SP: Hoy por hoy, tenemos lo mejor de los dos mundos. Muchos días, las niñas, después del colegio, vienen aquí. Están con su abuelo, meriendan, tienen piscina. Pero, al final, en la casa de su abuelo, sus normas; en la nuestra, nuestras normas. Es la mejor manera de tener una buena convivencia.
FF-JS: Si a lo mejor la pregunta es que si en un futuro a nosotros nos gustaría trasladarnos aquí, pues probablemente sí. La idea es que las casas sigan siendo nuestras. Que no se conviertan en simples museos. Y es una maravilla vivir aquí. Una suerte.
Hablemos, entonces, de esa suerte. ¿Cómo hacéis para adquirir perspectiva sobre el privilegio que puede suponer la comodidad material que os rodea? ¿Se asocia, a veces, demasiado rápido el lujo material con la satisfacción personal?
SP: Como dices, somos unos privilegiados, y decir lo contrario sería faltar a la verdad. Pero sí que creo que hay un punto que es importante, y es que la familia de Fernando ha hecho un esfuerzo enorme de conservación para que esto sea un patrimonio que esté en España y que se pueda compartir. Lo han protegido con una Fundación [constituida en 1975 por Cayetana Fitz-James Stuart, abuela de Fernando]. Para ellos hubiera sido muchísimo más fácil, en generaciones anteriores, ir vendiendo cuadros y comprarse la mejor casa de Sotogrande, un barco, el chufufú o hacerse sus viajes y vivir sin trabajar. Pero no. No te puedes dedicar aquí a ‘vivir como un cura’ a costa de vender para pagar facturas. Eso ni de broma.
FF-JS: La decisión determinante de que todo este patrimonio histórico-cultural se haya mantenido vivo y unido probablemente haya sido reconstruir esta casa. Oye, que no es ninguna tontería. En el año 39 todo estaba devastado [en noviembre de 1936, el palacio de Liria fue bombardeado por la aviación franquista; quedaron en pie solo las fachadas]. Las economías, públicas y privadas, obviamente no estaban en el mejor momento. Pero entonces, mi bisabuelo decide reconstruir. Pudo haber hecho como hicieron muchas otras familias, vender la casa, vender el suelo. Un suelo en la calle Princesa no está nada mal. Pero entendió que lo que había aquí es un legado a cuidar por generaciones. Tenemos tapices, documentos y pinturas que compraron el primer duque de Alba y sus sucesores. No son temas secundarios. El tercer duque de Alba está retratado por Tiziano y por Rubens, el decimosegundo por Mengs, la decimotercera por Goya, luego por Zuloaga, por Sorolla… Lo que quiero decir es que es una historia que tiene mucho más valor unida que separada. Unida de verdad cuenta un relato. Una parte, aunque sea una parte pequeña, de la historia de España. Los privilegios llevan una serie de responsabilidades añadidas y una dedicación.