Una mujer mira lo que fue su moderna cocina. Ahora es un amasijo de hierro y cañas, cubierto de lodo. Su cómodo sofá está despedazado por el salón, hundido en el fango. Su pareja intenta animarla, pero está tan destrozado como ella. No saben adónde habrán ido a parar sus dos coches que empleaban para trabajar. No tienen ganas de nada y eso que pueden dar gracias por haberse salvado, le cuentan a una amiga que acaba de llegar a la casa, sin puertas ni vallas, que también se las llevó el agua. La esperaban, pero no a las chicas y chicos que vienen detrás y no conocen. Desde la calle, embarrados, cargados con pozales, escobones y mochilas llenas a rebosar de agua y comida, preguntan de manera respetuosa: “¿Os podemos ayudar?”.

Fueron voluntarias en Paiporta y Benetusser al menos dos días cada una.
Billod: “Ver a tanta gente, incluyéndome a mí, ayudando en las zonas afectadas me hizo volver a creer en la humanidad”. Claustre: “Los voluntarios sacaron lo mejor de lo que tenían y manejaron las cosas de forma bastante asombrosa dada la extrema falta de organización”.Raúl Belinchón

Siete días de voluntario en Paiporta
“Me culpabilicé durante semanas de no haber podido hacer más, de no haber salvado a nadie. Luego entendí que ya no quedaba nadie a quién salvar”. Raúl Belinchón

“Al volver a casa sientes satisfacción por haber ayudado, pero mucho dolor por lo que has visto, y lo que les queda por vivir a esas personas antes de volver a la normalidad”
Raúl Belinchón

”Sigue faltando mucho para que todo vuelva a estar como antes. Mucho esfuerzo y mucha ayuda se requiere en muchas zonas todavía, después de tanto tiempo, ver gente que llega a Valencia capital y se cambia las zapatillas de barro por la zapatillas limpias, para poder estar tranquilos y caminar, distraerse o evadirse de esta cruel realidad”.
Raúl Belinchón

“Llegamos a trabajar tanto que el cuerpo no podía sostenerse. Los vecinos de Paiporta nos daban comida, pero no sabíamos cómo aceptarla” Raúl Belinchón

“Vimos las imágenes que salían en redes sociales y nos sentimos con el deber de ayudar y aportar nuestro granito de arena”.
Raúl Belinchón

“Es muy difícil ver a gente que lo ha perdido todo, pero nunca he visto tanta humanidad. Era increíble cómo la gente dejaba todo de lado para ayudar. Yo soy extranjera y me sentí una más en la comunidad”Raúl Belinchón

“Tenía la necesidad de ayudar; un profesor del colegio vivía allí”
Raúl Belinchón

Salvago: “Un bombero se acercó a preguntarnos en qué podía ayudarnos. Ese era el nivel de organización”Raúl Belinchón
Los jóvenes (y no tan jóvenes) ya estaban echando una mano antes de que aparecieran por esa urbanización de Picanya los agentes de la policía, los bomberos o los militares. “Sin la ayuda, la compañía y el buen rollo de los voluntarios no habríamos levantado cabeza”, asegura la mujer. Al día siguiente, volvieron, o llegaron otros, allí y a las más de 69 poblaciones afectadas por la catástrofe del 29 de octubre que ha causado 223 muertos en la Comunidad Valenciana. Al principio, la mayoría procedía de las localidades más cercanas. Cuando empezó el puente del 1 de noviembre, los voluntarios ya hablaban con los diferentes acentos del español y también de otras lenguas. Solo en los cuatro primeros días, alrededor de 50.000 personas se desplazaron a la zona cero para ayudar, según los cálculos del experto en redes de participación del departamento de Geografía Humana de la Universidad de Valencia, Javier Serrano.
Los voluntarios estaban por todos lados. Su presencia ha sido muy visible, sobre todo durante el primer mes



“Es una sensación que llena a uno por dentro, darlo todo durante horas por alguien que lo necesita, a quien no conoces, con quien no has cruzado más de dos palabras y sin esperar nada a cambio”.
Raúl Belinchón

Fue voluntaria 11 días en Paiporta y Picanya.
Raúl Belinchón

“Ir a ayudar se convirtió en rutina, como cualquier otro plan. ¿Este finde playita? No, este finde Paiporta y el martes vamos a Alfafar” Raúl Belinchón

“La gente te miraba súper agradecida por hacer literalmente lo básico. La gente que había perdido todo literalmente”.Raúl Belinchón

“Yo estuve viviendo en Mislata (Valencia) un tiempo, que allí no ha pasado nada pero pensaba: hostia tengo que ir a ayudar”Raúl Belinchón

Tórtola: “Desde el primer momento que llegamos a Paiporta caminando nos quedamos en ‘shock’, no sabíamos qué decir. Caminando por la calle se notaba la tristeza y la desolación”
Gargallo: “Cuando te das la vuelta y vuelves a tu casa es un poco triste el volver y decir ‘yo recupero mi vida’ y los que se quedaron allí se levantan mañana y tienen la misma historia debajo de su casa”

“Iba a ayudar a un amigo”
Raúl BelinchónLa Generalitat convocó a las siete de la mañana del sábado 2 de noviembre para intentar encauzar la riada de los voluntarios, pero se desbordaron todas las previsiones y la mayoría prefirió ir por su cuenta. La ola de solidaridad no había hecho más que empezar. Y en ese vasto contingente, destacaba la presencia masiva de jóvenes, muchos nacidos entre 1990 y 2010, pertenecientes a la llamada generación Z o de cristal, que alude a su supuesta fragilidad por sobreprotección emocional y a su presunta indiferencia hacia los problemas de los demás. Un estigma que, como sucede con las generalizaciones, se ha revelado injusto y, en todo caso, se ha hecho añicos con la implicación personal, emocional y también política de la generación de TikTok. Muchos de ellos han participado en las protestas improvisadas en los pueblos y en las manifestaciones en Valencia por la gestión de la dana.

“En Paiporta estuvimos limpiando garajes, todo estaba muy oscuro. Había marcos con fotos, zapatillas, y objetos personales que te hacían pensar en cosas que no gustan”
Raúl Belinchón


“De cómo era la atmósfera, si que no me lo esperaba cuando lo vi en persona. Tienes el olor, lleno de barro y la gente que lo vivió en primera persona, la gente afectada”Raúl Belinchón

Ambos fueron voluntarios en Paiporta un díaRaúl Belinchón

“La experiencia, muy impactante, me resultó muy útil, conocí gente increíble cada día y pude descubrir que la rama de protección civil es mi auténtica vocación; ahora estoy preparándome para entrar en el ejército”Raúl Belinchón


Molin: “No me veía capaz de ver lo que había pasado a unos kilómetros y quedarme en casa como si nada”Raúl Belinchón

Jiménez: “La primera vez fui con mi madre a Alfafar, después con mis amigos a Paiporta. Lo que más me impactó fue el barro pero lo que peor recuerdo es el olor.” Raúl Belinchón

Estudiantes de instituto, universitarios, trabajadores o chavales en paro atravesaban la pasarela peatonal, bautizada al poco como “el puente de la solidaridad”, que une el núcleo urbano de Valencia con la zona cero; recorrían varios kilómetros andando, en bici o en patinete para meterse en el fango de los garajes, sacar los enseres inservibles de las casas, repartir víveres, retirar el omnipresente lodo de las calles o caminar del brazo de los mayores por las resbaladizas aceras. “Me vieron salir por la mañana de mi garaje con las bicis destrozadas de mis hijos y con mi careto de circunstancias y dos chavalas y un chaval se quedaron conmigo todo el día, sacando mierda todo el día”, comenta un vecino de Catarroja, conteniendo la emoción. Ha habido infinidad de vídeos en X, TikTok o Instagram protagonizados por la gente joven en los pueblos de la dana. En varios de ellos se los ve limpiando en las calles al unísono, unos al lado de los otros y formando filas organizadas, en una suerte de coreografías del barro que se hicieron virales: las redes sociales han sido muy útiles para convocar a grupos de amigos, conocidos y desconocidos con el fin de bajar al lodo. Los voluntarios estaban por todos lados. Su presencia ha sido muy visible, sobre todo durante el primer mes después de las inundaciones. Luego, no han dejado de presentarse, de acudir a la cita, aunque en menor número. Como es lógico, la afluencia se ha ido reduciendo conforme pasaba el tiempo.
Esta respuesta altruista de la gente, y especialmente de los más jóvenes, ha sido la única noticia alentadora en la tragedia. Ha aportado luz en sus horas más sombrías a la población del territorio devastado por la dana. Así lo reconocen los vecinos con sus abrazos de despedida, sus gestos, sus comentarios, sus recuerdos y sus mensajes de agradecimiento: Gràcies, voluntaris.