Una boda en Castellón que se convirtió en una moderna fiesta de pueblo
A unos kilómetros de Morella, una localidad amurallada situada en Castellón que conserva su esencia medieval, Carla y Hugo decidieron celebrar la única boda que podían imaginar. “Queríamos compartir lo que vivimos en las fiestas del pueblo, con esa atmósfera que se crea de amor, amistad y reencuentros. Cada año que hemos invitado a amigos se vuelven enamorados. También era importante poder juntar nuestras vidas de Valencia y Barcelona”, comparte esta pareja de valencianos que actualmente vive y trabaja en la Ciudad Condal. De la montaña al mar. Su relación se empezó a escribir en una cala de Jávea donde la hermana de ella les presentó. En palabras de Hugo, ese día supo que había encontrado a su persona. “Para mí –sigue ella–, fue algo muy progresivo. Como acababa de empezar una nueva vida en otra ciudad no quería darle mucha importancia pero según pasaba el tiempo me daba cuenta que era innegable la conexión que teníamos y, de repente, ya no quería estar sin él”.
Durante su primera cita, que llegó seis meses después de su encuentro inicial, Carla había recibido una llamada: la contrataban en Barcelona. Se mudó y mantuvieron una relación a distancia durante casi tres años. Fue entonces cuando él se trasladó con ella. En la actualidad, viven en el centro de la capital catalana, en El Raval, en una casa que es casa también para todos sus amigos valencianos que deciden hacer parada en la ciudad. Ella trabaja como artista 3D y creativa, él como director de arte. Y cuando el ritmo urbanita aprieta, no dudan en subirse a un tren o un coche y desaparecer por unos días en esta pequeña aldea castellonense. Sin semáforos, sin aceras, sin Wi-Fi. Y ese rincón mágico es el que querían descubrir a todos sus seres queridos, en una boda “nada pretenciosa”, como insisten en describir, para celebrar una relación que ya suma ocho años y que se ha edificado a base de “diversión, amistad y pasión”.