La Sociedad Cervantina estrena teatro en Madrid de la mano de Celia Freijero, María Folguera y Leticia Dolera

Celia Freijeiro había trabajado con María Folguera con antelación; también con Leticia Dolera –es una de las protagonistas de Vida Perfecta– . Sobre el escenario se encontraron las tres. “A mí me gustaría ser como Bergman y crear mi propia familia cinematográfica, que también puede ser ahora teatral”, comparte la realizadora. “Entendí por qué quería [Celia] que lo hiciera y eso, en cierto modo, me dio permiso de decir: Vale, tú sabes que yo lo pasaré por mi filtro, no vengo de donde venís vosotras, no tengo todo ese bagaje y tal”, continúa. “Eso también era un valor, precisamente no conocer el Quijote como lo puede conocer María era un valor, porque hay cosas que ella y Celia dan por sentadas, que el público va a entender. Es la oportunidad de que yo pueda hacer de bisagra para acercar el texto al gran público”, añade.

“Cuando invité a María –llevábamos ya mucho tiempo colaborando juntas en esta investigación, primero con las Novelas Ejemplares, con los personajes femeninos de Cervantes– nos encontramos con una materia prima riquísima que te permite jugar, posar la mirada en distintas cosas que según el momento en el que estés te interpelen con generosidad”, comparte Freijeiro. “Yo creía que a Leticia este monólogo le iba a sonar, llamar, tocar y sorprender”, apostilla. Que nadie espere de esta Marcela, eso sí, una renovación del texto (sí de la escenografía, claro). “Cervantes no necesita modernización. Aunque un poco grandilocuente, él es uno de los inventores de la modernidad, de lo que ahora entendemos, sobre todo en escritura y en literatura”, explica Folguera. “Permite el juego intertextual en el que está el tuétano del texto original, el soliloquio de Marcela íntegro. Alrededor se ha construido el cuerpo, que es la obra. Tiene esas capas sucesivas en las que hay relación con el público, la voz de Quijote, la de los pastores que quieren juzgar a Marcela, la del público y la de la propia Marcela. Es una sucesión de invitados a la palestra y eso lo hace plenamente moderno, es algo que estamos discutiendo ahora en este año”, apuntala.

“Joder, qué visionario y qué valiente y qué visión de progreso en ese momento”, expresa Dolera. “Entiendo que Marcela es un homenaje a sus hermanas –una era tachada de puta y la otra se fue a un convento para que la dejaran tranquila–. Era algo que tenían que hacer, se habían obligado muchas para no casarse con un señor, tener el contrato sexual del matrimonio, no poderse divorciar, tener hijos y obligarse a tener sexo, apetezca o no”, cuenta la directora. “Se tenían que ir al convento y ahí encontraban la libertad. Una libertad que no es real, porque para ser libre te tenías que encerrar entre cuatro paredes. Era una libertad con condiciones. La libre elección, ahí, se pone muy en cuestión”.

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