Lidia García: “Una folclórica lo hizo todo antes”

Cartel de La bella fioraia di Madrid título italiano de La violetera.

Cartel de La bella fioraia di Madrid, título italiano de La violetera.Cortesía de Lidia García

Tenemos que hablar del Club de Amigos de Sara Montiel (cuyos estatutos rezaban 1º Nuestra estrella siempre tiene razón y 2º Cuando no la tenga se aplicará el artículo 1º) junto a los que la diva celebró su 46 cumpleaños con una fiesta que la revista ¡Hola! calificó de “una cena que pasará a la antología de las reuniones camp y gay”.

Sara Montiel sí que tiene esa especificidad de traer el glamour hollywoodiense como ninguna de ellas, tenía otra manera de proyectar su estrella, jugaba de una manera muy concreta con los límites de la transgresión en absolutamente todas sus películas y también en su imagen pública. Ella navegaba la idea del pecado como ninguna y, evidentemente, su trato con el colectivo era muy estrecho. Lo camp en España se construye en los 70 en torno a ellas [la tesis doctoral de Lidia García trata precisamente de eso], parece que es un concepto que viene de lo anglosajón y que la gente lo descubrió con la Met Gala, pero en los 70 Umbral ya estaba escribiendo artículos sobre lo camp.

Es curioso que en el caso de Montiel, mujer de armas tomar, encadenara dos matrimonios donde claramente se la ninguneaba: el primero con Anthony Mann, que ya hemos mencionado; y después con José Vicente Ramírez Olalla, que pocos minutos después de la boda le dijo que se despidiera de seguir siendo Sara Montiel, ¿qué lecturas haces de esto?

Esto nos da como una idea de hasta qué punto incluso mujeres que fueron iconos de la transgresión en muchos sentidos, no dejaban de estar expuestas a las mismos terrores del patriarcado que cualquier otra y especialmente vigiladas por la opinión pública, como era el caso de Sara Montiel. Con Anthony Mann en realidad tenía una relación bastante buena y cercana, él la apoyaba y siguieron siendo amigos después de divorciarse, pero sí que es cierto –y ella lo cuenta de manera muy abierta– que él ninguneaba particularmente los papeles que hacía en España. Él podía tolerar que fuera una secundaria muy atractiva en el cine de Estados Unidos, pero cuando venía a España o a Europa, ella ya no era una atractiva secundaria, sino que era una estrella con todas las letras, y ahí cambiaban las dinámicas de poder y eso claramente le molestaba. Y luego la relación con Chente es una absoluta locura. Para empezar, la presión a la que ella se sentía sometida (estaba ya divorciada, se había casado por lo civil y era la mujer más famosa de España), entonces ella se ve envuelta en una especie de vorágine que la empuja a ello. Y luego, el propio franquismo orquestó todo porque que vaya el abad del Valle de los Caídos a casarla a Roma significa que es algo que tiene un calado político importante.

Lola Flores, el sueño (frustrado) de ser una actriz reconocida

Lola Flores

Lola Flores en la Costa del Sol en 1961.Europa Press Historical/Getty Images

Y llegamos a Lola Flores. Es reveladora la fijación de nuestra diva con la italiana Anna Magnani, ¿era el espejo –interpretativamente hablando– en el que Lola hubiera querido mirarse de no ser porque los papeles que solían ofrecerle caían siempre en el cliché?

El caso de Lola Flores me interesa mucho justamente por lo que tiene de contra oportunidad. Es una figura de la que siempre señalamos la cantidad de triunfos que tuvo a todos los niveles y, además, de la que parece que se ha dicho absolutamente todo y casi siempre usando los mismos calificativos. Esta frase suya me encanta: ‘He puesto ricos a los productores y yo me he hecho muy famosa, pero en el fondo de mi corazón no era eso lo que yo quería hacer’. Lo que ella soñaba para sí misma, específicamente en el cine, estaba en Italia, concretamente en el neorrealismo y en la posibilidad de hacer papeles dramáticos a lo Anna Magnani. Así es como ella se soñaba a sí misma. La ironía es que en Italia va a ser casi más arquetípica que nunca, porque cuando Cesario González (poderoso productor de la época) la lleva al Festival de Venecia, es alucinante cómo la prensa italiana apenas sabe que es actriz, la catalogan de bailarina, siempre dentro de una especie muy concreta de españolidad.

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