La cuarta ola del feminismo llegó para traernos derechos, pero también optimismo. Durante los últimos años se ha puesto el énfasis en el autocuidado. Como necesitábamos alejarnos de ese discurso misógino –conocido de sobra por todas– que nos había acompañado desde pequeñas, empezamos a hablar de sororidad, de redes de amigas o de la importancia de sentirse bien con una misma (también con nuestro cuerpo). El empoderamiento se convirtió en un mantra, un estado vital deseable que convenía alcanzar cuanto antes.
Un torrente de optimismo que resultaba necesario y que fue lo que posibilitó la llegada del feminismo a la mayoría de los hogares. Lo que se consiguió hace unos años fue que un movimiento minoritario se convirtiese en algo transversal. Y hoy muy pocas personas tendrían problemas en declararse feministas.
Entre tanto, el pop de estadio capitaneado por divas como Taylor Swift, Dua Lipa o Beyoncé ha vuelto para cambiar el ocio, pero también nuestro ánimo vital. Buscamos en sus letras la conexión con las otras para sentirnos menos solas. Ellas lo saben y escriben canciones que después replicaremos en nuestros diarios o estamparemos en camisetas. Y ese ha sido el éxito de Swift, pero también de Charli XCX, que el pasado junio lanzó lo que muchos ya han bautizado como el disco de este verano.
En Brat [niñata en inglés], Charli se confiesa. Ese es parte de su éxito, sin por ello descuidar sus melodías pegadizas: para las masas, pero desde el underground. Porque en sus letras, que provienen de un diario en el que la artista ha ido plasmando sus emociones, se describen inseguridades, envidias, trastornos alimentarios… Y resulta que eso es también ser una chica.
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Porque ser una chica es complicadísimo; al menos, la mayor parte de las veces. Aunque nos gustaría, no podemos negar que el género determina nuestro día a día y cómo nos sentimos y el machismo estructural se encuentra con esos complejos que casi siempre nos acompañan. Y Charli ha sabido resumirlos en un solo álbum: desde la continua escrutación y comparación con las otras chicas al miedo a salir en una foto cuando solo puedes pensar en que tus brazos se verán demasiado anchos. Pero también el constante acoso callejero o los desprecios a los que nos enfrentamos desde que somos niñas, o el sempiterno síndrome de la impostora, mucho más evidente entre nosotras que entre ellos.