Un tipo de fotografía que supone abocarse a la falta de control y que parecería que nada tiene que ver con la de moda, pero que sí ha influenciado sus editoriales. Sobre todo, en cuanto a su uso del color. “Es como estar en un cuento, como una fantasía salida de El mago de Oz. Me encanta el amarillo. Soy del azul del mar, del cielo… Todo lo que represento es luz o alegría, aunque ahora la tendencia sea todo lo contrario: ir hacia tonos fríos. En cierto modo, lo que hago no está a la última”, comparte sin rubor.
Ese nunca ha sido un problema para Gómez-Maestre, alejado desde sus inicios de la tiranía de las tendencias. “Uno de mis primeros trabajos fue en Los Ángeles. Iba a ser el ayudante de la fotógrafa, pero se quedó embarazada y yo la relevé”, recuerda sobre su etapa en American Apparel. “Tenía una nave industrial solo para mí y durante los findes aprovechaba para desarrollar mi propio lenguaje. Si durante la semana las fotos eran sobre un fondo plano y blanco y con chicas que no tenían aspecto de supermodelos, el sábado fotografiaba a gente andrógina, con luces tenues…”, recuerda haciendo gala de su capacidad para aprovechar las oportunidades que se presentan. “Llevo muchos años en la industria. Vivo tranquilo en París, sin estrés ni ansiedad. Es un buen lugar para crecer, pero si no fuese por eso estaría viviendo en una casa en la playa en España. En algún momento me mudaré”, promete.