«Lo asesinaron», escribió La Repubblica cuando Gianni Versace cayó abatido por los disparos en la escalinata de su mansión de Miami el 15 de julio de 1997, «como un príncipe empapado en su propia sangre, con una mano extendida hacia sus óleos, sus tapices, su oro». Aunque el tiroteo se atribuyó a un asesino en serie, cuando la noticia llegó a oídos de Lady Di (que se había hecho amiga del diseñador hacía poco tiempo y comprendía el coste de la fama más íntimamente que la mayoría), pareció confirmar sus peores instintos. «¿Crees que me harán eso?», dijo, según su antiguo guardaespaldas Lee Sansum, que afirmó haberla encontrado deambulando por la cubierta del yate de Dodi Al Fayed en la Riviera la mañana siguiente. La muerte de Gianni fue a la vez su último desengaño amoroso y un presagio de su propio episodio fatal en coche siete semanas después.
Las tragedias cinematográficas de las muertes de Gianni y Diana han reforzado sus mito y la importancia de su vínculo, relativamente efímero. Esta es solo una de las relaciones que se exploran en una amplia retrospectiva de la obra del diseñador italiano en el Arches de London Bridge, donde, entre una reconstrucción del armario de Elton John (en el que estaban, al parecer, todas las camisas de Versace), un santuario dedicado a Kate, Naomi y el nacimiento de la figura de la supermodelo, una oda al vestido de imperdibles de Liz Hurley y más de 450 piezas de archivo procedentes de veintiún colecciones, se encuentran cinco looks que Lady Di lució en sus últimos años. «A Gianni le encantaban sus contactos londinenses», explica Sakai Lubnow, uno de los comisarios de la exposición. «Y en el mundo de la moda no había mayor cumplido que el hecho de que la Princesa Diana llevara tu ropa».
Todo empezó con la colección de alta costura otoño-invierno de 1995 de Atelier Versace, que supuso un giro notable desde el glamour hiperornamentado de la marca hacia un look más sobrio y entallado. Fue más o menos cuando el divorcio de Diana y el Príncipe Carlos llegaba a su término, lo que trajo consigo una mayor libertad y una mayor aceptación de los diseñadores internacionales en el vestuario de Diana. «Gianni y Diana se habían conocido años antes, en una gala celebrada en 1985 en el Teatro alla Scala de Milán», explica Lubnow. «Pero no fue hasta que se liberó del protocolo real cuando Gianni pudo dar verdadera forma a su imagen. Ella necesitaba un corte fuerte, y él tradujo su fuerza y pureza en algo elegante, moderno y cool«. En aquellos años, Diana recurrió cada vez más a Gianni, y su bolso «Diana», con cierre de medusa, le gustaba tanto como el de Lady Dior, del que tanto se hablaba.
«Su ropa era casi como un semáforo que señalaba su estado de ánimo», escribió Anna Harvey, estilista de Diana, en el número conmemorativo del Vogue británico de octubre de 1997. Los vestidos y los trajes de noche que Gianni diseñaba para ella eran, según Harvey, «sus looks más logrados hasta la fecha». Un ejemplo: un traje de falda rosa pálido (prestado por un coleccionista suizo para la exposición) que Diana lució en el Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía en 1996. Fue su primera aparición pública desde que firmó los papeles del divorcio, y ese mismo año colaboró en el prólogo de un tomo de Versace, Rock & Royalty, en el que el diseñador emparejaba a los personajes más famosos del mundo con los fotógrafos más prestigiosos de la época. «Gianni Versace es un esteta», decía la princesa en las primeras páginas. «Busca de la esencia de la belleza y la capta con gracia y soltura».