Intracomunicación: cómo ayuda hablar contigo misma
Cuando hablamos de comunicación, por lo general, vienen a nuestra cabeza todas las formas que empleamos para hacernos entender con el otro. Hablamos del lenguaje no verbal, de cómo ser más asertivos, incluso buscamos métodos para mejorar nuestra oratoria, sin embargo, no solemos revisar nuestro diálogo interno, ese que no cesa jamás y que determina, en gran parte, nuestro autoconcepto. Para Mónica Galán Bravo, experta en comunicación y autora del reconocido Método BRAVO, la verdadera revolución comienza desde adentro, con la manera en que nos hablamos a nosotras mismas. Nos explica que esta práctica, conocida como intracomunicación, no solo moldea nuestra autoestima, de hablar contigo mismo, sino también nuestra capacidad de relacionarnos con el mundo.
“El filósofo Immanuel Kant decía: ‘No vemos el mundo como es, sino que vemos el mundo como somos’, y es a partir de ese esa visión subjetiva, de todos esos sesgos que nos están condicionando la manera que tenemos de interactuar con las demás; es que nos colocamos en el mundo. Pero todo parte de cuál es la visión que tengo de mí misma”. Esta perspectiva personal, teñida por miedos, inseguridades y creencias, puede afectar negativamente nuestras interacciones, y la experta llega a afirmar que, en ocasiones, las personas con baja autoestima pueden ser peligrosas. “Piensa en esa frase de ‘el ladrón cree que todos son de su condición’. Nuestros propios miedos distorsionan la mirada hacia los demás y hacia nosotras mismas”. Según Galán, este fenómeno puede manifestarse como una especie de autoboicot: “Nos acabamos malogrando con nuestros propios comentarios”, y reconoce que llegar a mirarse con buenos ojos requiere de mucho trabajo de autoconocimiento y largas sesiones de terapia.
Una amistad contigo misma
Un paso crucial para mejorar la intracomunicación es cambiar el tono de las conversaciones internas. Para Galán, esto implica “hacerse amiga de la que vive en tu azotea”, dicho en otras palabras, aprender a ser amable con una misma, incluso cuando no todo salga tal y como queríamos. “Hay que mirarse al espejo y pedirse para salir. Tener una autoestima sana no significa pensar que lo hacemos todo bien, sino practicar la autocrítica sin machacarnos. Si nos tratamos peor de lo que trataríamos a una amiga, necesitamos replantearnos nuestra situación”.
Esta mirada compasiva y empática también incluye valorar los propios esfuerzos, ser conscientes de lo mucho que nos ha costado llegar hasta donde estamos y bajar el nivel de autoexigencia. “Cuando me hablo diciendo que lo he intentado y que merezco poder intentarlo una vez más, soy capaz de generar la sensación de merecimiento que todos anhelamos y que muchas veces no nos damos nosotras mismas». La experta en oratoria nos recuerda que no podemos tener el control absoluto de nuestros resultados: “Siempre digo que cuando las cosas salen bien, me quiero y lo celebro; pero cuando salen mal, me quiero el doble. Necesito ese extra de cariño para volverlo a intentar”, y nos recuerda que lo negativo suele durar en nuestra memoria hasta cinco veces más que los recuerdos positivos.
La fuerza de la intercomunicación
Además de la intracomunicación, Galán enfatiza el poder transformador de la intercomunicación, es decir, el diálogo con quienes nos rodean. Para ella, esta práctica no solo ayuda a fortalecer nuestra confianza, sino que también nos permite vernos desde nuevas perspectivas. “Muchas veces, le digo a la gente que quiero, ‘ojalá os vierais con mis ojos’. Porque solemos ser tan críticas con nosotras, que no apreciamos todo lo que tenemos y que otros sí son capaces de ver”, y propone un juego en el que busquemos retroalimentación positiva a personas de confianza: “Pregúntale a alguien cercano y que sea importante para ti: ‘¿Qué es lo que mejor hago?, ¿qué es lo que más te gusta de mí?, ¿en qué crees que te he sido de ayuda en algún momento?’. Este ejercicio, sencillo, pero poderoso, puede ayudarnos a descubrir cualidades que damos por sentadas”.
El camino hacia una mejor intracomunicación no es inmediato ni lineal. Según Galán, requiere paciencia, autoconocimiento y, en algunos casos, ayuda profesional. «Muchas veces necesitamos levantar el pie del acelerador y empezar a mirarnos con una perspectiva menos exigente, más humana». Esta combinación de autocompasión, conversaciones valientes y apertura a nuevos puntos de vista, puede ser la clave para construir una autoestima más sólida y ganar la confianza necesaria para enfrentarnos al mundo. Porque, como bien apunta Galán, «la relación que tenemos con nosotras mismas condiciona todas las demás».