La DANA y los abanicos de Aldaia: 140 años de historia para que todo quede destrozado en 4 horas

Al hacer frente a este tipo de catástrofes, tanto la edad de los artesanos (y la común falta de relevo generacional) como el tamaño limitado de estos equipos dificulta enormemente dar continuidad a la herencia abaniquera. “Yo solo no puedo”, se muestra tajante Taberner para esta cabecera. Este experto describe como “dantesco” el panorama que se encontró al día siguiente en su taller, donde entraron hasta dos metros de agua “como un elefante en una cacharrería”. Aquel día se le ocurrió poner las compuertas, un mecanismo habitual de los edificios en zonas inundables que se encuentra anclado y precintado a las puertas, para evitar que entre el agua. Por suerte, el temporal le pilló fuera de la fábrica, pero su taller quedó anegado por el fango. “Anímicamente siento que he salvado la vida, pero me han quitado la piel a tiras”, afirma. “En mi caso he perdido hasta el muestrario, así que no puedo salir mañana a enseñar mi género a los clientes que me compran para rehacerme poco a poco e ir comprando material para poder continuar”. Si algunas perspectivas como la de Macarena Andrés pretenden estar funcionando “a todo gas” para el verano que viene, en el caso de Taberner la incertidumbre es absoluta. “Esta campaña ya la hemos perdido”, medita. “Sería empezar a trabajar para vender a partir de 2025 y servir a partir de 2026. Yo no puedo estar año y medio, cerca de dos años, metiendo dinero sin tener ingresos. Mi corazón me dice que siga, pero mi cabeza me dice, ‘¿dónde vas, loco?’ Eso no hay cartera que lo resista, y menos sin ayudas reales”.

La DANA y los abanicos de Aldaia 140 años de historia para que todo quede destrozado en 4 horas

Cortesía de Abanicos Artesanos Guzmán

Abanicos Artesanos Guzmn tras la dana

Cortesía de Abanicos Artesanos Guzmán

Abanicos Artesanos Guzmn

Cortesía de Abanicos Artesanos Guzmán

A nivel de gremio, Macarena Andrés reconoce que han recibido apoyo por parte del Centro de Artesanía de la Comunidad Valenciana, que les han cedido un pequeño espacio en el sótano en caso de necesitar un taller con el que empezar a funcionar. A título personal, se están tratando de ayudar los unos a los otros, pero no es suficiente. “Seguramente hay compañeros que vayan a cerrar la empresa. Si les dieran ya las ayudas, quizá podrían continuar, pero igual tardan entre dos o tres años en recibirlas”, sostiene Daniel Burriel. El asunto se encuentra en manos de los gestores, dice Carlos Taberner, pero por el momento solo les hablan de préstamos ICO (líneas de financiación públicas con unas condiciones y cuotas pautadas en su devolución) y ayudas a devolver. “Si a mí me dan una ayuda de 6.000 euros y la tengo que devolver en tres meses, por ejemplo, no puedo asumirla. En ese tiempo no he arrancado ni he tenido ingresos por ningún lado”, comenta el regente de Abanicos Artesanos Guzmán.

Aunque cada empresa ha ido cubriendo un nicho de mercado como el del abanico promocional o el comercial, el artesano es el que prima de Aldaia, como es el caso de los tres talleres aquí recogidos. Para hacer más factible su laboriosa producción (ya sea con destino nacional o internacional) la idea de una cooperativa para aunar esfuerzos ha sobrevolado algunas de estas iniciativas: “Siempre es bueno tener a alguien al lado que te diga ‘venga, tú puedes’”, medita Macarena Andrés. “Creo que es más fácil y sencillo unirnos y apoyarnos unos a otros que empezar de nuevo de forma independiente”. En el momento de escribir este reportaje están paradas las conversaciones al respecto entre los socios. “Ojalá veamos la luz, porque esto es un árbol de Navidad. Se enciende una bombilla y crees que todo está solucionado. Luego se vuelve a apagar, y te vuelves a quedar en la oscuridad”, declara Carlos Taberner. “Si desaparecemos, va a seguir habiendo abanicos. Pero su artesanía va a flojear”.

El Museo del Palmito de Aldaia, otro afectado por la DANA

Situado en el centro del pueblo, el responsable de custodiar la historia de la artesanía abaniquera de Aldaia es el Museu del Palmito (MUPA), único de la geografía española en su especialidad. Entre sus paredes acoge piezas históricas con cronologías que van desde el s. XVIII hasta la actualidad. El centro se inauguró en marzo de 2015 en la Casa de la Llotgeta, un edificio señorial que fue propiedad de los condes de Nules. “La idea era recuperar esa idiosincrasia y tradición cultural porque es un elemento de identidad del pueblo”, sostiene Francesc Martínez, director del centro. “Rara es la familia procedente de Aldaia que no haya trabajado en algún momento en el sector abaniquero”.

Los vastos fondos del museo, nutridos a menudo por donaciones y cesiones de los propios talleres de la localidad, tampoco se han salvado de las inundaciones. Aunque están protegidos con puertas blindadas de hasta diez centímetros, el agua entró por la parte trasera y alcanzó el 1,20 m de altura, arrasando la planta baja. “Tenemos una variedad de abanicos cristinos e isabelinos del s. XIX que han quedado afectados por la riada”, puntualiza Martínez para Vogue.es. “Además, teníamos una sala dedicada al varillaje con varias caladoras de madera, pero se pueden restaurar porque no están rotas”.

Museu del Palmito

Cortesía del Museu del Palmito

La DANA y los abanicos de Aldaia 140 años de historia para que todo quede destrozado en 4 horas

Cortesía del Museu del Palmito

Aunque todavía no le ha dado tiempo a inventariar todo, estima que de los 762 abanicos han conseguido salvar el 83% de la colección. Unos 114 han sufrido algún tipo de deterioro, ya sea en el varillaje (delicadas elaboraciones de materiales como el hueso) o el país (la tela que va unida a las varillas). Entre las pérdidas reseña un diseño que se hizo en la Real Fábrica del Abanico de Valencia, sin fecha exacta pero estimada entre 1797 y 1817, los años en los que estuvo en activo.

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