Meses después de estrenarse en cines, y recién escogida para representar a España en los Oscars, llega al streaming una película explosiva, sensorial e imprescindible

El estado del cine español está abriendo puertas interesantes a nuevos autores, que están teniendo un mayor alcance en este nuevo panorama propicio para voces interesantes en Europa. Es algo de lo que sin duda se ha beneficiado ‘Sirat’, una película poco ubicada en el radar antes de verse y que ha pasado a ser una locomotora sin frenos (relativamente).

Trance en el desierto

Oliver Laxe nos lleva por una odisea desértica y sonora donde las emociones fluyen hasta que llega un punto donde estallan. Una obra singular y atrevida que es de las más aclamadas del año, ganando mención especial de Cannes y siendo elegida como representante española para los próximos Oscars, y que ahora se puede ver en streaming a través de Movistar+.

Con su hija aparentemente perdida entre las fiestas desérticas producidas a lo ancho de Marruecos, un padre y su otro hijo intentan atravesar kilómetros de arena y decibelios acompañando a un grupo de raveros incansables. Guiados por la magia electrónica, la comitiva tendrá que atravesar rincones enrevesados para alcanzar su destino y su iluminación.

Es una película que tantea con la experiencia religiosa del trance chunda-chunda para ir metiendo sibilinamente un devastador toque cínico propio de ‘El salario del miedo’, creando la odisea más angustiosa posible con vehículos destartalados. Sus giros pueden ser acusados de buscar demasiado el impacto, pero la progresión está bien calibrada para que sean pertinentes.

Laxe observa aquí a un grupo de personajes por los que puede sentir cierta simpatía por su manera de encontrar comunidad y/o a sí mismos además de sanación a través de la música, pero se guarda también unos buenos puñetazos emocionales contra su exceso de hedonismo. Una ambivalencia que muestra la inquina heredada de otros referentes del cine europeo con tendencia casi misántropa.

El cineasta gallego intenta, eso sí, algo más complejo al dejar fluir los elementos tántricos mientras lanza un dardo dirigido con buenas intenciones políticas. Todo ello con un músculo cinematográfico bastante inédito en su cine previo, que aquí se apoya también en una música fantástica de Kanding Ray y en un aprovechamiento increíble de la inmensidad del paisaje desértico. Una experiencia única que es de las mejores del año.

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