La regla danesa de decoración que confirman los expertos en bienestar
He descubierto que soy un poco danesa en temas de decoración. Cuando tuve que elegir una lámpara para el salón de mi casa estuve un buen rato probando bombillas en la tienda para dar con el punto de calidez que me provocaba calma y cierta paz mental. Al final elegí un poco a ojo y por intuición. Y digo que soy un poco danesa porque leyendo el libro Hygge: la felicidad en las pequeñas cosas, de Meik Wiking, descubrí que los daneses tienen una técnica muy depurada a la hora de iluminar su casa. Para ellos es una obsesión, un mantra, y tienen su particular cultura al respecto. Todo ello proviene, según Wiking, “de la falta de contacto con la luz en el mundo exterior desde octubre hasta marzo”, en referencia a los largos y oscuros inviernos del norte de Europa. De hecho, comenta irónico que incluso en los pisos de estudiantes con presupuestos ajustados hay lámparas de diseño danés que emiten una luz suave y difusa, más amarilla que blanca. “Los daneses seleccionan lámparas cuidadosamente y las colocan de forma estratégica para crear relajantes charcos de luz. Es una forma de arte, una ciencia y una industria”, añade.
El truco para crear una iluminación ‘hyggelig’
Una iluminación hyggelig es cálida, confortable, parecida a la que emiten las velas (otra de las grandes obsesiones danesas). Y para conseguirla hay una regla de oro: cuanto menor es la temperatura de la luz, mejor (y más hygge). Y para saber elegir, afirma Wiking, el punto óptimo está en torno a 1800 grados Kelvin (K) porque es lo más parecido a la luz de una puesta de sol o de las llamas de leña (por comparar, una luz fluorescente suele tener 5000 K). Estos grados se pueden comprobar fácilmente al comprar las bombillas que vamos a usar, sobre todo al elegir luz para espacios pensados para la desconexión y el descanso. Respecto a la forma de las lámparas y sus pantallas, las que tienen plisados plegables o superposición de pantallas son las favoritas de los danesas porque consiguen una luz difuminada.
La neuroiluminación está de moda
Aunque esta costumbre danesa es una vieja conocida para los incondicionales del hygge (una filosofía antídoto contra los fríos inviernos nórdicos), actualmente la denominada neuroiluminación es una tendencia en auge, no solo en el mundo de la decoración sino del bienestar. De hecho, los neurólogos confirman que precisamente los cerebros migrañosos son sensibles a la luz y pueden experimentar mayores dolores de cabeza si están en ambientes con luces intensas.
Por eso, la recomendación general, sobre todo en espacios de la casa que invitan al descanso, es decantarse por elegir luces cálidas (con más presencia de luz roja y amarilla) ya que de alguna manera recrean la luz natural. Así lo explicó recientemente Xavier Carretero, de Regenera Clínic, en una sesión de neuroiluminación celebrada con motivo del 75 aniversario de La Casa de las Lámparas. Se trata, por ejemplo, de pensar en cómo nos relaja el atardecer, precisamente porque es una luz cálida. Y el amanecer, por el contrario, nos activa con una luz más fría. “Esto es lo que debemos replicar en nuestros hogares, lo que hace la naturaleza. Además de la mejora del bienestar emocional, la luz puede determinar el rendimiento y el descanso. Una iluminación cálida y suave genera calma y relajación, en cambio, una iluminación fría favorece actividades como estudiar o trabajar ya que estimula la energía”, afirmó Carretero. Precisamente por eso se desaconseja la exposición a la luz azul ya que aumenta el cortisol, la glucosa y la insulina y no incita al descanso.