Si en las horas previas al concierto de Charli xcx en Primavera Sound inunda el Fòrum un mar de camisetas ‘brat’ o de prendas verdes, en la antesala a la presentación de Sabrina Carpenter se avistan Sabrinas por doquier; nunca se habían visto tantas blusas campesinas en el Primavera, ni tanto look coquette por metro cuadrado. A mi lado, una chica va de Sabrina y su amigo, travestido, de Dolly Parton. Pero la verdadera Sabrina aguarda y trae un aspecto evolucionado, aunque aún propio de otro tiempo.
El elaborado espectáculo de Carpenter se inspira en los programas de variedades estadounidenses de los años 50 y 60. El montaje incluye plataformas a distintos niveles, escaleras y un ejército de bailarines que entra y sale como si se tratara de un plató de televisión. En la parte inferior frontal del escenario, dos grandes luces con las siglas «SC», unidas por un corazoncito, coronan el escenario. En otras palabras, el concierto de Sabrina Carpenter es una fantasía pop con todas las letras.
El concierto incluye continuos guiños a anuncios publicitarios de la época, incluso se parodia el aviso «Son las 10 de la noche. ¿Sabes dónde están tus hijos?», y el intermedio del show recrea una competición de baile como ‘Soul Train’. Varias parejas de bailarines compiten, y la ganadora danza la balada ‘Couldn’t Make it Harder’ como si estuviera en el baile de graduación (aunque la interpretación de Carpenter lleva, más bien, a Factor X).
Carpenter, desde el principio con ‘Busy Woman’, luce entregada al papel de vedette moderna y de maestra de ceremonias un poco torpe que se bebe un chupito más cargado de lo que espera, o que actúa circunscrita a un guion blanco aunque ligeramente subversivo. Solo una broma escatológica, que lleva a la literalidad la expresión «comer mierda» porque Carpenter casi se estampa contra el suelo durante la primera actuación, remite a la época en que Carpenter era censurada en la radio británica por apelar a las «pollas negras». Eso es el pasado.
Carpenter ha podido llamar la atención del público gracias a sus declaraciones o acciones ligeramente provocadoras, pero el show de ‘Short n’ Sweet‘ propone una experiencia de nostalgia inofensiva solo transgresora (más o menos) por su señalamiento de la masculinidad tóxica en canciones como ‘Slim Pickins’ o ‘Please Please Please‘. Sus experiencias con el amor, y su humor pícaro («el suelo resbala porque no podéis estar más buenos») vertebran narrativamente el show, y una innecesaria versión de ‘It’s Raining Men’ de las Weather Girls lleva este concepto al límite.
De las supernenas del Primavera, Sabrina parece la más complaciente y menos radical, y la que, de manera más evidente, apela a la nostalgia de un público que necesita certezas y símbolos familiares en un mundo incierto. Su propuesta asemeja la de Bruno Mars, también en la manera en que el repertorio conecta con diversos públicos. ‘Bed Chem’, interpretada desde una cama sexy enfocada con una cámara en picado, o la folk ‘Coincidence’, que incita el «sing along», presentan dos facetas diferentes de una misma artista. El show, que incluye el estreno de ‘Manchild‘, concluye con el falso final de ‘Juno’ y cierra con el furor de ‘Espresso’.
No se le pueden poner técnicamente peros a un show diseñado al milímetro, tan entretenido que se pasa volando, en el que Carpenter se preocupa no solo de interactuar directamente con su público (intenta pronunciar «t’estimo», te quiero en catalán, y después declara su amor a un fan seleccionado de la primera fila, que se convierte en el «main character» de la noche durante unos minutos), sino también de ofrecer una propuesta musical y visual a la altura de su estatus. Sin embargo, el repertorio aún carece de peso y la dirección creativa del espectáculo podría ser menos evidente en su recreación nostálgica e idealizada del pasado.