Laura Hojman, directora: “El papel de la cultura es decisivo, crea identidad y genera relato. Si las voces solo llegan desde Madrid o Barcelona, resulta todo hegemónico”

La dictadura que lo llevó a salir de España terminó entre 1975 y 1977, pero Agustín Gómez Arcos nunca se sintió bienvenido en España tras el franquismo. La cineasta tiene la explicación a lo que a priori puede causar extrañeza. “Él vuelve ilusionado y pensando que por fin ha llegado el momento en el que va a poder publicar. Se encuentra con un país que ha hecho borrón y cuenta nueva, que no quiere saber nada del pasado ni de su propia memoria porque le es incómodo. Eso es uno de los momentos más duros de su vida”, expone. “No quiero juzgar con ojos de hoy lo que fue porque igual se hizo lo que se podía en ese momento. Pero el borrón hizo que todavía hoy vivamos esas consecuencias de no haber hablado y haber recuperado a determinados autores. Nuestro relato, nuestra idea de país y nuestra identidad también está marcada por ese silencio”.

El país vecino, lo abraza. “Es un momento, en la Francia del 68, en el que se están recibiendo a muchísimos intelectuales exiliados e intelectuales de España. El lugar tiene ese carácter de país de acogida entonces y busca dar un espacio que aquí no se está dando. Creo que es una especie de orgullo también para ellos porque sí representan ese entorno cultural donde pueden trabajar y además ser libres», comenta Hojman. “Siempre ha habido cierto interés por la época de la Segunda República española, la memoria de España y también cierta atracción. Es curioso cómo las novelas de Agustín, que hablaban todas ellas de España, eran super leídas. Ana no se convierte en uno de los personajes literarios de Francia siendo intrínsecamente española. Es una mujer de Andalucía y hasta se hace una versión para televisión”.

El tono de Un hombre libre, a pesar de lo que pueda parecer, no es excesivamente melancólico. El metraje está plagado de anécdotas que construyen a esta figura y una de ellas pasa por un momento, en plena Movida, en el que se encontró compartiendo piso con Pedro Almodóvar. “Él era mayor y la gente era mucho más joven. Es comprensible que esas personas tuvieran necesidad de divertirse y salir de la represión, pero los mayores que habían vivido la censura y el exilio estaban en otro punto, no podían olvidarlo. Eso es lo que le sucede a Agustín. Su realidad no es la de la fiesta, que estaba muy bien, pero él necesitaba algo más. Se quedó solo en ese camino”. El director manchego, por cierto, participa en la película.

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