Sea Apple Music o Paste, cada vez que un medio selecciona ‘Like a Prayer’ como el mejor disco de Madonna en una de esas listas con lo mejor de todos los tiempos, se pone en evidencia cuán superficial es la aproximación de la crítica musical a su discografía. Su mejor álbum, por mucho, es ‘Ray of Light’. Lo sabe ella, porque así lo dice cada vez que le preguntan, y lo sabe cualquier persona que haya oído con un mínimo de dedicación algo que no sea ‘Immaculate Collection’ o «This Is Madonna».
Poquísimos artistas de música pop han sabido cerrar una obra tan sublime, madura y delicada. Antes, sólo su admirado David Bowie, o Björk, una influencia evidente en dicho álbum. Y después, solo Beyoncé (varias veces) y su mejor discípula, Rosalía. Por poner un ejemplo, The Weeknd ha probado varias veces no tener ni idea de cómo conceptualizar siquiera una idea sencilla.
Hoy no hablamos de ‘Ray of Light’ porque Madonna y Warner siguen sin materializar ni una sola de las reediciones que anunciaron a bombo y platillo hace ya 4 años. Lo que tenemos entre manos es su disco de remezclas, que se canceló en 1999 debido al longevo éxito del álbum original, que triplicó las ventas de ‘Erotica’ y ‘Bedtime Stories’, sus predecesores.
Warner, que con tanto tino solía aconsejar a la artista, salvo excepciones, animó a Madonna a no sacar este álbum de remezclas, a no salir de gira y a grabar rápidamente otro disco de estudio porque la percibía especialmente inspirada. El resultado fue ‘Music’, otro álbum infravalorado por la crítica y por el público de hoy, que lo que quiere es «Confessions 2», nada de experimentos.
Pero a Madonna siempre le ha gustado una remezcla más que a un tonto un lápiz, y por eso encargó a varios productores de la época que dieran una vuelta a las canciones de ‘Ray of Light’. Incluso a un par que no habían sido single. Por eso y porque los CD singles le regalaban números 1 de manera totalmente random en países como España. ‘Nothing Really Matters’ fue número 1 por aquí, algo impensable en los días de ‘La plena’.
Como antes el más pertinente ‘Finally Enough Love‘, ‘Veronica Electronica’ celebra los tiempos en que los remixes no consistían en «featurings» absurdos, sino que eran simplemente una cosa que sudar en la discoteca. Su título recuerda que la Madonna de los 90 también podía ser kitsch: recordemos su colaboración coetánea con Ricky Martin, su verdadero desastre latino, jamás ‘Medellín‘. Pese a su nombre medio hispano, estas remezclas se adentran en el techno de la época de mano de gente como Sasha, Peter Rauhofer, el propio productor del disco original William Orbit o Victor Calderone.
Si el objetivo de ‘Ray of Light’ alguna vez fue acercarte al cielo mediante la música «electrónica de Verónica», la remezcla que mejor acomete la misión es el edit de Calderone de ‘Sky Fits Heaven’, valga la redundancia. Su ligero cambio de acordes tras minutos de loop es, pues eso, celestial. Al fin y al cabo este disco también barajó llamarse «Mantra». Por lo demás, las revisiones son víctimas de su tiempo, y de cierta monotonía. Las 5 primeras buscan oficialmente el club, y las 3 últimas representan el chill, lo que deja poco disfrute en las adaptaciones de las baladas, ‘Frozen’ y ‘The Power of Goodbye’.
En verdad, lo mejor vuelve a ser reencontrarse con algo parecido al tracklist original, letras y «vocals»: es un milagro que Madonna hiciera sonar uno de sus estribillos de cama, como «bésame, me estoy muriendo, pon tu mano sobre mi piel», tan espiritual como lo eran ‘Drowned World’ y ‘Ray of Light’. El disco se cierra con la maqueta de un tema llamado ‘Gone Gone Gone’ -algo extraño porque muy poco después la artista firmaría otro tema llamado ‘Gone’-, una canción de ruptura que al menos tuvo tiempo de construir un buen «middle 8». Su sonido redunda en aquella Madonna que se empapó de trip hop y drum&bass, y lo hizo sonar sexy y purificador, a la vez.