Algunas portadas de discos siguen buscando convertirse en pequeñas obras de arte. No me refiero a obras de arte literales, a pinturas como las que decoraban las cubiertas de ‘Ys‘ de Joanna Newsom (2006), ‘Teenage Dream‘ de Katy Perry (2010) o ‘Melodrama‘ (2017) de Lorde, sino a imágenes muy elaboradas, narrativas y visuales, que cuentan una historia.
Este nuevo concepto de portada tiene tres rasgos claros: el encuadre panorámico con fondos paisajísticos o narrativos que aportan amplitud y profundidad; los autores aparecen de cuerpo entero, integrados en la escena; y, por último, son portadas pensadas para ser vistas en grande, sobre todo en un vinilo de 30x30cm.
Uno de los ejemplos tempranos de esta tendencia es ‘Titanic Rising‘ (2019) de Weyes Blood, donde la artista aparecía flotando en una habitación sumergida bajo el agua. También la edición deluxe de ‘Glory‘ de Britney Spears siguió esta idea de paisaje + cuerpo entero. En su caso, Spears aparecía liberada de unas esposas: no hace falta añadir nada más.
Estas portadas tan visuales, panorámicas y narrativas se han multiplicado en los últimos años, con ejemplos como ‘Desire, I Want to Turn Into You‘ (2023) de Caroline Polachek, ‘Harry’s House‘ de Harry Styles (2022) o ‘SOS‘ (2022) de SZA. Pero no ha sido solo cosa de la música internacional o del mainstream: las portadas de ‘FOMO‘ (2023) de Paula Cendejas o ‘Qué lástima‘ (2024) de Maren son igual de espectaculares y panorámicas, como para enmarcarlas y colgarlas en la pared.
En el último par de años la apuesta por portadas panorámicas se ha disparado: algunas cuentan historias intrigantes, como ‘Glory‘ (2025) de Perfume Genius o la portada alternativa de ‘Harlequin‘ (2024) de Lady Gaga; otras juegan con ilusiones ópticas, como ‘Si abro los ojos no es real‘ (2025) de Amaia; y otras pueblan sus escenas de personajes, como ‘Stampede‘ (2024) de Orville Peck o el aún inédito ‘From the Pyre‘ de The Last Dinner Party. Pero las auténticas reinas de las portadas este año están siendo Sabrina Carpenter y Taylor Swift, sobre todo con las ediciones alternativas.
Ambas han lanzado varias portadas alternativas de ‘Man’s Best Friend‘ y ‘The Life of a Showgirl‘, y la clave de esta tendencia está precisamente en el auge del vinilo: son portadas diseñadas para disfrutarse en gran formato, no en CD ni desde la pestaña de Spotify. La variedad de opciones permite a las discográficas vender el mismo disco múltiples veces; los vinilos alternativos abundan porque se venden a mayor precio y se agotan, y los artistas y diseñadores se frotan las manos imaginando nuevas maneras de contar la misma historia; los fans coleccionistas enloquecen.
Gracias al tamaño del vinilo, los diseñadores están experimentando con panorámicas, paisajes y detalles visuales que se pierden en formatos pequeños. Así, la portada deja de ser solo una “imagen de portada” y se convierte en un objeto artístico que el fan desea poseer en físico (muchos cuelgan los vinilos en la pared con marcos adaptados para decorar sus casas). Estas grandes imágenes permiten al público detenerse en los detalles del fondo, la composición y la narrativa, algo que no permite un simple retrato, al menos no de esta manera. Por supuesto, son muchísimo más llamativas en una tienda de discos.
Los artistas se están volviendo locos lanzando portadas alternativas espectaculares, que a menudo mejoran en calidad visual e impacto las originales disponibles en streaming. Es el evidente caso de la cubierta alterna de ‘The Art of Loving’ de Olivia Dean, una explosión de color que contrasta con la aburrida portada oficial. También las ediciones de ‘I Feel Everything’ de Maggie Lindemann (otra que, como Perfume Genius, aparece tirada en el suelo, todo un género visual en sí mismo) o ‘Deeper Well‘ de Kacey Musgraves -con la artista tumbada en el césped en posición fetal- son portadones: inmersivos, narrativos, obras de arte que invitan a descubrir un mundo.
Pero este tipo de portada no vive solo en ediciones alternativas: ciertos artistas, como Zahara con ‘Lento Ternura‘, siguen interesados en lanzar portadas únicas y 100% identificables que son declaraciones de intenciones, manifiestos visuales que representan el disco sin distracciones y de forma icónica, como tantos clásicos del pasado.
Este exceso de opciones ha generado críticas entre algunos melómanos, que consideran que el arte de la portada ha muerto porque ya es imposible publicar imágenes verdaderamente icónicas cuando un disco ya no se identifica con una sola portada, sino con varias. En este sentido, no deja de ser llamativo que la portada más icónica de los últimos tiempos, la de ‘brat‘ (2024) de Charli xcx, represente justo lo contrario de la tendencia actual, recurriendo al minimalismo extremo.
Sin embargo, el debate en torno a la cubierta principal de ‘Man’s Best Friend’ de Sabrina Carpenter ha demostrado que la variedad de portadas alternativas no ha restado impacto a la original. Por supuesto, la portada icónica sigue existiendo, y ahí están las de ‘Virgin‘ (2025) de Lorde, que no muestra un cuerpo entero, o la de ‘Cowboy Carter‘ (2024) de Beyoncé, que sí lo muestra. Ninguna sigue la tendencia de portada panorámica y narrativa, pero ambas comunican contundentemente el contenido de sus respectivos álbumes sin necesidad de imaginar universos visuales llenos de personajes, detalles y escenas en los que perderse.