Para bailar hasta bien entrada la noche, Blanca cambió su atuendo por un estilismo de Florence Reveillaud compuesto por un minivestido de encaje de Isabel Marant, medias blancas, un collar de diamantes y unas Mary Janes plateadas de Roger Vivier: «¡Me lo pasé en grande con este look! Me solté el pelo y lista para la noche», dice. El novio mantuvo el mismo look de la mañana a la noche gracias a su aire elevado pero informal: «Alex llevaba un traje azul oscuro de lino personalizado de Scalpers, sin corbata, bastante relajado, ya que la isla y el lugar lo pedían», señala Blanca.
La mañana de la boda, Blanca se preparó para la ceremonia acompañada de su madre, su mejor amiga y su maquilladora, la embajadora de Chanel Beauty Raquel Álvarez: «Ha sido mi maquilladora durante años en España y confío plenamente en ella. [También] fue a la boda como invitada», dice la novia. Combinó un maquillaje suave con sombra de ojos color melocotón, labios rosas suaves y cejas definidas con un elegante moño de bailarina para lograr el justo toque de chic.
La ceremonia tuvo lugar en una zona circular al aire libre que hay en la propiedad: «Sentamos a todo el mundo y abrimos creamos un camino en el centro bordeado de vegetación, tótems de diferentes tamaños y arreglos florales escultóricos por encima o cubriéndolos», explica Blanca. «Este círculo cerrado tiene un significado espiritual tan fuerte que tenía mucho sentido celebrar nuestra ceremonia allí». Entrar en el espacio de la ceremonia «fue como un sueño», recuerda la novia: «Desde que entré con mi padre e hicimos todo el recorrido hasta el altar, sentí como si no fuera real. Los dos nos sentimos muy agradecidos de ver a todo el mundo allí. Durante la ceremonia, nuestros seres queridos nos dedicaron palabras muy sentidas que nos llegaron al corazón, expresaron el amor que sentimos el uno al otro, y todo nos pareció todo muy auténtico real y muy especial. El tiempo pasó volando ¡y ya estábamos casados!».
La boda dio paso a la hora del cóctel, donde la novia se quitó los zapatos: «Me quedé descalza todo el cóctel, tomando unas copas, haciéndome fotos con mis amigos, charlando con todo el mundo y pasándolo en grande con Álex», dice. Durante el evento, los invitados disfrutaron de quesos locales menorquines y cócteles especiales, como un sake sour en la puesta sol: «La luz se tornó de un naranja precioso y enseguida llegó la hora de la cena, que se celebró en una plaza cubierta de hierba frente a la casa del siglo XVIII de Son Vell», explica Blanca. Las mesas de la recepción se dispusieron en U sobre el césped. Se decoraron con velas Loewe, flores verdes y blancas y tarjetas que decían: “Una mesa abierta para la gente cercana a nuestros corazones”.