Tres suspiros, dos canastas y media brazada les quedan a los Juegos Olímpicos de París. Los atletas de sofá tendrán que esperar cuatro años más para volver a convertirse en expertos en todo, de halterofilia a taekwondo. Aunque hoy los atletas de sofá son más atletas de autobús, de oficina o de tumbona. Llevar una pantalla en la mano cada minuto del día hace que nuestro consumo de lo fugaz resulte instantáneo y repetitivo, algo que se ha hecho notar en estos Juegos, los más conectados de la historia. Pero claro, ver saltos y canastas no es muy compatible con la vida laboral, y tanta conexión nos pasa factura. Los estadounidenses lo han confesado: uno de cada cuatro reconoce que su productividad ha bajado desde que la llama-globo olímpica se encendió el pasado 26 de julio. Y la NBC, la cadena que retransmite las pruebas en EE UU, se lo toma tan en serio como a guasa: “Nuestro objetivo es hacer al país improductivo durante todo el día”, ha declarado a Reuters su productora ejecutiva de los Juegos, Molly Solomon. Se han dejado 7.650 millones de dólares en derechos, así que la vagancia les viene estupendamente.
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