Un año y medio antes de que Dolly Meckler se comprometiera, sus padres la llamaron desde la tienda de Pucci que hay en el Woodbury Commons Premium Outlet de Nueva York. Le dijeron: «Hemos encontrado tu vestido de novia». Dos años después, Meckler caminó hacia el altar del Templo Emanu-El con ese mismo vestido, aunque en una versión ligeramente rediseñada y confeccionada a medida.
«Toda la boda se planeó al revés: fue un trabajo en equipo. Cada decisión que tomamos la tomamos juntos, incluso nuestro compromiso lo planeamos juntos», cuenta Meckler a Vogue sobre su relación con su ahora marido Jordan Cohen: «Yo sabía exactamente cuándo iba a ser, decidimos juntos la fecha y compramos juntos el anillo».
Nathan Supan
Una vez que la pareja fijó la fecha de la boda en mayo de 2024, Meckler y su madre emprendieron la ardua tarea de buscar el vestido de novia. Después de visitar todas las tiendas de novias clásicas de Nueva York y salir con las manos vacías, el dúo madre-hija se puso en contacto telefónico con Woodbury Commons. Veinticuatro horas y un viaje en autobús después, Meckler se estaba probando el mismo vestido de Pucci que sus padres habían visto 18 meses antes: «Me lo probé y ni siquiera me subía por los brazos, la falda no cerraba del todo, pero todos nos dimos cuenta de que era el elegido», recuerda Meckler. «Es una pieza muy alegre. Así que dijimos: ‘Nos lo llevamos, y también la capa'».
El vestido blanco de volantes pertenece a la colección cápsula Tomo Koizumi x Pucci de primavera 2021 y consta de tres piezas: un top con cremallera trasera, una falda larga y una capa. Una vez conseguido el traje, el siguiente paso fue hacer los arreglos necesarios para adaptarlo a la boda. Después de hablar con varias costureras que «no querían tocarlo», Meckler encontró a Tatianna, una maestra de la costura que vio el vestido de novia de Pucci como un reto: «¿Y si lo reconstruimos? ¿Y si lo convertimos en un mono? ¿Y si lo convertimos en una chaqueta bolero? Porque ya ves que no te entra bien…», explica Meckler. «Se nos ocurrieron todas esas ideas, pero luego seguimos mirando las fotos y decidimos que no podíamos alterarlo. Tiene que ser como es. Pero añadiendo una cola… para hacerlo más grandioso. Y ahí es donde entró en juego la capa».
Nathan Supan
La costurera insertó paneles laterales de red para que Meckler pudiera relajar los brazos hacia abajo y cosió la capa a la falda para crear una larga y esponjosa cola. El vestido iba forrado en suave tela rosa y amarilla de Emilio Pucci que la costurera separó (y luego volvió a unir) para poder reconstruir el vestido sin estropear el delicado forro.
Con un vestido tan extravagante y un lugar igual de extravagante para la ceremonia –el Templo Emanu-El cuenta con una larga alfombra roja, que le encantaba a la pareja–, Beckler no sabía muy bien cómo complementar su exclusivo look nupcial. La novia se inspiró en los desfiles de Koizumi y optó por un sencillo moño bajo con un maquillaje mínimo y labios rojos (a juego con la alfombra y el ramo de flores que llevó al altar). «Pero también me di cuenta de que suele presentar unos puños que van con todos sus vestidos y que suelen ser de un color que contraste», añade Meckler. «Pensamos que el negro quedaría muy bien», y el look quedó completo: puños negros con sus volantes y todo.
John Magcasi
John Magcasi
El día de la boda, Meckler se puso una camisa de Pucci para arreglarse (una pequeña sorpresa para su cortejo nupcial) mientras que su padre –diseñador gráfico de profesión que se encargó de todo el material de la boda– incluyó una nota sobre su vestido en el programa de la ceremonia. «Nadie sabía quién era de Tomo Koizumi, así que no sabían qué esperar en cuanto a la forma, pero en cuanto vieron Pucci entendieron que sería muy colorido», explica Meckler. «Mi madre quería que la gente supiera que por debajo era un Pucci, y en las bodas judías se hacen estos círculos al final. Mi prima, que era mi dama de honor, me ayudó a recoger la cola y enseñé el forro interior para que todos lo vieran. Y todo el mundo se quedó en plan: ‘Dios mío, que pasada'».
Izzy Meckler
Los oes de admiración continuaron mucho después de la ceremonia, cuando Meckler y su nuevo marido cruzaron la calle hasta Central Park para hacerse fotos. «Vamos a Central Park todos los días, pero ir a Central Park con este vestido tan rimbombante y tan escandaloso fue muy divertido», recuerda Meckler. «Todo el mundo sacaba el móvil para hacer fotos. Había un niño que estaba llorando y en cuanto vio el vestido paró de llorar. Eso es lo mejor de todo: poder sacarle una sonrisa a la gente».
John Magcasi
Este artículo se publicó originalmente en Vogue.com