Hace más de 10 años, en los foros de JENESAISPOP ya se hablaba del k-pop como un género con potencial de éxito internacional, en contraste con el más peculiar j-pop. En aquel momento, el viral ‘Gangnam Style’ de Psy ya había abierto las puertas del k-pop al mundo, pero aún pasarían años hasta que este género musical -que también es una industria en sí misma- se convirtiera en un auténtico fenómeno global gracias al éxito de BTS y BLACKPINK.
Y, aun así, el k-pop seguía siendo de nicho, como demostraba el desempeño comercial de ciertos singles o álbumes que se catapultaban al número 1 en su primera semana para después desplomarse. El éxito descomunal de ‘K-Pop Demon Hunters‘ demuestra que el k-pop ha dejado definitivamente de ser un producto de mero fenómeno fan, para convertirse en una exportación cultural absolutamente mainstream y global.
‘K-Pop Demon Hunters’ -en España ‘Las guerreras del k-pop’- ejemplifica además cómo el público infantil puede definir fenómenos culturales. Es un producto familiar, dirigido a niños, y estos lo están visualizando en bucle hasta el punto de que la película, dirigida por Maggie Kang y Chris Appelhans, está en camino de convertirse en la más reproducida de la historia de Netflix. Y con razón: ‘K-Pop Demon Hunters’ es una obra animada muy bien hecha, que funciona en varios niveles y tiene capas.
La película narra la historia de un exitoso trío de k-pop, Hunter/X, que caza demonios para preservar el bien en el mundo. Rumi (Arden Cho), Mira (May Hong) y Zooey (Ji-young Yoo) son las cantantes de este grupo, que con sus voces y canciones mantienen sellado el Honmoon, la barrera mágica que separa el mundo humano del de los demonios. Cuando un grupo masculino de k-pop, los Saja Boys -demonios encubiertos- intenta imponer la maldad en la Tierra, se desencadena la trama y una serie de complicaciones que pondrán en riesgo la amistad de las protagonistas.
El primer gran acierto de ‘K-Pop Demon Hunters’ es ser un musical cuyas canciones no solo tienen el peso esperado en la narrativa, sino que resultan lo suficientemente pegadizas como para haber irrumpido en listas oficiales (‘Golden‘ es ahora mismo la canción más exitosa del mundo). Estas canciones no son extraordinarias a nivel de composición ni producción, pero resultan efectivas y divertidas acompañadas de los atractivos y coloridos visuales en 3D, que, como en ‘Soda Pop’, hacen que “los ojos hagan pop”: y, a la vez, funcionan por sí solas, extraídas de su contexto.
La cinta también logra un buen equilibrio entre drama, humor y fábula transmitidos a través del prisma moderno del pop coreano y la animación digital. Si bien la comedia “goofy” la sitúa firmemente en el terreno del público infantil, no deja de ser, en el fondo, una alegoría comprensible para cualquier espectador que transmite una lección importante: la necesidad de aceptarse a uno mismo, con sus virtudes y defectos, y la manera en que ocultarlos solo genera demonios que seguirán apareciendo aunque intentes ignorarlos.
Más allá de la acción y la animación, ‘K-Pop Demon Hunters’ tiene fondo. Su elemento fantástico se inspira en el chamanismo coreano, y en la trama también se percibe un comentario claro sobre la propia industria del k-pop y la manera en que explota y deshumaniza a sus ídolos (visible en la figura de la mánager de Rumi). Por otro lado, la película acierta al esquivar la típica trama romántica, poniendo el foco en la aceptación personal, en la importancia de la ayuda mutua y, al mismo tiempo, en preservar la independencia de sus personajes.
Vale la pena también detenerse en el aspecto técnico y visual de ‘K-Pop Demon Hunters’, ya que su frenético ritmo logra que el entretenimiento no decaiga. En parte, gracias a su uso de la clásica técnica «smear», un recurso de animación y efectos visuales usado principalmente para transmitir velocidad. Hay quien recomienda ver la película a mitad de velocidad para apreciar sus esmerados detalles visuales. Es posible conectar con ‘K-Pop Demon Hunters’ con el corazón, pero también con la mente, y ahí radica la clave de su éxito.