Masters de Indian Wells 2025: Alcaraz imparte una clase de volea ante Shapovalov | Tenis | Deportes

“Esta es su pista”, dice la organización de Indian Wells. Y hoy por hoy, así lo parece. Son 14 triunfos y dos títulos los que ha encadenado hasta ahora Carlos Alcaraz, quien antes de rubricar la victoria que le conduce hacia los octavos, dirige la mirada a uno de los fondos y detecta a un grupo de aficionados disfrazados de abeja, en un guiño gracioso al estrambótico episodio del año pasado, cuando los insectos se apoderaron de la escena. “Carlitos = Stinger”, reza la pancarta. Así que, por eso de cumplir, el murciano saca el “aguijón” y dibuja tres maravillosos puntos en la red ante Denis Shapovalov, magistral en la ejecución: rectifica el paso como un felino para devolver la pedrada que le había tirado a los pies el canadiense, vuela a continuación para replicar delicadamente de revés, con una torsión de muñeca exquisita, y acolcha luego con tacto pese al envenenado toque de la pelota en la cinta, demostrando otra vez esos reflejos extraordinarios. Lo observa con resignación el rival, finalmente rendido por 6-2 y 6-4, en 1h 24m.

Efectivamente, Alcaraz es una abeja que revolotea de aquí para allá, fino de piernas, grácil en las maniobras y punzante a la hora de resolver el duelo. Certero otra vez. Como sucediera el primer día ante el francés Quentin Halys, no hay desvío ni relajación; simple fricción, de la que sale airoso sin excesivas complicaciones. Se ha hecho con 28 de los 30 últimos sets que ha disputado en el Valle de Coachella, donde dice (y así lo refrenda su tenis) sentirse como en casa. “Hoy estaba más relajado, tranquilo, así que he podido pensar mucho mejor”, responde nada más vencer, antes de saber que se encontrará el miércoles en los octavos del torneo con Grigor Dimitrov, superior a Gael Monfils (7-6(4) 4-6 y 7-6(2). “Sabía que tenía que estar muy concentrado desde el principio, tenía que empezar con mucha fuerza. Él [campeón en Dallas y semifinalista en Acapulco] ha comenzado el año fuerte, así que estoy contento. Con ese 5-0, tenía que haber cerrado el primer set, pero en líneas generales, estoy muy satisfecho”, valora.

Y así debe ser, porque el rendimiento ha vuelto a ser óptimo y sus garras están bien afiladas. Lo hace el de El Palmar a su manera, como expresa el título de la docuserie que se estrenará el 23 de abril; es decir, sintiendo bien la pelota y cargando con peso sobre el revés del norteamericano, quien rebate en casi todos los juegos pero que, en un abrir y cerrar de ojos, se encuentra con un abismo de por medio. Contemplar el tenis de Shapovalov, 25 años y 28º del mundo, siempre es motivo de disfrute, pero al mismo tiempo sigue sin percibirse la evolución necesaria en su propuesta, tan atractiva como frágil. Siempre osado y sugerente, paga sobremanera su precipitación y la ausencia de un plan definido, demasiado fiado a la improvisación. Empezó de esa forma y así continúa, mientras el tiempo vuela y constata las lagunas tácticas de un tenista de estupendos chispazos, eléctrico y estético, pero con opciones remotas de protagonizar un logro importante de no ser que algún técnico dé con la tecla. Seguramente esta sea su verdadera naturaleza.

En todo caso, el pulso ofrece tramos interesantes, aunque el drive de Alcaraz va imponiéndose y marcando la diferencia. Ahí que va un derechazo supersónico, a 181 km/h, y ahí que vienen dos pasantes cruzados que confirman el primer y el quinto quiebre. Esos cinco gramos extra que ha incorporado este año en la cabeza de la raqueta funcionan. “Pensé en probar y me siento bien, controlo bien la bola; todo es igual, pero siento que va más fuerte y al rival se le hace más difícil”, afirma en la sala de conferencias, después de una faena redondeada con el break del segundo set (séptimo juego). Ha salvado tres de las cuatro oportunidades que se ha costeado el canadiense y sin la necesidad de tener que desbordar (15 ganadores) ni de estar especialmente inspirado con el servicio, se asoma a los octavos en línea ascendente y con un registro demoledor ante los jugadores con revés a una mano: 29-3. Se inclina Shapovalov, verdugo este curso de tres top-10, y se avecina ahora Dimitrov. Ojo. No convendría bajar la guardia.

El búlgaro, decimoquinto del mundo, le superó hace un año en Miami y el anterior en Shanghái, 3-2 con él. En cualquier caso, sin Jannik Sinner sobre el escenario, con Novak Djokovic y Alexander Zverev ya apeados y ante la escasa oposición planteada hasta el momento por los actuales inquilinos del ático del circuito, todos quebradizos e inestables, él progresa como favorito. Y lo hace divirtiéndose. “Me han ayudado mucho”, se refiere al grupo que le animaba entre bandas negras y amarillas. “Les he visto por la pantalla y durante el primer set he estado mirándoles, me reía. Siempre digo que cuando me río muestro mi mejor tenis, así que probablemente, gracias a ellos he jugado bien. Al final nos hemos hecho un selfi”, cierra el español, a la par que avanzan amenazas potenciales como Jack Draper (7-5 y 6-4 a Jenson Brooksby), Taylor Fritz (4-6, 6-3 y 6-1 a Alejandro Tabilo), Ben Shelton (6-3 y 7-5 a Karen Khachanov) o Alex de Miñaur (6-4 y 6-0 a Hubert Hurkacz). El verdugo de Nole hace dos días, el holandés Botic van de Zandschulp, queda fuera de combate (6-3 y 6-4 para Francisco Cerúndolo).

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