias.
El segundo de los tres exmaridos de la cantante, que se casó en verano de 2022 con otro bailarín, Sam Asghari, del que se separó un año después, también habla de la tutela por la que Jamie Spears tuvo el control personal, profesional y financiero sobre su hija durante 13 años y hasta septiembre de 2021. Recuerda cómo comenzó todo, en 2008, cuando ella fue ingresada en el hospital Cedars Sinaí y puesta en aislamiento psiquiátrico durante tres días después de una pelea de más de tres horas que implicó a sus hijos. “Fue una de las noches más duras de mi vida. Me ponía enfermo ver cómo estaba siendo todo, con alguien a quien quería, con quien había construido mi vida, la madre de mis hijos”.
Entiende que esa tutela haya acabado y hasta alaba aquel movimiento Free Britney (Liberad a Britney), que movió a sus fans de todo el mundo, pero cree que hoy ha hecho que todo aquel que quiera proteger y cuidar a la cantante sea mirado con sospecha, y que nadie quiera acercarse a ella por miedo. “Todas aquellas personas que se esforzaron tanto en aquello ahora deberían poner la misma energía en el movimiento Salvad a Britney. Porque ya no se trata de libertad. Se trata de supervivencia». Aunque reconoce que él mismo no tiene claro cuál es el método para ayudarla: “Ahora, más que nunca, necesita vuestra ayuda. He sido su amortiguador durante años, pero ahora esto me supera. Es hora de dar la voz de alarma”.
Aunque Spears declinó el pasado lunes enviar sus comentarios en respuesta al artículo de The New York Times, sí ha hablado este martes con la revista People, a través de un portavoz. “Con la publicación de la noticia sobre el libro de Kevin, una vez más tanto él como otros se están beneficiando de ella y, lamentablemente, esto ocurre después de que Kevin haya dejado de pagar la pensión alimenticia”, asegura. “Lo único que le importa [a Spears] son sus hijos, Sean Preston y Jayden James, y su bienestar en medio de todo este sensacionalismo. Ella ha detallado su trayectoria en sus memorias”, afirma, en referencia al libro autobiográfico cargado de detalles sobre su vida, The Woman in Me, que fue publicado hace ahora dos años.
En esa biografía, Spears aseguraba que su batalla por la custodia de sus hijos contra Federline fue durísima, y que él no le permitía ver a los niños durante semanas y que trataba de “convencer a todo el mundo” de que ella estaba “fuera de control”. “Me quitó todo mi mundo”, escribía. “Me dejaba sin respiración. Y mi familia no me apoyaba”.