Los Perros no Entienden Internet de Depresión Sonora: crítica

Mientras escuchaba el nuevo disco de Depresión Sonora, he recordado aquella vez en que le recomendé una canción suya a un amigo, y tras escucharla, su respuesta fue “¿estás bien?”. Es cierto que recomendarle ‘Parte II: La abrazo con fuerza (Carta a la Soledad)’, aunque fuese de mis temas favoritos de 2022, quizás no era la mejor manera de introducirle a la música de Markusiano. Pero me he acordado de eso, y de que cuando recomiendas a Depresión Sonora te suelen decir que prefieren no embajonarse más, porque este segundo largo es la prueba de que hay bastante más luz aquí de la que parece. Y no solo porque una canción (la magnífica ‘La ley del pobre’) empiece diciendo “si pienso en tu olor se me pone dura”.

“Desde que tengo memoria hay voz aguda y en otro idioma que anida en mi cabeza. Siempre encuentro una excusa o el mundo la encuentra por mí para que la ignore y siga preocupándome por lo que sucede a mi alrededor y nunca dentro. Depresión Sonora surgió en un intento de escupirla, lanzarla hacia afuera (…) Me alegraba ver cómo esa enredadera os abrazaba a vosotros, pero no era capaz de paliar esa sensación constante de querer escapar, de que faltaba una pieza”, cuenta Marcos Crespo en un revelador texto que presenta este trabajo. En él, habla también de cómo Internet ha pasado de ser su refugio a hacerle daño, “aunque el mensaje nunca fuera del todo nítido, el resultado siempre era el mismo: pérdida de memoria y ansiedad ante el fracaso. El miedo a que otra persona más lo estuviera haciendo mejor ahí fuera. Percibirme feo, tonto e inútil. Nunca he soportado sentirme insuficiente”. No os extrañará que me acuerde de ‘Anela‘ de Belén Aguilera pues, pese a haber evidentes diferencias entre ambos, éste es también un disco terapéutico en cierta medida. Parece serlo para él, pero podría serlo también para quienes le escuchan.

Crespo articula todo este álbum alrededor de las ideas de dicho manifiesto, y con su perro Lucas -y los perros en sí- como simbolismo de ese otro lugar al que llegar, en el que poder parar dentro de lo posible (interesantísima la entrevista con David Pardillos de Infobae al respecto), en el que pasar de sobrevivir a vivir… para intentar ser un poco más feliz. Todo esto lo arma con un sonido que recuerda a sus inicios y a la vez se expande: la producción, de nuevo entre él y Harto Rodríguez, nos lleva por post-punk, pop de guitarras, electrónica lo-fi, synth-pop… y tiene incluso un final acústico en ese ‘Qué pena que nos vayamos a olvidar’, que según cuenta es un homenaje a Daniel Johnston. Por si alguien tiene curiosidad, ha subido un listado de todos los sintes e instrumentos utilizados.

Dividido por un interludio llamado ‘Éxodo 32: 15-28’, en el que Marcos rompe sus propios Diez Mandamientos para abrazar esa vida perruna (o, al menos, intentarlo), el tracklist comienza fuerte con una de las mejores canciones que ha compuesto, ‘La balada de los perros’, y ya ahí va asomando la patita (jé) la idea de cuidarse un poco más. “He pensado en mil motivos / en mil pasados, en estar a mi lado”, frente al ruido mental, el vender tu alma y ser otra rata que se aleja de la familia (‘Cómo será vivir en el campo’) o de los amigos (la espléndida ‘Desordenarlo todo’). Quizás las más claras al respecto sean ‘No te hables mal’, que anima a todos los raros a convertirse en perros, y ‘Me va la vida en esto’, que incluye un interludio adorable en el que “para no olvidar tan rápido quién soy” escuchamos a su yo pequeño. “Oh Dios, cuántos pecados con tan solo esta edad (…) recuerda, por favor, que en el fondo no eras tan malo” se dice a sí mismo Marcos Crespo, y quizás deberíamos decírnoslo nosotros.

Y es que, entrevistado por nuestro compañero Gabriel Carey, Crespo comentaba que la mezcla de inmediatez e incertidumbre crea mucha frustración y ansiedad en nuestra generación, una generación a la que puntualizaba que él no habla, o al menos no voluntariamente, porque se habla a sí mismo. Quizás por eso funciona tan bien. Depresión Sonora tiene además un extra que no veo tanto en otros grupos a los que se les añade la coletilla «generacional» como Carolina Durante, y es que con su música te identificas más si vienes de barrio o si has sido el rarito de clase. Y si has sido ambos, pues más aún.

Pero identificarse, como decía al principio, no significa regodearse en lo negativo de esta intensidad. Hay luz en muchas de las canciones de este disco, como en ‘Vacaciones para siempre’ (tiene pinta de que será de las más coreadas en sus conciertos) o ‘Guárdame este secreto’, quizás una de las que más muestra la luminosidad dentro del innegable punto darks que envuelve toda su música, y que, como aquí, puede materializarse en el romanticismo. Tove Lo, maestra en retratar con honestidad la autodestrucción y a la vez el querer salir de ella, me dijo en una entrevista que las canciones «empoderadoras» le hacían “sentirse un fracaso”, y quizás por eso la luz que hay aquí llega más, al no partir precisamente de una taza de Mr. Wonderful.

Si ‘El arte de morir muy despacio‘ (2022) nos confirmaba el talento de la catalogada “joven promesa” que surgió en pandemia, este ‘Los perros no entienden Internet (…y yo no entiendo de sentimientos)’ directamente acaba y tú recuerdas ese verso en que Markusiano dice “no soporto no ser un genio”. Permíteme dudar que no lo seas.

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