Minimalismo material para encontrar la calma y vivir sin estrés
Llegar a casa y verla ordenada y despejada de cosas –algo que no siempre es fácil– es una de esas situaciones que me provocan calma inmediata. De la misma manera que si llego y hay desorden el pico de cortisol se me pone por las nubes. Aunque podría parecer una manía personal –es cierto que la importancia que le damos al orden en nuestra escala de prioridades no es la misma para todos–, está confirmado que reducir el número de estímulos visuales calma el cerebro de cualquier persona (ordenada o no). Y de la misma manera, reducir el número de objetos materiales también lo consigue, tanto por el efecto inmediato que provoca a la vista ese minimalismo material como el mensaje de calma que lanza no tener un exceso de posesiones. Lo explica de una forma sencilla el psicólogo José Elías: “Tener muchas cosas a nuestro alrededor solo sirve de preocupación por tenerlas y mantenerlas bien y limpias. Los lamas tibetanos dicen que ‘la primera causa de preocupación del ser humano es poseer cosas y la segunda es querer mantenerlas’. Tanto la una como la otra nos estresa”. Y lo amplía la psicóloga Pilar Guerra basándose en lo que percibe nuestro cerebro al haber un exceso de cosas. “El estrés es una respuesta que da el ser humano ante la aparición de uno o varios estímulos. Ante un mayor número de estímulos hay más posibilidades de tener sensación de angustia o ansiedad puesto que se requiere mayor esfuerzo para poder gestionar las emociones. El estar rodeado de pocas cosas y elegir tan solo aquellos objetos que nos son necesarios, reduce la hipervigilancia de estar de manera continuada en contacto con ellos, de la observación de su funcionalidad o no, de su utilidad o inutilidad. Y, por lo tanto, nos permite encontrarnos ante un ambiente libre de contrariedades y problemas”.
Tres sencillas reglas para practicar el minimalismo material en casa y encontrar la calma
Como persona a la que el orden y el minimalismo le provocan paz inmediata, he encontrado un filón en todo lo que recomiendan Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, una pareja de amigos creadores del blog The Minimalists y protagonistas de un interesante documental de Netflix con el mismo nombre. En plena época de cambio de armario y de días en casa (es lo que tiene el otoño), estoy intentado encontrar reglas sencillas para hacerlo todo más fácil, por lo que echar un vistazo a su libro Minimalist Rulebook. Rules for living with less me pareció una gran idea. Entre todas sus recomendaciones, hay 3 que ya estoy practicando por su sencillez y efectividad.
#1. La regla de la estacionalidad o del 90/90
Reconozco que la regla de Marie Kondo de analizar cómo te hace sentir cada cosa para decidir si te desprendes de ella, no me resulta fácil de aplicar. Sin embargo, la que proponen Millburn y Nicodemus es más pragmática y efectista para mí. Consiste en analizar si ese objeto o prenda que te está ocupando espacio lo has usado o te lo has puesto en los últimos 90 días y preguntarte también si lo utilizarás en los otros próximos 90. Si la respuesta es ‘no’ parece evidente que lo más razonable es deshacerse de él. Además, tal como afirman los expertos, este juego es especialmente útil porque pensando a 90 días vista (antes y después) cubres prácticamente todas las estaciones, algo que influye de forma determinante a la hora de ordenar el armario. Si un jersey no te lo has puesto tres meses antes y no piensas ponértelo en los tres meses siguientes, está claro que no lo vas a usar en ningún momento del año (ni en ninguna estación).
#2. La regla de la ‘combustión espontánea’
Suena rara, pero también es tremendamente práctica. Consiste en pensar lo siguiente sobre ese ítem que te estás planteando mantener o tirar: “Si se quemara espontáneamente, ¿me sentiría aliviado?”. La respuesta parece evidente. “Si es un ‘sí’, date el permiso de deshacerse de él”, dicen. Es más, esta regla es aplicable no solo a las cosas materiales sino también a todo ese exceso digital que acumulamos en el móvil y ordenador en forma de fotos, mails o aplicaciones. “Nos ayuda a comprender qué aporta valor”, añaden los creadores de este movimiento. Y efectivamente, repasando mi armario y los cajones, he podido comprar que hay unas cuantas cosas (cargadores que no funcionan, cables, camisetas viejas que guardo de repuesto y ‘por si acaso’…) que si se desaparecieran espontáneamente, no las echaría nunca de menos.
#3. Diferenciar las cosas que guardamos ‘por si acaso’ de las que necesitamos ‘solo para cuando’
Otra recomendación que puede resultar difícil de entender a simple vista pero que tiene toda la lógica del mundo. Just in case, dicen los expertos (los ‘porsiacasos’ en castellano) son “tres de las palabras más peligrosas del idioma anglosajón. Nos alientan a almacenar basura como si fuera esencial”, afirman sin tapujos. Y para salir de dudas para diferenciar los ‘porsiacasos’, hablan de esas cosas que almacenamos solo para ciertos momentos pero que necesitamos de verdad. Los llaman ‘just for when’ y se refieren, por ejemplo, a ese pequeño stock que hacemos en casa comprando cierta cosas en mayor cantidad pero que se necesitan siempre como papel higiénico o jabón de manos. Y la clave es diferenciar lo que guardamos ‘solo por si acaso’ de lo que compramos ‘solo para cuando lo necesitemos’.