Las razones son más que obvias. La tiranía de los tacones altos decae cada vez más y la comodidad a la hora de andar impera sobre todas las cosas; dos hechos que han derivado en pura experimentación. Jugar con la textura satinada de las bailarinas de ballet y el punto grueso de los calentadores puede ser una propuesta más que interesante (a la que, por cierto, también podemos añadir unas medias o leotardos por debajo), a pesar de que resulte controvertida.
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Son todo un éxito en el street style de Shanghái y de la mayoría de las ciudades asiáticas. Es más, puede incluso que a algunas de nosotras nos despierte la vena nostálgica, ya que, recordemos, los calentadores dejaron su huella en la década de los 90 y principios de los 2000. Por todo ello, las bailarinas y los calentadores crean un combo pluscuamperfecto, que se aleja de lo básico, y que crea así una microtendencia divertida a la que podríamos sacar mucho partido este otoño.