Fue entonces cuando de manera inesperada encontró en la escena de Drag Kings de Barcelona un universo que le abrió las puertas de la que hoy es su verdadera pasión. “Como necesitaban prendas para sus shows –en ellos performan la masculinidad, la critican, la ponen en duda…– buscaban esos trajes que no encontraban sin tener que rebuscar en tiendas vintage o en departamentos masculinos. En un momento dado me pidieron que les ayudase con el vestuario y eso fue una bomba. No solo para les Drag Kings, que abrazaron el poder que tiene la ropa para transmitir ciertos conceptos; sino también para mí, porque ahí me di cuenta de qué impacto tiene la moda como herramienta de acción social, o de discurso, en esos cuerpos. Así surgió Lancaster Studio: de la necesidad de la comunidad. Y para mí eso es lo más importante”.
La relevancia de este aspecto, el de el reclamo de la comunidad, se ha convertido en el alma de todo el proyecto. No en vano, desde que surgiese la firma, las creaciones de Rovira han sido el fruto directo de su compromiso para-con sus clientes. “Es difícil hablar de marca, porque siempre trabajamos bajo demanda y adaptándonos al cuerpo y las necesidades de cada persona”, explica en este sentido. “Lo que tomo de la sastrería es precisamente eso: sacar lo mejor de alguien, enfatizando la belleza de sus medidas. En lo que concierne al diseño, no trabajamos como en una marca al uso que necesita ponerle un toque personal a las prendas, o diseñar en torno a un concepto; aquí estamos al puro servicio de que la persona se sienta a gusto», desarrolla.