Un buen día Lawrence tuvo la idea de formar una banda llamada Felt. Publicarían 10 discos en menos de 10 años y después se separarían. Lo desarrolló entre 1982 y 1989 y lo cumplió. Después, formó otros proyectos como Denim, Go-Kart Mozart y Mozart Estate, pero jamás volvió a firmar nada como Felt, ni mucho menos quiso reunirlos para un directo. Esos pequeños detalles que construyen mitos. ¿Lo es Lawrence en estos tiempos en que, desde hace demasiado tiempo, ya lo único que importa es el éxito?
Will Hodgkinson, colaborador de The Guardian, MOJO y Vogue, ha pasado un año en compañía del artista. ‘superestrella de las calles’ (Editorial Contra) escribe su nombre en minúscula porque versa sobre una carrera que ha quedado en los márgenes de la historia del pop. Aún muchos artistas citan a Felt como influencia, como Belle & Sebastian, Girls o Ibon Errazkin en su último disco, que además se ha encargado de la traducción de este libro. Lo que ocurre es que ni el mundo ha terminado de ser justo con el autor de maravillas como ‘Sunlight Bathed the Golden Glow’… ni el artista tampoco es que haya sido demasiado justo con el mundo.
«un año con lawrence» es el retrato de un artista tan obsesionado con la integridad y con el verdadero indie, como gafado. Hasta las reediciones que pretenden reubicar sobre todo la carrera de Felt, por mucho el grupo más popular de Lawrence, le salen mal en cierta medida. A destacar ese momento en que Denim van a sacar la supercanción del verano de 1997, va Lady Di y se muere, y hay que cancelar ese lanzamiento porque justo iba a llamarse ‘Summer Smash’, luciendo como una parodia del fatídico accidente. El entorno de Lawrence le respeta, y aún a día de hoy se codea por ejemplo con Bobby Gillespie de Primal Scream, pero siempre que algo le puede salir mal, le sale peor.
Por otro lado, este libro no es una loa. La conclusión que deja es que pasar un año con Lawrence es pasar un año en el infierno. El relato comienza con el artista comentando cuáles son los mejores sitios -los mejores barrios, los mejores árboles- para mear, después de haberse atiborrado de té, no sin antes haber criticado el método de preparación del mismo de todo Londres. Maniático y escrupuloso, pese a vivir cerca de la mendicidad o incluso haberla conocido, es un hombre solitario, asexual, del que sus ex parejas no quieren ni oír hablar. Una de ellas a duras penas quiere ni salir en el libro.
La relación con sus ex compañeros de grupos se parece bastante al maltrato psicológico. Los problemas mentales y con las drogas de Lawrence no son pasados por alto, pero tampoco ocupan un lugar decidido en esta biografía, quizá porque el artista no para de intentar meter mano en los temas que van a aparecer o no van a aparecer en el relato. En un momento, se opone drásticamente a que aparezca cierta anécdota absurda sobre una tortilla, cuando cosas peores se cuentan. De hecho, muchas veces te preguntas por qué Will no le estrangula, por qué es tan tenaz con la idea de terminar este libro, de la misma manera que los vecinos de Lawrence y la gente que le rodea en su barrio no entienden nada de por qué demonios este ser es un héroe para alguien.
Criado en un entorno familiar complicado, pues la relación con su padre es muy mala, la relación con su madre es regulera también, y su hermana y tabla de salvación se queda embarazada a los 16 años, se casa y desaparece, Lawrence comprende en un momento que la imagen que puede dar en este libro es contraproducente, por lo que trata de justificarla ante el autor de manera somera en el último minuto. Lo que no quita que a lo largo de más de 300 páginas lo que te encuentres sean historias insólitas, y por extensión, al menos para quienes crecimos en los 90, divertidas (creo que la generación Z y posteriores simplemente no entenderán nada).
Porque hay una reivindicación de Lawrence como compositor y especialmente como letrista, incluso a través de los últimos discos de Mozart Estate, un grupo con 773 oyentes mensuales mientras escribo esto. Hay mucha sabiduría detrás de un pop que parece facilón. Pero sobre todo muchas anécdotas de las que alzan cejas. Otros libros se hubieran orquestado en torno a una actuación en Glastonbury, cuando el carácter escurridizo de Lawrence casi conduce a arruinar el show. O en torno a esos conciertos de sala a los que va poquita gente, si bien muy entregada, cantando incluso sus últimas canciones. Pues no, este está orquestado en torno a la colocación de un busto con la cara y la gorra de Lawrence en una galería de arte. Ahí sí que logra su sueño de resultar icónico…
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