No obstante, a pesar del tremendo éxito de aquellos tempranos retratos en tres dimensiones, Quiñonero no es una artista one hit wonder. Ni mucho menos. Supo avanzar hasta una abstracción cromática y volumétrica –donde sigue instalada y, pese a lo ajustado del marco compositivo, no para de innovar en cuanto a formas y tonos– y sus series son tan reconocibles como aquellas primeras. Tanto sus obras a lápiz sobre papel, sus favoritas –“Me parece que tienen una nobleza… Me siento mucho más identificada con eso”–, como sus lienzos, son manchas que buscan, y provocan, una conexión instantánea y directa con quien las mira. Y (casi) todo es consecuencia directa del color. “Para mí es lo más importante, siempre empiezo por eso. Lo siguiente es la composición, el volumen y las formas”.
Sus obras hablan un lenguaje muy parecido al de la moda –tonos y siluetas–, de ahí que la colaboración de Quiñonero con firmas de este sector haya surgido de manera orgánica y natural. Las últimas, hace pocos días: sus esculturas decoraron el desfile de Massimo Dutti en la tienda de Barcelona, situada en la antigua sede de Vinçon; y Fendi ha adquirido una de sus obras para la tienda que acaba de inaugurar en Madrid.
Su estudio, situado en un piso antiguo del madrileño barrio de Salesas, es un espacio plagado de lápices cuidadosamente clasificados y hojas con pruebas de color empapelando la pared. Es incapaz de decir cuál es su favorito, pero su relación con el abanico cromático va mucho más allá de los tonos que selecciona para sus obras. “Tengo una sinestesia que se llama grafema-color, que hace que identifique con colores ciertas palabras, letras y sonidos. Es algo muy difícil de explicar porque es un cortocircuito en el cerebro. Es como si los sintiera. Algunas veces sí que me he guiado por esa sinestesia para hacer series de obras, pero ahora intento tenerla aparcada, porque si no me condiciona mucho”, desvela sobre su particular circunstancia. “Para mí la letra A es en tonos rojizos y la E es más verdosa. Lo veo clarísimo, es así, cada letra tiene un color, sobre todo las vocales. Las consonantes se acompañan un poco de la sonoridad de la vocal. Es una marcianada”, confiesa dejando escapar una sonrisa.