Las protestas juveniles convocadas desde el sábado en Marruecos para exigir reformas en los sectores de la educación y la sanidad, y que habían sido prohibidas por las autoridades, derivaron este martes en disturbios en varias ciudades del país. La Fiscalía de Casablanca ha anunciado la detención de 24 personas, entre ellas seis menores, tras bloquear el pasado sábado la vía rápida interna de Casablanca, en el marco de estas protestas juveniles. Asimismo, el martes fueron presentados ante la Fiscalía 37 manifestantes y el ministerio público decidió procesar a 34 de ellos en libertad provisional y a tres en prisión preventiva.
Las protestas se han registrado después de que el pasado septiembre murieran ocho mujeres embarazadas a las que practicaron cesáreas en el hospital Hassan de la ciudad sureña de Agadir. Las ocho muertes —provocadas, según algunos medios locales, por el mal estado del anestésico— sacaron a la luz las carencias del sistema de salud público. El director del hospital y la directora provincial de salud fueron despedidos. Pero eso no frenó la convocatoria de manifestaciones pacíficas en varias ciudades del país.
Tras las muertes de Agadir nació en las redes sociales un grupo anónimo que se autodenomina GENZ 212 (generación Z) y que usa en su nombre los tres dígitos del prefijo telefónico internacional de Marruecos (+212). La generación Z abarca a las personas nacidas aproximadamente entre finales de los noventa y principios de 2010. El grupo reivindica mejoras en la educación y la sanidad pública. También critica el gasto en grandes infraestructuras destinadas al Mundial de Fútbol de 2030, que coorganiza Marruecos junto a España y Portugal. Uno de los lemas de las protestas señala: “Hay estadios, ¿pero dónde están los hospitales?”.
El pasado 23 de septiembre el semanario marroquí Tel Quel denunció que se estaba impidiendo por la fuerza las manifestaciones. “Este episodio”, señalaba la revista, “es sintomático e ilustra una realidad: las protestas en torno a la crisis hospitalaria están creciendo, pero las autoridades prefieren la represión a las respuestas estructurales”.
El Gobierno marroquí se reunió este martes de urgencia y emitió un comunicado en el que manifiesta su “disposición a escuchar y comprensión de las reivindicaciones sociales” y su intención de responder a ellas de “forma positiva y a través del diálogo y el debate”. Pero, mientras tanto, las manifestaciones siguen prohibidas y la policía ha detenido a decenas de jóvenes.
En Marruecos, las autoridades no suelen ofrecer cifras sobre el número de manifestantes. Y mucho menos cuando las protestas no están autorizadas. Pero, más allá del número de asistentes a las protestas, resulta muy indicativo del malestar ciudadano el hecho de que las protestas se hayan extendido por varias ciudades.
El martes los jóvenes recurrieron a la violencia contra las fuerzas públicas, después de tres días de intentos de protesta bajo una fuerte prohibición de las autoridades y el prolongado silencio del Gobierno marroquí. Las primeras señales de enfrentamiento surgieron el domingo pasado, cuando un grupo de jóvenes encapuchados, supuestamente parte de GENZ 212, bloquearon temporalmente una autopista en Casablanca, lo que terminó con el arresto de 24 participantes. A esta cifra se suman otras 37 detenciones en Rabat.
El martes, los disturbios se extendieron a ciudades como Inezgane (sur), Ait Amira (sur), Beni Melal (centro), Temara (cerca de Rabat) y Oujda (este), causando un número indeterminado de heridos y detenidos, además de daños materiales.

El censo de 2024 señala que el segmento joven entre 15 y 30 años representa una cuarta parte de la población total del país, que ronda los 37 millones, mientras que la tasa de desempleo juvenil (15-24 años de edad) alcanzó el 47% en el segundo trimestre de 2025, según estadísticas del Banco Central.

La última vez que se produjeron manifestaciones de este tipo fue en noviembre de 2016, cuando el vendedor ambulante Mouhcine Fikri falleció triturado dentro de un camión de la basura en Alhucemas. Fikri intentaba recuperar la mercancía que le acababa de confiscar la policía. Aquello despertó el sentimiento de humillación de los más débiles hacia el Estado, dio lugar a manifestaciones que se saldaron con cientos de detenidos a lo largo de varios meses.