Pero, primero, vamos a conocer un poco los orígenes de esta historia de amor. José y Gema se conocieron en el año 2012 en Madrid, mientras trabajaban en uno de los laboratorios de la Universidad Politécnica, y, desde el primer momento, la atracción fue intensa y mutua. “Empezamos compartiendo comidas de tupper y algunas salidas con el grupo del laboratorio. Un día, casi como experimento, decidimos tener ocho citas. Tras la última, José, que estaba como invitado en una boda en Malasia, me llamó y me dijo que no quería que nuestra historia terminara ahí, que quería casarse conmigo”, confiesa la novia. Después de esa primera proposición de matrimonio, y durante estos años, José y Gema han compartido muchos momentos importantes de su vida. “Ambos nos doctoramos, viajamos por el mundo, construimos nuestro hogar literalmente… Pero por encima de todo, hemos compartido complicidad humor y mucho amor”, dicen.
Cada año, la pareja se regala un viaje corto y cercano para su cumpleaños, el cual José aprovechó para pedirle matrimonio a Gema. “José eligió La Toscana. Paseando por Siena llegamos a un callejón que terminaba en una terraza con vistas a los tejados de la ciudad. Nos quedamos allí en silencio y, de pronto, sacó el anillo. No pudo decir nada. Le pregunté si era otro regalo de cumpleaños y el negó con la cabeza. Luego le pregunté si era un anillo de casar y sólo asintió”, recuerda la novia.
Caleidoscopia
Una decoración basada en un día perfecto en la costa
Para la decoración, los novios plantearon un hilo conductor que María Sierra siguió al pie de la letra. “Supo escucharnos, entendernos y traducir nuestras ideas en un espacio lleno de sensibilidad, coherencia y belleza. Todo lo hizo desde una mirada muy tierna y generosa”, cuenta Gema.