María Arranz, autora de ‘El delantal y la maza’: “Ahora leo los libros de cocina de otra manera, y es gracias al feminismo”

María Arranz autora de El delantal y la maza

María Arranz, autora de ‘El delantal y la maza’ (Col & Col)Cortesía de María Arranz

El ensayo ve la luz en un verano en el que los medios españoles han puesto el foco sobre la tendencia digital de las tradwives, proveniente principalmente de Estados Unidos, una suerte de romantización del ángel del hogar bajo los códigos de las redes sociales que emergió como respuesta reaccionaria a la tercera ola feminista. “Para mí era una gran preocupación que el libro se leyese como una reivindicación para que todas volviésemos a la cocina. Desde el propio título juega con códigos que remiten a lo tradicional (el delantal), pero también a la violencia o a la resistencia (la maza), y por eso las autoras que he escogido ofrecen un contradiscurso frente a la tradición.” Para Arranz es importante que en El delantal y la maza se atisbe la riqueza de posibilidades y perspectivas sobre la cocina más allá de los que define como los dos polos dicotómicos que suele representar el discurso público: o la mujer sometida en la cocina, o la mujer liberada que se jacta de no poner un pie en ella. “Es un tema muy complejo para el que no hay una respuesta única porque entran en juego muchas variables: el peso de la historia y la tradición, los estereotipos de género que mamamos desde pequeñas, la elección personal de cada una… Tampoco quería responder a la pregunta, más allá de señalar que ese conflicto existe, y es extrapolable a otros que las mujeres tenemos, con la maternidad, por ejemplo. Quería aportar que hay muchas mujeres que ya han pensado en esto y que no hay una respuesta única. Las respuestas a veces generan nuevas preguntas, hacen el dilema más complejo, pero también enriquecen muchísimo el debate. No hay respuesta fácil, más que reconocer que si hay un conflicto debemos seguir explorando y debatiéndolo entre todas.”

La carga negativa de la cocina de la que habla la periodista tiene que ver también con que, cuando ocurre en el espacio del hogar, su valor económico es considerado nulo, y ni siquiera adquiere categoría de trabajo. “Estas actividades de cuidados también tienen un valor económico en el espacio público, lo que pasa es que cuando se hace en el ámbito privado se considera que no tienen valor. Si cuidas a tu hijo en casa no tiene valor económico, pero si alguien lo hace por ti entonces sí. ¿Por qué es tan difícil reconocer un trabajo cuando se hace dentro del hogar?”, se pregunta.

No se trata solo de un desprecio al trabajo que sucede en las cocinas de las casas, también hacia los propios saberes de cocina. En su libro, Arranz señala que los recetarios son una de las fuentes más interesantes para acudir en busca de la voz de las mujeres. Un conocimiento que durante generaciones se ha traspasado de manera oral, apoyándose más en la experiencia que en la teoría, y que de hecho ha sido despreciado por los canales oficiales, y no ha gozado de atención pública. Su oralidad, recetas de familia que a menudo ni siquiera están por escrito, entra directamente en contacto con generaciones de mujeres que no llegaron a aprender a leer y escribir. Pero esto no resta valor a un conocimiento que todavía sostiene la sociedad.

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