En Maite Gassó (Cardedeu, Barcelona, 1970), la aversión al estancamiento es proporcional a la convicción que muestra cuando habla del negocio familiar. En el mundillo se la conoce mejor por Casademunt, el apellido de su madre Lola que ha sabido transformar en un fenómeno de miras globales. Entre sus hitos recientes se encuentra la asistencia de Amelia y Eliza Spencer, sobrinas de Lady Di, como invitadas estrella al desfile que presentó en la última edición de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. “Era un poco el destino. Son los personajes de nuestro cuento”, dice en alusión a las referencias victorianas y a la aristocracia británica que inspiran su colección de otoño. “Para mí es un orgullo que hayan venido, ya que son figuras que cuidan mucho su imagen y sus movimientos”, sostiene para Vogue España.
El encuentro con estas hermanas pertenecientes a una de las familias con mayor abolengo de Gran Bretaña se sucede en el hotel Edition de Madrid, tras la sesión de fotos que acompaña este reportaje. “Me encanta el hecho de que te aporte libertad para expresar quién eres”, reconoce Amelia Spencer al hablar de Lola Casademunt. “Es muy femenina y poderosa. Cuando nos vestimos de una marca, nos gusta sentirnos seguras de nosotras mismas”, concede Eliza. Ser gemelas no solo se aprecia en su apariencia, sino también en su capacidad para terminar las frases de la otra. Así se funden en un entusiasmo mutuo que comparten al respecto de su paso por la capital: “Una de las cosas más increíbles de nuestro trabajo [como modelos y prescriptoras] es poder aprender de diferentes culturas y la manera en la que la gente celebra e interpreta la belleza y la moda”, señalan. Del estilo español subrayan lo vibrante y llamativo que es, dos rasgos que les servirán para seguir expandiendo su conocimiento y su forma de vestir. “Cuanto más viajamos, más experiencias y distintas colaboraciones con diseñadores y talentosos equipos nos llevamos a casa”, comentan.
Para asistir al desfile, Amelia y Eliza Spencer llevaron sendos looks de la misma colección que vieron, con varias prendas de tweed y una camisa con corbata dorada, respectivamente. La organza o el jacquard son otros dos tejidos que cita Maite a la hora de describir sus prendas para la temporada. “Incluimos el animal print en diferentes texturas. Intentamos ser transversales con una misma propuesta”. Los motivos de leopardo se fusionan con flores que visten de pies a cabeza en diferentes prendas, muchas con un patrón oversize. Con ellas, el otoño se tiñe de combinaciones vivas como el rojo y el azul petróleo o el nude y el fucsia. “No sé si nosotros marcamos la moda o la moda viene a nosotros, pero nuestro ADN está en plena tendencia”, remarca la catalana. “No hacemos nada por capricho. El estampado animal empodera, los colores vivos dan luz y la atención por los detalles, desde el forro a los botones, aportan elegancia”, explica al respecto de los códigos de la casa. Aunque así se han labrado un estilo inconfundible, dice que su sello va un paso más allá: “Me hace gracia que a veces nos encasillen en el animal print. Nosotros también tenemos ese momento sobrio máximo”. La marca trabaja dos líneas, LOLA CASADEMUNT, más informal, y LOLA CASADEMUNT BY MAITE, más sofisticada, que desfila tanto en Madrid como en 080 Barcelona Fashion.
El germen de todo, cuenta la directora creativa, se forjó con su progenitora, Lola. “En 1981 mi madre se quedó viuda con cuatro niños. Intentó seguir con la fábrica de piensos que tenía mi padre, pero se dio cuenta de que era un mundo donde la mujer no estaba bien vista”. Decidió empezar de cero y compró terciopelos, diademas y lazadas para venderlos en Barcelona: “Una vidente me dijo que mi madre era la Monet de los complementos, por el arte que tenía en sus manos”, recuerda. A los 19 años, Maite se incorporó a la empresa. “Lo primero que hizo mi madre fue darme las maletas y ponerme a vender. Me fui a Marbella, a mí todo lo que me suena a glamour, me llama”, confiesa. Estar en la feria de Madrid fue el siguiente paso en su hoja de ruta, ya que a partir de ahí empezaron a distribuir a nivel nacional. “Soy una soñadora nata. El accesorio es muy mono, pero a mí me faltaba algo más. Con el tiempo quise crear un departamento de moda para idear toda una colección que pudiese presentar sobre una pasarela”. El resto, como suele decirse, es historia. En Lola Casademunt permea un factor sorpresa que tratan de aplicar a todo, de la ropa a los desfiles. “Tenemos que provocar una emoción. Si tu discurso es plano, genera aburrimiento”, medita. “Soy superconsumidora de la marca, y necesito sentir la ilusión por hacerme con esa prenda en particular. Creo que es muy bueno para la firma, porque consigue que no nos durmamos”.
La creativa incide en la parte más intangible de Lola Casademunt, hablando de un estilo de vida en el que quieren que la gente conecte con sus valores. “No conocemos la fórmula de la Coca-Cola, pero si nos equivocamos, rectificamos hasta que lleguemos a nuestro camino. Tenemos un potencial de creatividad bestial, un ADN y no paramos de pensar ideas luminosas y chulas para hacer cosas diferentes”, cavila. Al mismo tiempo, la visión que proyecta de la moda no puede ser más pragmática: “Si te dejas guiar por el romanticismo, te quedas sin empresa”, sentencia. “Cuando empecé en la compañía, tenía que pagar cada mes 45.000 pesetas de una letra de un coche. Eso te ayuda mucho, porque te baja a la realidad. Mucha creatividad, pero aquí hemos de facturar y pagar”, declara. Para ella, la constancia es un factor tan indispensable como el talento natural para tener éxito: “En España hay creatividad, pero a veces falta esa parte de racionalidad empresarial y de estructura que ayude a los diseñadores a triunfar y a que sus creaciones sean rentables”.