Notice: La función wp_get_loading_optimization_attributes ha sido llamada de forma incorrecta. Una imagen no debería ser diferida y marcada como alta prioridad al mismo tiempo. Por favor, visita Depuración en WordPress para más información. (Este mensaje fue añadido en la versión 6.3.0). in /home/farandulaymoda/public_html/wp-includes/functions.php on line 6121
Notice: La función wp_get_loading_optimization_attributes ha sido llamada de forma incorrecta. Una imagen no debería ser diferida y marcada como alta prioridad al mismo tiempo. Por favor, visita Depuración en WordPress para más información. (Este mensaje fue añadido en la versión 6.3.0). in /home/farandulaymoda/public_html/wp-includes/functions.php on line 6121
Nadie se va a llevar las manos a la cabeza si afirmo que vivimos en un país dividido en dos políticamente. Quizá no en la calle, pero sí cuando nos metemos en Internet o empezamos a escuchar las tertulias televisivas, que, cada vez más, tienen menos opiniones variadas: las mesas de debate son personas que opinan lo mismo y, como mucho, tienen un elemento provocador que les lleva la contraria.
Las cadenas, lejos de limitarse a alejarnos del mundanal ruido de fondo, han elegido el bando político con el que se identifican y preparado su parrilla en base a lo que directivos les han encargado, incluso en sus programas de entretenimiento más puros. Y, al final, lo que queda es una televisión de extremos, dedicada exclusivamente a ratificarle al espectador lo que ya piensa, no desafiarle en ningún momento, insistir en lo mismo hasta que sea verdad, dar voz a discursos cada vez más peligrosos y no contrarrestarlos en ningún momento. En este panorama, ‘El Hormiguero’ y ‘La Revuelta’ tuvieron ayer una simbiosis que expresa, quizá mejor que ninguna otra cosa que haya pasado hasta ahora, el público al que van dirigidos… aunque quieran disfrazarse de otra cosa.
Cano contra Broncano
Cada vez queda menos gente que esté dispuesta a defender que ‘El Hormiguero’ es un programa políticamente neutro que solo busca divertir. Es imposible desde el mismo momento en el que traen constantemente invitados tendentes al mismo tono ideológico: Bertín Osborne, Arturo Pérez-Reverte, Nacho Cano, Mar Flores… Rara es la entrevista donde no se hable del presidente del Gobierno en un tono belicoso, con la tertulia política después para seguir metiendo baza. El programa de Pablo Motos empezó siendo un formato de entretenimiento familiar, pero ha acabado siendo de pura militancia.
Ayer, Nacho Cano calificó al Gobierno de «banda criminal» e indicó que, si era asesinado, había dejado dinero en una cuenta corriente. Por supuesto, su discurso fue recibido con un sonoro aplauso por parte del público y de un impresionado Motos, que ya se había llevado su anhelado titular para afianzar a su público fiel y su ejército de «silenciados» en redes sociales. No hay manera ya de negar que ‘El Hormiguero’ tiene ideología, porque le da voz (sin nadie que lo rebata) a cualquiera que tenga una opinión en contra de los mandamases actuales.
Enfrente tienen ‘La Revuelta’, un programa que está más unido de lo que le gustaría al formato de Motos: no es político per se, ni van a pedir el voto a favor de nadie, pero su tono reivindicativo es claramente de izquierdas. Solo en dos programas de esta temporada se han defendido unas condiciones laborales decentes para los bomberos, el fin del genocidio en Gaza, las asociaciones que luchan contra el cáncer y el derecho a la vivienda. No son ideas partidistas per se, pero con unos presentadores que nunca han negado de dónde les tira la sisa solo hay que sumar dos más dos.


‘La Revuelta’ no quiere ser política, pero, aunque critiquen al gobierno (ayer mismo Jorge Ponce afirmó que no confiaría que ninguno de ellos no hubiera robado), lo es. Y a nadie se le ha escapado que, entre la tontería y desde el propio título, se esconde una reivindicación, un búnker en las noches para el público al que le ha dejado de entretener ‘El Hormiguero’ y quiere sentirse luchador desde el sofá. Y ayer se encontraron los dos mundos.
Mariló y los toros, relación si la hubiere
David Broncano recibió a Mariló Montero como se recibe a cualquier invitado en el programa: con una sonrisa, un abrazo y un «¿Qué tal?», dispuestos a hacer la publicidad obligada de ‘Masterchef Celebrity’. Sin embargo, nunca llegó: la cosa terminó con el público abucheando y gritando, el presentador rebatiendo sus argumentos y Montero, con una sonrisa de oreja a oreja, convencida de que iban a cortar su intervención (y consciente de que habría estado mucho más cómoda en Antena 3). El ambiente de guerrilla definió a ‘La Revuelta’ ayer más que ningún otro programa hasta la fecha. Fue desagradable, tenso e histórico: nunca en el prime time se había visto a entrevistada y entrevistador tan reacios a mantener la paz y el decoro.


Montero tiró del manual habitual: la politización de TVE, el «ya no se puede decir nada» (dicho, como siempre, en horario de máxima audiencia), los toros… De nada sirvieron las respuestas de un Broncano clarísimamente nervioso o el enfado del público asistente, que afirmó que ‘La Revuelta’ no era un programa político, sino que defendía causas sociales que deberían ser transversales. Montero, quejándose de que nunca le darían voz en TVE desde un programa de TVE anunciando un reality de TVE, no sabía hasta qué punto estaba jugando en campo enemigo, y no soltó el rifirafe hasta el final, cuando, a la pregunta del dinero, hizo una última referencia al Fiscal General del Estado y al Falcon, con el presentador repitiendo «¡Y no para, no para!». Finalmente, Broncano acabó insinuando que no se había sentado para no recibir una estocada de la famosa, y se fundieron en el abrazo de despedida más incómodo posible.
Lo que para ella era el pan de cada día en las mesas de debate televisivas, el clásico y nocivo «infotainment», para Broncano fue nuevo, delirante y amargo. ‘La Revuelta’ quiere tirar a todo el mundo (no hay noche sin un chiste a costa de Pedro Sánchez o Ábalos) y ser apolítica, y oculta su ideología entre el entretenimiento mejor que ‘El Hormiguero’, pero ayer no le quedó otra que, por primera vez en 163 programas (a los que hay que sumar 1022 de ‘La Resistencia’), mojarse. Fue una estrategia defensiva, la única de bloquear un discurso que nunca debería haber entrado en un programa con su target. Broncano salió reforzado, y seguirá así siempre que el incidente no se vuelva a repetir con otros invitados mal escogidos.
En un país eternamente cainita, siempre deudor del ‘Duelo a garrotazos’ de Goya, parece que no podemos permitirnos una hora por la noche en la televisión lineal para descansar la cabeza. Lo de ayer fue un roce duro, áspero y desagradable, como pocas veces se ha visto en televisión (y lejano al concepto de «tonterías graciosas para todos» que pretenden hacer Castella, Ponce y Broncano), pero necesario. Porque ‘La Revuelta’ ya no puede seguir vendiendo su imagen de programa apolítico y de simple entretenimiento, y en su mano está seguir siendo una alternativa o convertirse en un contrapeso de ‘El Hormiguero’. Francamente, espero que sigan con lo primero. Bastante política enervante tenemos ya.
En Espinof | Las 13 mejores series de 2025 (por ahora)