El 5 de abril de 1986 se produjo uno de los episodios más infames de la historia de la televisión, cuando Serge Gainsbourg le dijo a Whitney Houston: “¡Quiero follarte!”. El programa era Champs-Élysées, el late show de máxima audiencia en Francia, y la cantante estadounidense era aún desconocida en Europa todavía. Lo que no se recuerda tanto es que, justo antes del incidente, la artista interpretó en el plató Saving All My Love For You. Fue el primer single con el que obtuvo el número 1 en EE UU (concretamente, el 26 de octubre de 1985) y su historia es más compleja de lo que su tono meloso podría indicar.
Whitney Elizabeth Houston (Newark, EE UU, 1963) era sobrina de Dionne Warwick, además de hija de la cantante de soul y gospel Cissy Houston y de John Russell Houston Jr., exmilitar que acabó trabajando en la administración de Kenneth Gibson, el primer alcalde afroamericano de una gran ciudad en EE UU. Sus padres se separaron cuando Whitney tenía 17 años, y fue Cissy quien manejó su carrera con mano de hierro. Comenzó desde niña cantando en el coro de la Iglesia y, a los 14 años, su madre la invitó a sus actuaciones en directo en Manhattan, lo que provocó sus primeras ovaciones con el público en pie.
Después de que un representante de una agencia la viera en el Carnegie Hall inició una breve carrera como modelo adolescente. Apareció en revistas como Seventeen, Cosmopolitan y Glamour. Pero Cissy se empeñó en no apresurar las cosas. Si a su hija le empezaban a llover ofertas discográficas, ella las rechazaba hasta que terminase el instituto. En 1981 contrató como representante a Gene Harvey, quien le consiguió colaboraciones un tanto insólitas, como la que hizo en el tema Memories de Material, grupo de culto liderado por el músico de vanguardia Bill Laswell. Fue su primera aparición como voz principal en un disco, y, sobre la canción, el crítico del Village Voice Robert Christgau escribió que era “una de las más encantadoras baladas que jamás hayas escuchado”.

En 1983, y tras verla en un concierto, el dueño del sello Arista, Clive Davis, se quedó anonadado y propuso ficharla. Whitney tenía entonces 19 años, pero firmó el contrato en presencia de sus padres. Por aquella época, le ofrecieron también el papel como una de las hijas de la familia Huxtable en la serie televisiva La hora de Bill Cosby, pero consideró que eso le podía provocar una incompatibilidad con su emergente carrera musical, y renunció.
Una carrera que despega y dos romances secretos
El primer álbum de Whitney Houston se cocinó a fuego lento durante dos años. En ese tiempo, la cantante grabó duetos con estrellas de la música negra como Teddy Pendergrass y Jermaine Jackson. Fue entonces cuando afloraron los rumores de un romance entre Whitney el hermano de Michael, que era 9 años mayor que ella y estaba casado con Hazel Gordy, hija del jefe del sello Motown, Berry Gordy. Con el título homónimo de Whitney Houston, el disco de debut se publicó el 14 de febrero de 1985, pero pasó bastante desapercibido en un principio, al igual que su primer sencillo, You Give Good Love. Saving All My Love For You fue el segundo, y se publicó en el mes de junio, aunque la génesis de la canción se remonta más atrás.
En una de las actuaciones privadas para gente de la industria que organizó, a finales de 1983, Clive Davis invitó al compositor y productor Michael Masser, que había escrito éxitos para gente como Diana Ross, George Benson y Barbra Streisand. Masser se quedó sorprendido al ver que Whitney cantaba una versión de Greatest Love Of All, una canción de 1977 que él había escrito para que la interpretara Benson en The Greatest, un biopic de Muhammad Ali que se estrenó en España con el título de Yo, el mejor. Le gustó tanto su forma de cantarla que accedió a regrabarla con ella, junto a otra antigua composición suya, la citada Saving All My Love For You. Esta había sido registrada inicialmente por Marilyn McCoo y Billy Davis Jr. en 1978 pero, al escuchar la interpretación de Whitney, el productor vio que la canción tenía una dimensión mucho más poderosa que la original. Literalmente dijo que se podía convertir en “una canción que haga a las mujeres llorar”. La compañía no la veía como sencillo, pero Masser insistió e hizo una apuesta con Davis. Si en el siguiente concierto que ella iba a ofrecer, en el Roxy de Los Ángeles, todas las mujeres se ponían en pie al finalizar la canción, tendrían que promocionarla.

Desconocemos si eso ocurrió realmente, pero pasemos a imprimir la leyenda: la canción fue elegida como single, rodaron un vídeo en Londres que entró en imparable rotación en la MTV (una cadena que, entonces, solía excluir el soul y el R&B de su programación general y solo emitía sus clips en programas especializados). Al mismo tiempo, su compañía consiguió colocarla en el circuito de late shows televisivos, y ahí llegó el momento decisivo: su interpretación en Late Night With David Letterman el 12 de septiembre, donde la cantante desbordó elegancia escénica y una pirotecnia vocal que evitaba el exhibicionismo vacuo para adentrarse en todo tipo de sutiles matices interpretativos que iban de la fragilidad a la intimidad lúbrica, pasando por la autoafirmación, la fuerza de un deseo irrefrenable y la melancolía por lo que, en realidad, sabía que era imposible.
La canción era la historia de un adulterio, narrada desde el punto de vista de la amante. Paradójicamente, la protagonista es más fiel a su amante infiel de lo que él nunca será. “Unos pocos momentos robados es todo lo que compartimos/Tienes a tu familia y te necesitan ahí/Aunque intento resistirme a ser la última en tu lista/Pero ningún otro hombre hará lo que tú me haces/Así que estoy guardando todo mi amor para ti”.
En el desenlace, se conformaba con el momento pasional que la aguardaba en su inminente cita secreta: “Tengo que prepararme/Solo unos minutos más/Voy a tener esa vieja sensación cuando entres por esa puerta/Porque esta noche es la noche para un sentimiento perfecto/Haremos el amor toda la noche/Así que estoy guardando todo mi amor para ti”.


La canción no le hizo ninguna gracia a mamá Cissy, que no soportaba ver a su hija interpretando ese papel. Sin embargo, lo que ella no sabía es que Whitney, en realidad, estaba poniendo mucho de su propia vida, ya que, al cantarla, se inspiró en lo que le estaba sucediendo en aquel momento con Jermaine Jackson. No lo reconoció en sus primeras declaraciones, pero sí tiempo después. “Estaba pasando por una terrible aventura amorosa. Él estaba casado, y eso nunca le funcionará a nadie, jamás, de ninguna manera”, afirmó la cantante. El exmiembro de los Jackson 5 profundizó aún más en su relación en su libro You Are Not Alone. Michael Through a Brother’s Eye”: “Nuestro romance se canalizó en los duetos que grabamos. […] Llegaba a esos días con mariposas en el estómago, porque la experiencia de estar cerca de Whitney era embriagadora. […] Cada vez me costaba más cantar canciones de amor con toda esa emoción y pasión entre nosotros”.
Jermaine también reveló que su hermano Michael le había aconsejado que no buscara una relación íntima con Whitney. “No alimentó la tentación como lo habrían hecho otros hombres”, escribía el músico. Significativamente, en el final del videoclip, el personaje masculino –interpretado por Ricco Ross, un actor bastante parecido físicamente a Jackson–, regresaba con su mujer mientras la protagonista terminaba perdiéndose en el frío londinense. Para más ironía, la cara b del single la ocupó un dueto con Jermaine titulado Nobody Loves Me Like You Do (Nadie me ama como tú).
En realidad, la vida sentimental de la pequeña de los Houston era mucho más confusa que esto. En su adolescencia había entablado una estrecha amistad con una chica llamada Robyn Crawford, que acabó por ser su asistente personal y compañera de piso y con quien mantuvo una relación sexual hasta que su carrera despuntó y la cantante decidió terminar con ella. La industria discográfica en aquel momento –tal como demuestran otras historias como la de George Michael– era muy homófoba. Según narra Crawford en su autobiografía A Song For You, tras firmar su primer contrato con Arista, Whitney fue a verla a su casa, le entregó una Biblia y le dijo que debían dejar de tener relaciones sexuales, “porque eso dificultaría aún más nuestro camino. Si se enteran, lo usarán en nuestra contra”.

Su relación, sin embargo, era un secreto a voces que ella siempre se empeñó en negar en público, como demuestra esta crónica firmada para EL PAÍS por Santiago Alcanda en 1988, de donde extraía estas declaraciones de una rueda de prensa en Londres: “La gente nos ve a Robyn y a mí y saca sus propias conclusiones. Pero ¿a quién le importa si soy gay o me gustan los perros? Que hablen, no me molesta, porque yo sé que no soy gay”.
Robyn también llevó muy mal la relación de su amada con Jermaine Jackson (hasta el punto de que ella misma podría firmar su propia versión de Saving All My Love For You). “La parte física de nuestra amistad ya no existía, pero sí la intimidad… nuestra amistad era íntima en todos los sentidos, así de profunda era, y yo quería que ella me llamara y me dijera: ‘¿Sabes qué? Me está pasando esto con Jermaine’. Y no lo hacía, y eso me dolía por encima de todo. No sentía que me estuviera engañando, sino más bien que me estaba dejando de lado”, escribió años después.
El primero de siete números uno
Tras la actuación para Letterman, y en vísperas del concierto que la cantante iba a ofrecer en el Carnegie Hall, Saving All My Love For You alcanzó el número 1 en EE UU (también lo consiguió en Reino Unido, Irlanda y Luxemburgo), terminó vendiendo un millón de copias de su sencillo y obtuvo un premio Grammy. No solo supuso la explosión de una megaestrella, sino que fundó el concepto de diva pop-soul que luego seguirían Mariah Carey, Celine Dion y Adele, entre otras, en contraposición al modelo Madonna (más basado en la presencia visual, la provocación y las coreografías). También se impuso a las entonces en boga Anita Baker y Janet Jackson como la voz negra más importante de su tiempo. Entre 1985 y 1987, encadenó siete números 1 consecutivos en su país, un récord con el que desbancó a los Beatles y que aún no ha sido superado. Los siguientes sencillos en llegar a la cima fueron How Will I Know, Greatest Love Of All y, ya con su segundo álbum, I Wanna Dance With Somebody, Didn’t We Almost Have It All, So Emotional y Where Do Broken Hearts Go. Whitney Houston sigue siendo el álbum de debut más vendido en el mundo por una solista femenina (supera los 25 millones de copias) y todavía quedaba un lustro para que diese la campanada definitiva con I Will Always Love You e hiciese del melisma el recurso vocal más imitado en los talent shows de todo el mundo.

Al margen de sus logros musicales, quizá lo que más haya permanecido de Whitney Houston sea el tratamiento más bien amarillista de su declive y su trágico final, pero no se ha considerado lo suficiente la extrema transversalidad de su legado como icono pop. Es, de hecho, la única cantante que, además de ser acosada verbalmente por Serge Gainsbourg en un programa de máxima audiencia en directo, tiene el extraño privilegio de haber sido igualmente adorada por Osama Bin Laden (de quien se decía que quería que ella fuese una de sus esposas) y Donald Trump (que ha prometido erigirle una estatua en su proyecto del Jardín Nacional de Héroes Americanos). Tal vez todo esto ya lo estaba anticipando Breat Easton Ellis en su novela American Psycho (situada en 1989) cuando su protagonista, el yuppie psicópata Patrick Bateman, mostraba al mismo tiempo su amor por Trump y Whitney y alababa el encadenado de números 1 conseguidos por la cantante. Historia del pop, en todos los sentidos.