la desastrosa fantasía de Amenábar sobre Cervantes

Desde el principio de los tiempos, el hombre ha necesitado contar historias, tanto para comprender el mundo como para conocerse a sí mismo. Sobre el inmenso poder de la ficción para iluminarnos en los momentos más oscuros quiere hablar ‘El Cautivo’, el último largometraje de Alejandro Amenábar.

El filme presenta a Miguel de Cervantes en 1575, el año en el que fue encarcelado en Argel, donde permaneció prisionero durante un lustro entero. Allí, los reclusos como él pasaban sus días sometidos a las órdenes del despiadado Hasán, el Bajá de la ciudad. Gracias a su talento e imaginación para inventar relatos, no tardó en convertirse en una figura popular entre sus compañeros de cautiverio, a los que fascinaba con sus narrativas.

Durante la primera parte, Amenábar parece centrarse en la heroicidad de crear mundos inventados y libres para escapar de una realidad opresiva y violenta. Un acto que la película reivindica tomándose la licencia creativa de reconstruir la vida personal del más célebre escritor español. No reside ahí el problema de ‘El cautivo’, sino en su manera tan extraña de hacerlo. Desde el primer plano, el cineasta propone una estética que intenta ser históricamente rigurosa, pero cuyo acabado televisivo de cartón-piedra termina imponiéndose en todo momento. Esta búsqueda, en vano, de realismo choca de lleno con un guion desenfocado, que no tiene claro qué es lo que quiere contar ni cómo.

En cierto momento, la cinta se olvida de ese ímpetu creativo y esa ansia de libertad que motiva al protagonista para enzarzarse en una estrambótica trama pseudo-romántica completamente problemática. Es aquí cuando las deficiencias de la película se hacen más evidentes, especialmente en la construcción de los personajes, que son meros títeres sin ningún tipo de profundidad al servicio de una historia propia de un fanfic adolescente. La relación entre Hasan y Cervantes no solo está mal desarrollada sino que es, directamente, un disparate incomprensible.

¿Quién fue Miguel de Cervantes? ¿Cuáles eran sus inquietudes? ¿Cómo llegó a convertirse en una de las figuras más importantes de la literatura universal? Son preguntas que ‘El cautivo’ no ofrece el más mínimo interés por responder. En cambio, Amenábar solo quiere crear una polémica ridícula haciéndolo homosexual (como si esto fuese realmente polémico) y olvidándose de todo lo demás. Para ser verdaderamente provocadora, necesita mucho más que una trama gay: necesita un propósito y un riesgo que el director nunca está dispuesto a tomar, ni visual ni narrativamente.

El mundo que crea ‘El cautivo’ carece de lógica interna. Argel en 1575 se nos presenta en una primera instancia como un lugar hostil y cruel, para más tarde descubrir que estamos ante el epítome de la libertad sexual, con orgías homosexuales ocurriendo en prácticamente cada rincón, desconocidos paseando y lanzándole besos a Cervantes y hombres travestidos pululando por sus calles como si estuviéramos en Chueca, 2025. Además, todos los personajes, aunque en un principio rechacen cualquier asunto LGBTQ+, no tardan en convertirse finalmente en aliados de la causa. En Argel, 1575, recordemos.

No hay absolutamente nada reprochable en reescribir la historia y fantasear con ella, de hecho, hay películas maravillosas que han salido más que victoriosas de esta tarea, pero hay que saber cómo hacerlo. El gran Derek Jarman, por ejemplo, creó una fantasía queer en el siglo XIV con ‘Eduardo II’. La diferencia es que el cineasta británico utilizó el tono adecuado para ello, abrazando el camp y lo kitsch, estableciendo desde el principio unos parámetros estéticos congruentes. Amenábar utiliza un lenguaje visual cercano a un episodio de ‘Águila Roja’ y una solemnidad culebronesca que tiran por tierra cualquier indicio de subversión que conceptualmente su película pudiera tener.

En ‘El cautivo’ vemos a un cineasta artísticamente perdido y a unos actores que no entienden lo que tienen que hacer y decir. El resultado es más parecido a una función de teatro amateur de una asociación LGBTQ+ de Malasaña que a una producción cinematográfica de 15 millones de euros.

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